sábado, 4 de enero de 2025

Diario. Sábado, 4 de enero de 2025

 San Miguel de Salinas

sábado, 4 de enero de 2025


Muy de mañana me topo en X con la petición de un desconocido: ha comunicado a sus padres su decisión de entregarse a la vida monástica y se han disgustado mucho. Pide oraciones. 

Luego, sentado ante el sagrario, recuerdo al desconocido y leo en el evangelio de hoy la escena del encuentro de dos discípulos de Juan con Jesús y su lacónica conversación con Él: 

—¿Qué buscáis?

—¿Donde vives?

—Venid y veréis. 

A buen, pocas. 


He convocado al Consejo de Pastoral para el domingo 26.


Media hora de confesonario en San Miguel antes de la misa de once: nada.


Después de misa ha llegado José María, me ha felicitado el Año Nuevo y se ha llevado a su madre a Alicante. ¡Adiós, doña Nati!


Para comer me preparo una carrillada en salsa con patatas y champiñones. Todo de bote. Calentar un minuto en el microondas y listo. 


Oración de la tarde en Torremendo. 


Media hora de confesonario en Torremendo antes de la misa de cinco: nada. Bueno, sí: unas palabritas con san Vicente Ferrer y con el santo Cura de Ars. Temo que me llamen impaciente. No les faltará razón. Odio esperar sentado. 


Llego a la misa de seis en San Miguel con el tiempo justo y no me da tiempo a sentarme en el confesonario. 


A última hora me llaman Ana Isabel y Wilder. Que tienen un regalo para mí y que quieren traérmelo. ¿A qué esperan? 

Unos minutos después —yo ya estoy impaciente— se presentan en la casa abadía con una cafetera mágica, me instruyen en los sortilegios que hay que pronunciar para que haga café, se llevan la mía que nunca ha funcionado y me invitan a cenar el Collie. 

Luego vamos los tres a cerrar la iglesia y luego nos despedimos. Ellos se van a su casa y es de ver cómo se quieren. Yo me vengo a la casa abadía que se me antoja una casa encantadora y encantada con su nueva cafetera y con la visita de esos ángeles.

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