San Miguel de Salinas
martes, 28 de enero de 2025
A las once he celebrado la misa de la memoria de Santo Tomás de Aquino y la hemos ofrecemos por Paco que murió hace once meses.
Ricardo Calleja me da una idea: buen día para releer las tres catequesis de BXVI sobre santo Tomás.
Y ya, para dedicarle el día, Santo Tomás, profesor universitario y Presentación de la Suma Teológica.
¿Cómo llevar un diario? El maestro EGM ofrece aquí un breve Manuel de instrucciones para seres humanos disciplinados.
En plan «buscador de pepitas de oro a la orilla del río de la vida» me pongo a repasar el día.
Suena el teléfono a lo lejos. Recuerdo que lo dejé en la cocina cuando estaba preparándome una cena ligera y vuelo hasta allí. Llamada perdida de un número desconocido. Vuelvo a sentarme ante mi Mc. ¿Que andaba haciendo yo? ¡Ah si: buscar pepitas de oro!
¿Qué me gustaría recordar, o no olvidar, del día?
Mi conversación con Mohamed —Moha— en casa de doña Nati. Moha es sobrino de Samira. Ella ha ido a buscarlo al colegio y nos lo ha presentado. Tiene nueve años. Ha saludado primero a doña Nati con un beso y luego a mí tendiéndome la mano, sonriéndome y dándome la buenas tardes como un señor. Muy bien. Luego ha ido a lavarse las manos y se ha sentado en un extremo de la mesa para zamparse su bocadillo y ha confesado a doña Nati que le daba un poco de vergüenza venir porque no quiere molestar.
Le he preguntado que si conoce a Camila y me ha dicho que por supuesto, que Camila se sienta a su lado en clase. Y a partir de ese momento ya no hemos parado de charlar. Hemos hablado de la diferencia entre los números romanos y los números árabes. Me ha dicho que él sabe contar en árabe hasta cien, pero que no sabe escribir. Hemos hablado de palabras árabes que han pasado al castellano y del peñón de Gibraltar porque le gusta mucho la geografía. Y entonces me ha hablado de una isla que es francesa y española, la isla de los Faisanes, aunque no recordaba el nombre y la imaginaba en el Mediterráneo. Hemos hablado de palabras esdrújulas en valenciano y luego se ha quedado mirando un reloj de pared, se le han iluminado los ojos y me ha dicho: «¡Mira! ¡Números árabes y números romanos!». Y a Samira se le caía la baba, orgullosa de su sobrino, tan listo. Ya somos amigos.
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