sábado, 25 de enero de 2025

Diario. Sábado, 25 de enero de 2025

 San Miguel de Salinas

sábado, 25 de enero de 2025


10:30

Terminado mi retiro, llego a la casa abadía. Hogar, dulce hogar. Nada más entrar observo que la casa huele a limpio. Un ángel ha pasado por aquí y lo ha dejado todo como los chorros del oro. En el pasillo veo una gran roza que muestra las cañerías de la ducha. Otro ángel —este del gremio de los fontaneros— ha venido a reparar la humedad de la pared en mi ausencia. En el aseo también ha habido cambios: manguera, alcachofa y grifería de la ducha nuevos y relucientes. Por último, otro ángel del gremio de los transportes se ha llevado el armario de mi habitación y ha dejado espacio suficiente como para poner una butaca y un galán de noche. 

Mi WhatsApp está atestado de mensajes. Muy bien. 

11:00

Misa. La conversión de San Pablo. 

11:40

En la sacristía hay unos cincuenta kilos de naranjas que he traído de La Torre. 

Vuelvo a la casa abadía, deshago mi maleta y me pongo a contestar mensajes de WhatsApp y a devolver las llamadas perdidas durante los días de retiro. 

El archidiácono me recuerda que esta tarde tengo que celebrar una misa de difuntos en Torremendo y me dice que lo ha dejado todo preparado y que él no podrá asistir porque tiene reunión con el obispo. 

Aunque dejé en mi blog una nota que decía «de retiro hasta el sábado», algunos fieles lectores del diario me han dejado mensajes preguntándome que si me pasaba algo. ¡Qué amables!

14:00

Voy a comer a casa de doña Nati. 

14:45

Visita al Santísimo. 

Me siento para mirar fijamente al sagrario. 

15:30

Voy a la casa abadía. Misterios gozosos. 

Preparo un esquemita para las homilías de esta tarde en Torremendo y en San Miguel. 

16:15

Salgo para Torremendo. En la rotonda de la que sale la carretera para Torremendo hay cuatro motoristas —dos guardias civiles y dos disfrazados de guardias civiles— que han cortado el tráfico. Colijo que hay carreras de bicis. Por suerte he salido con tiempo. A las cuatro y media pasan dos pelotones de ciclistas precedidos y seguidos por ambulancias, coches de la polícía, coches de apoyo y motoristas disfrazados de guardias civiles. Toman la carretera de Torremendo. 

Nos dan vía libre y me toca ir hasta Torremendo detrás de una ambulancia que va detrás de un pelotón de ciclistas. No importa, no tengo prisa. 

Dejo en la sacristía de Torremendo una bolsa de naranjas para el Archidiácono y para su numerosa prole. 

17:00

Empieza puntualmente la misa de cinco. 

17:40

Salgo para San Miguel.

18:00

Empieza puntualmente la misa de seis. 

18.40

Me despido de doña Nati y de Teresa y saludo a Carmen y a José María que han venido para la última reunión del cursillo prematrimonial. Me presentan a Carla que pregunta que si puede asistir a la reunión o debe vagar como alma en pena por las calles heladas y desiertas de San Miguel hasta que termine la fiesta. Como vengo de mi retiro y mi noble pecho alberga sentimientos de magnanimidad, la admito a la fiesta. Me cuenta el cuento —muy emocionante— de cómo se conocieron ella y Carmen. También me cuenta que vive en Barcelona, que nació en un pueblo cercano a la Ciudad Condal. Le pregunto que si habla catalán y me dice que sí, que es su lengua materna. Le digo que no se le nota ningún acento de aquella noble tierra y Carmen asiente. Ella dice que muchos se lo dicen. Lo dice sin rastro de vanidad o de autocomplacencia. También me cuenta que está contenta porque va a ser dama de honor de la novia. También esto lo dice sin rastro de vanidad. 

Les pregunto que si han oído hablar de Chesterton y les regalo un libro del obispo intitulado El fuego de la verdad.  Entonces pasamos a la preparación de la ceremonia de la boda. 

Llega el cura a la ermita de san Roque de Callosa de Segura, se reviste y se aposta en las gradas del altar. Allí saluda al novio y a la madrina —guapísimos— y se dispone a esperar a la novia que promete no hacerse esperar mucho. Son las doce. 

Llega la novia —guapísima— con sus damas de honor y todo. El sacerdote inclina la cabeza ante ella. No se sabe si ella sonríe o llora porque lleva un velo que le cubre la cara. 

El sacerdote va a la sede y la misa empieza como de costumbre. Se omite el acto penitencial porque se supone que todos los que asisten a la boda —cura y fotógrafos incluidos— se han confesado antes. 

Tras la oración colecta todos se sientan y vienen las lecturas del quinto domingo del Tiempo Ordinario: Isaías, la vocación del profeta. Dios pregunta: ¿A quien enviaré? Y los novios responden en sus corazones: «Aquí estamos, mándanos». Salmo: Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor. Los novios lo van cantando en sus corazones. 1 Cor: san Pablo recuerda que es lo que es —heraldo del Evangelio— por la gracia de Dios. Los novios entienden perfectamente que eso va por ellos y asienten. Aleluya. Venid en pos de mi. Los novios se ponen de pie de un salto como diciéndole al Buen Jesús: «¿A qué esperabas para llamarnos? ¡Deseábamos tanto este momento!». Y, al ver que los novios se han puesto de pie, toda la asamblea los imita. Lc 5, 1-11: la pesca milagrosa: Jesús le dice al novio «Rema mar adentro». Luego le dice al novio y a la novia: «Echad las redes». Ahora el cura —todos han vuelto a sentarse—  tiene que hacer una homilía breve dando las gracias a los novios por haberlo invitado a su boda y evitando cuidadosamente darles un consejo o algo que huela a consejo o —peor— a regañina. No han venido a una terapia sino a una acción de gracias y no son niños de catequesis sino ministros de Cristo ante quienes el cura ha de inclinar la cabeza. 

Entonces viene lo bueno. El cura baja por las gradas del altar y se planta ante los novios. Les ruega que se pongan en pie, inclina la cabeza ante ellos y les hace tres preguntas dificilísimas: que si vienen libremente, que si quieren quererse para siempre, que si están dispuestos a recibir de Dios a los hijos y a educarlos. 

Si dicen que sí a todo, el cura —emocionadísimo— les ruega que enlacen sus manos para dar su consentimiento, magnum sacramentum. Y viene lo mejor. Empieza José María: «Yo, José María, te quiero a ti, Carmen, como esposa y me entrego a ti» etc. ¿Qué dirá ella? ¡Qué emoción! Si dice que sí ya están casados, el novio descubre el rostro de la novia y hay que celebrarlo todo con la bendición y entrega de los anillos y las arras. Al principio todo depende del novio pero, a la fin y a la postre, todo depende de la novia. 

Luego la misa sigue, como de costumbre hasta su cumbre —que es la consagración— y hasta el Padrenuestro que nuestra forma de responder a tanta maravilla. 

Después del Padrenuestro los novios se arrodillan para recibir la bendición nupcial y la dama de honor los vela cubriendo los hombros del novio y la cabeza de la novia con un lindo y ligero velo. Con esto se quiere decir que el novio se compromete a llevar la cruz —ligera y suave—sobre los hombros y que la novia se compromete a cargarla sobre su cabeza. 

Y luego la misa sigue como de costumbre hasta el momento de la comunión que los esposos hacen bajo las dos especies como hacen a diario los sacerdotes. 

20:30

Nos despedimos. Estamos contentos. 

Voy a Más y Más y a la farmacia. 

Vuelvo a la casa abadía que aún huele a limpio y a visita de ángeles y me preparo una cena ligera. 

El WhatsApp sigue atestado. Otro entierro, mañana, en Torremendo. 

Voy a la iglesia. Vísperas. 

Vuelvo a la casa abadía y me pongo a escribir esto. 

22:30

Vuelvo a la iglesia para rezar completas. 

Vuelvo a la casa abadía para terminar el día escribiendo esto.

2 comentarios:

  1. Qué bueno tenerle otra vez a lomos de su diario. Le he echado de menos esta semana que, espero, se haya traducido en un pacífico y productivo retiro. Que disfrute un venturoso domingo, padre.

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  2. Gracias, mi doña.

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Es usted muy amable. No lo olvide.