San Miguel de Salinas
miércoles, 8 de enero de 2025
6:00
Suena el despertado. ¿Hay leche en la nevera? No, la última se la bebió Zakarías. No importa: café solo, con la cafetera mágica.
7:10
¿Hay un coche bloqueando la puerta del garaje? Sí.
7:35
Llego al hospital. Lo demás como de costumbre pero, al final de la misa, el doctor S
EXPONE:
Que algunos seres humanos no pueden venir a misa de ocho porque su turno empieza a las ocho.
y
SUPLICA:
Que, a partir de febrero, la misa empiece a las siete y treinta y cinco minutos.
A lo que
RESPONDO:
Nada más fácil.
…
A eso de las nueve y media me siento en el confesonario hasta las once, hora de la misa.
Luego pregunto a doña Nati que si puedo invitar a cinco amigos a comer a su casa. Responde: «Nada más fácil».
En el despacho parroquial imprimo las cuentas del ejercicio anterior recordando con gratitud a Zakarías.
…
A las dos menos cuarto voy a casa de doña Nati. Poco a poco van llegando los invitados: don Bienvenido, vicario general; don Paco, arcipreste de Torrevieja; don David, archidiácono adscrito a San Miguel y Torremendo; y, por último, don César, diácono giróvago. Los dos últimos son venezolanos. Don César tiene un hijo en Arabia Saudí y otro en Dubai —ambos legítimos— y nos cuenta que ha estado visitando al de Arabia. Confiesa que —a pesar de su doctorado en Ciencias Políticas— no se atreve a decir cómo va a acabar el madurazo (pucherazo de Madurix) en Venezuela.
Doña Nati me ruega que bendiga los alimentos: tortillas de patatas, berenjenas a la plancha, ensaladas, jamón, queso curado, olivas, champiñones y —para el arcipreste que está delicado del estómago— patatas hervidas. Bendigo los alimentos y las bebidas: vino, cerveza y agua.
Benedic Domine nos et haec tua dona…
La reunión sigue como de costumbre —alegremente— hasta las tres y cuarto. Entonces nos despedimos de doña Nati: muac, muac y todo eso.
Poco después, a las tres y media, me llama Tomás: que va a venir a la parroquia a las cuatro para cambiar la cerradura de la sacristía.
…
Odio ser prolijo.
Ya he cenado y he cumplido, mal que bien, casi todas mis obligaciones del día.
Mañana, Dios mediante, comeré en Alicante con los familiares del obispo que acaban de mandarme un mensaje indicándome cómo puedo entrar en el garaje del obispado.
Son las nueve menos diez cuando termino de escribir esta página de mi diario. Todavía tengo que rezar completas y cerrar la iglesia.
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Es usted muy amable. No lo olvide.