domingo, 30 de marzo de 2025

Diario. Sábado, 29 de marzo de 2025

 San Miguel de Salinas

sábado, 29 de marzo de 2025


Ayer fue viernes y fui al hospital. A las siete de la mañana ya no se puede ver el amanecer. 

Celebré, como cada viernes, misa a las 7:40 y a las 11:00. Luego fui a Jacarilla donde íbamos a estudiar un caso de moral. Comimos en Benejúzar. Muy bien. 

Por la tarde, a las 18:30, celebré en Los Montesinos la tercera misa del día porque el arcipreste estaba en Valencia. A continuación volví a San Miguel para el Via Crucis que habían organizado las catequistas con los niños de catequesis. Muy bien. 

A las nueve había terminado el Via Crucis. Fui con Wilder y con Camila a casa de doña Nati para recoger un bote de aire comprimido que había encargado por Amazon. Luego los tres nos dirigimos, paseando, hacia su casa. 

Por delante de nosotros caminaba un joven cuya conducta no era la de alguien que quiere pasar inadvertido. De vez en cuando se detenía para darle una patada a una papelera o la marquesina del autobús, o se giraba profiriendo alaridos y haciendo gestos amenazantes. 

Le dimos alcance justo en la puerta del chino donde, como por arte de magia, el joven pareció sufrir una conversión fulminante. Salía del chino un matrimonio de avanzada edad. El marido bajaba las escaleras con dificultad y su amable esposa trataba de sostenerlo. Entonces el joven, dejando de gruñir y de patear, corrió hacia los esposos para ofrecerles del modo más gentil el apoyo de su fuerte brazo y, terminada su buena acción, desaparecido en la noche. 

El chino, por cierto, reabría sus puertas anoche después de una reforma y estaba lleno. 


En casa de Ana Isabel y Wilder vimos una comedia americana de mucha risa. 


A eso de las once y media o así nos despedimos. Yo aún tenía que rezar completas, cerrar la iglesia, prepararme una cena ligera, bendecirla y zampármela. Además tenía sueño. Decidí dejar lo del diario para hoy.



Hoy a las ocho, después de un desayuno de mesa y mantel, he ido a la iglesia para hacer mis oraciones. 

Antes de la misa de once he tenido tiempo para terminar la lectura de la Historia de la Iglesia contemporánea en Españita y para leer veinte páginas del Diario de la felicidad y el evangelio del día. Feliz coincidencia de lecturas.

Me viene a la mente el triste suceso que ocurrió antier en un colegio de Cantabria: un grupo de alumnos maltrató a un compañero con parálisis cerebral y grabó la escena. ¿Cómo no sentir compasión y misericordia hacia ese pobre chico? 

Recuerdo también los comentarios indignados en la radio y en las RR SS que claman venganza contra los maltratadores.

Te doy gracias, oh Dios, porque yo no soy como los demás. Ni como esos bárbaros maltratadores ni como esos otros bárbaros que claman venganza. Yo…

Recuerdo la anécdota que acabo de leer en el Diario de Steinhardt. Luis XV ha recibido una cuchillada y, señalando a su agresor, dice: «este es el caballero que me ha herido». Steinhardt alaba la magnanimidad aún mayor que muestra Cristo cuando Judas lo va a entregar con un beso: no lo llama «caballero» sino «amigo». 

También yo necesito, al parecer, misericordia. 



Después de la misa de once he recordado a la congregación que esta tarde habrá concierto: una versión del Requiem de Mozart para piano a cuatro manos. Ya veremos. 



12:42

Acabo de escribir todo esto. 



18:00

Misa de víspera del Domingo Laetare. 

19:15

Concierto: Requiem de Mozart arreglado por Czeny para piano a cuatro manos. Muy bien. 

Armin y Heidi, que han venido, me proponen ir a cenar con ellos pero no puedo porque a las 21:00 me esperan en Elche para una celebración penitencial. 

20:15

Me preparo una cena ligerísima en la casa abadía. 

20:30

Salgo pàra Elche. El último tramo del viaje transcurre por caminos cada vez más  solitarios, estrechos y oscuros.

21:10

Llego con diez minutos de retraso a la casa de espiritualidad Diego Hernández donde se está celebrando un retiro de Emaús para mujeres. 

23:00

Terminada la celebración penitencial, me despido y doy las gracias por un regalo que me han preparado: una bolsa con una botella de vino que veo, una carta que leo y algo más que no veo. 

23.35

De vuelta a San Miguel, rezo completas, apago las luces y cierro las puertas de la iglesia. 

Luego voy a la casa abadía y escribo esto con mucho sueño.

2 comentarios:

  1. Que disparate que actividad que sin vivir, no se aburre no.

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    1. La verdad es que no recuerdo cuando me aburrí por última vez. :-)

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Es usted muy amable. No lo olvide.