San Miguel de Salinas
lunes, 17 de marzo de 2025
Ayer, domingo, no escribí en mi diario.
La mañana transcurrió como de costumbre: misa en Torremendo, misa en San Miguel…
Doña Nati llevaba toda la semana recordándome: «El domingo estamos invitados a comer en casa de Armin y Heidi». Ayer volvió a recordármelo. Le dije que pasaría a recogerla a las dos menos diez pero, diez minutos antes de esa, hora tuve la inspiración de consultar mi agenda y —¡oh!— la invitación era para el próximo domingo. No importaba. ¿Acaso no estoy acostumbrado a tomar graves decisiones y a improvisar soluciones para problemas intrincadísimos?
Samira tenía el día libre, doña Nati estaba vestida de gran gala… Sin dudarlo reservé una mesa para tres en La Posada y llamé a Cristian: «Te invito a comer con doña Nati en La Posada para celebrar tu cumpleaños y tu nuevo empleo». Luego, como estaba previsto, pasé a buscar a doña Nati y le anuncié: «El próximo domingo iremos a comer con Heidi y Armin pero hoy te invito a celebrar el cumpleaños y el nuevo empleo de Cristian en la Posada».
Minutos después llegaba Cristián y partíamos los tres para Los Montesinos, más contentos que unas pascuas.
Por la noche volví a casa de doña Nati para ver con ella las noticias. Cuando volví a la casa abadía, el sueño, la idea de que hoy tenía que madrugar y la pereza se aliaron para convencerme de que, mejor, dejaba el diario de ayer para hoy.
…
Ya hoy, día de san Patricio, el cielo estaba todo ñublo por la parte del mar y he vuelto a quedarme sin amanecer de colores. No importa. Don EGM y yo solamente nos quejamos de las quejas. Bueno, yo también me quejo a veces de los camareros, de los niños de catequesis, de sus padres, de sus catequistas, del obispo, del Papa, de la artritis… Pero, quitando esas minucias… Así divago de camino hacia el hospital.
En el hospital todo va como de costumbre: misa, visita a la UCI, oficio de lectura, laudes, sentada ante el Santísimo…
Y es lindo ver en la capilla cómo, entre salmo y salmo, van entrando y saliendo algunos seres humanos —hoy han sido cuatro— que se arrodillan ante el sagrario o ante la imagen de la Inmaculada, musitan alguna oración, se santiguan y suspiran.
He vuelto a San Miguel con tiempo para ir al banco antes de la misa de once.
Después de la misa de once he salido pitando para Torremendo porque allí también tenía que defender de la voracidad de la Caja Rural —que nos había cargado una comisión de 18 dólares— el patrimonio de los pobres. En honor a la verdad, los de la Caja Rural, han retrotraído la injusta comisión sin quejas ni protestas y con una sonrisa. Dios los bendiga.
Una sensación como de hambre me ha conducido al bar de Toni. He pedido un café con leches y una croqueta. La croqueta era como un milagro. Hay gente que viene de Bélgica a Torremendo buscando el sol de España pero que echa raíces en Torremendo gracias a las croquetas de la madre de Toni.
¿He comido en casa de doña Nati? Sí.
¿He celebrado la tercera misa —conmemoración de san Patricio— en Los Montesinos a las seis y media de la tarde? Sí.
¿He vuelto a la casa abadía para prepararme una cena ligera y para escribir en mi diario de hoy lo atingente a ayer y a hoy y a la eternidad? Sí.
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