viernes, 28 de febrero de 2025

Diario. Viernes, 28 de febrero de 2025

 San Miguel de Salinas

viernes, 28 de febrero de 2025


El cielo está ñublo por la parte de levante de modo que hoy no habrá fuegos de púrpura sobre el horizonte. 

Llego al hospital con tiempo para preparar el altar y rezar laudes antes de la misa que ofrecemos por el Papa. 

Al parecer, hoy se celebra alguna fiesta en Madrid. Me entero porque ha venido de allí —aprovechando el día de asueto— una joven maestra, amiga de María. Después de misa nos acompaña a visitar a Miguel. 



10:30

Me siento en el confesonario. Llega Bernard, abre al puerta y pregunta: «¿Cuánto falta para la misa?». Le digo que falta media hora y se va. 

10:45

Bernardo vuelve a preguntar: «¿Cuánto falta para la misa?». 

11:00

Empieza puntualmente la misa en el primer aniversario de la muerte de Paco. 

Luego salgo para Jacarilla donde vamos a estudiar un caso de moral. 

14:00

Vamos a comer al restaurante El amanecer. Pido una dorada. Me como la mitad. 


Vuelvo a San Miguel, hago la visita al Santísimo y me meto en la cama. 

jueves, 27 de febrero de 2025

Diario. Jueves, 27 de febrero de 2025

 San Miguel de Salinas

jueves, 27 de febrero de 2025


Jueves eucarístico. Exposición del Santísimo y misa por el Papa. 

Luego salgo para La Lloseta. 


Después de comer en un bar de carretera, vuelvo a San Miguel. 



CARITAS


Aquí no tenemos ni despacho de Caritas, ni horarios para reparto de ropa o de comida. 

Los servicios sociales del ayuntamiento derivan de vez en cuando a la parroquia alguna persona que necesita ayuda urgente. 

Prácticamente cada mes, aparece alguien pidiendo ayuda para viajar. Las historias que cuentan son bastante peregrinas. Inolvidable la de aquel señor que necesitaba ir urgentemente a Valencia porque su madre tenía un cáncer. 

—¿Cáncer de qué? 

—¡Cáncer de corazón! 

La casa parroquial de Torremendo ha servido durante años de refugio para trabajadores extranjeros e, incluso, para familias de inmigrantes y en San Miguel, desde hace doce años, el localito que preparamos para acoger a los transeúntes está permanentemente ocupado y ha habido que habilitar otro espacio para ofrecerle una cama y un techo a otra alma. 

Frecuentemente llama por teléfono o se presenta algún solicitante de comida, ropa, dinero para pagar la luz, pañales… o ayuda para arreglar sus papeles. 

Pero, como no hay una oficina con un letrero que diga «CARITAS», se ha propagado la especie de que en nuestra parroquia no hay Caritas. Yo, naturalmente, no solamente no hago nada por desbaratar ese rumor sino que me felicito y felicito a Teresa: «que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha». 

Hoy mismo han venido tres simpáticos seres humanos que llegaron al pueblo el año pasado y que, desde entonces, vienen cada mes a pedir ayuda. El primer mes —que por mayo era, por mayo— los llevamos a Alicante para hacer una gestión con la policía y luego la parroquia les ha proporcionado pequeños trabajos o víveres para ir tirando. Pues bien: alguien les había dicho que tenían derecho a recibir ayuda de Caritas y venían preguntando que qué tenían que hacer para beneficiarse de ese derecho. Me han parecido muy tiernos. 



Hoy me quedo con este verso inglés del siglo XVII:

For Godshake hold your tongue, and let me love. 


¿Me atreveré a escribirlo en el atrio de la iglesia? 



FARMACIA


Cinfatós. Diez ml tres veces al día. 



20:30

Completas. Antes de cerrar la iglesia voy al altar de santa Rita para tratar de hesiquia y de otras cosas con san José. 

Escribo esto. 

miércoles, 26 de febrero de 2025

Diario. Miércoles, 26 de febrero de 2025

 San Miguel de Salinas

miércoles, 26 de febrero de 2025


Cruzo El Paseo a las siete menos diez y puedo ver por la Calle del Mar el horizonte coloreado con las primeras luces del amanecer. Luego, de camino hacia el hospital, la superficie de las salinas exhibe un color zafiro más claro que el mismo cielo. 

Me da tiempo a rezar laudes antes de la misa que empieza puntualmente a las ocho menos veinte y acaba a las ocho menos unos minuto. 

Luego voy a visitar a Miguel y al hermano marista. Al sacristán de La Inmaculada ya le han dado el alta. Me alegro por él y por Pura. 

A las diez menos cuarto, terminadas todas mis devociones obligatorias, vuelvo a San Miguel. 



Con ayuda de Joan traslado la imagen de San José, las flores y las velas al altar de san Rita donde estará hasta el próximo domingo. 

Voy al confesonario y atiendo a un penitente. 

Me revisto para la misa y, cuando ya estoy revestido, llega el arcipreste. Me recuerda que habíamos quedado en que él celebraría la misa en San Miguel y yo, por la tarde, en Los Montesinos. 

Me quito los ornamentos y me despido. 

No se me van ni la tos ni el cansancio. ¿Me tonificaría un poco darme un buen paseo? Demasiado cansado para intentarlo. 

Voy a la casa abadía dispuesto a dedicar la mañana al despacho. 


...


        Después de comer en casa de doña Nati me quedan tres horas libres. 



Libros que estoy leyendo por placer: 

1) El diario de la felicidad. Me tiene emocionado con lo de la hesiquia. 

2) Bizancio, de Norwich. 

3) La adoración en el corazón del mundo. 

4) El Señor, de Guardini. 

5) Ensayos literarios, de Lewis. 

6) Historia de la Iglesia en la España Contemporánea. 

7) Un camino inesperado. Es una especie de guía para leer El Señor de los Anillos. 

8) El Romancero Viejo. 

9) Las grandes herejías, de Hilaire Belloc. 

Hago el propósito de no empezar ninguno más —aunque tengo en cola varios muy apetecibles— hasta haber terminado, al menos, tres de estos. 



18:00

        Voy a Los Montesinos. 

18:30

        Segunda misa votiva de san José porque es miércoles. No predico porque estoy tosiendo. 


...


21:30

Completas. Apago las luces y, antes de cerrar la iglesia, voy al altar de santa Rita donde está la imagen de san José rodeada de calas. 

Y me quedo allí un ratito, recargando el depósito de hesiquia.

martes, 25 de febrero de 2025

Diario. Martes, 25 de febrero de 2025

 San Miguel de Salinas

martes, 25 de febrero de 2025


He visto ’71, una peli inglesa bastante triste y oscura


Me he preparado una crema de champiñones con puerro y cebolla. 


lunes, 24 de febrero de 2025

Diario. Lunes, 24 de febrero de 2025

 San Miguel de Salinas

lunes, 24 de febrero de 2025


6:45

Abro la iglesia, enciendo las luces y salgo para el hospital. 

7:10

Preparo el altar para la misa y me da tiempo de rezar el oficio de lectura. 

7:40

Primera misa por las almas del purgatorio porque es lunes. 

8:15

Visita a los enfermos. Un penitente. Muy bien. 

9:05

Laudes. 

Me siento a mirar fijamente al sagrario. 

9:50

Salgo para San Miguel. 

10:15

Voy al banco. 

10:30

Me acomodo en el confesonario. 

Tercia. 

11:00

Segunda misa de difuntos porque es lunes. 

12:00

Salgo para Los Montesinos porque tenemos reunión de arciprestazgo. 

14.00

Me despido de los reunidos que se quedan a comer vuelvo a San Miguel para comer con doña Nati. 

15:00

Me despido de doña Nati y voy a hacer la visita al Santísimo. Luego me siento a mirar fijamente al sagrario. 

15.45

En el despacho trasteo por las RR SS para enterarme de la actualidad. 

16:10

Salgo a pasear: misterios gozosos. 

16:40

Vuelvo al despacho. 

La adoración en el corazón del mundo. 

Evangelio. 

17:00

Correo y WhatsApp. Ana Isabel me invita a cenar. Muy bien 

El diario de la felicidad. 

Vísperas.

18.00

Voy a Los Montesinos. 

18:30

Tercera misa de difuntos porque es lunes. Hago una breve homilía. 

19:30

Voy a cenar a casa de Ana Isabel y Wilder. Muy bien. 

20:30

Nos despedimos y vuelvo a la iglesia. 

20:45

Completas. 

Apago las luces, cierro la iglesia y vuelvo a a casa abadía para escribir esto.

domingo, 23 de febrero de 2025

Diario. Domingo 23 dw febrero de 2025

 San Miguel de Salinas 

domingo, 23 de febrero de 2025


Ayer, sábado, tenía yo un plan perfecto para viajar a Madrid. Rosarito me esperaba en Torrellano a las doce menos cuarto para llevarme a la estación del Ave. Pero a esa hora estaba yo retenido en la autopista. A eso de las doce menos cinco la llamé: «Amable Rosarito, no me esperes. Estoy atrapado en un atascazo. Trataré de ir directamente a la estación o, si no salgo de aquí a tiempo para coger el tren, seguiré en coche hasta Madrid». 

Aunque todo esto se lo dije con aplomo —como el ejecutivo acostumbrado a barajar muchas posibilidades y armado contra cualquier contingencia por su prudente previsión de innumerables planes alternativos— debo confesar que, en esos momentos, me sentía yo el ser más desgraciado y digno de compasión del mundo y el poeta más autorizado para gritar esos versos inmortales: «No hay extensión más grande que mi herida. Lloro mi desventura y sus conjuntos».  

De todas formas, conseguí aparcar el coche en Alicante, no lejos de la estación, y llegué a tiempo para tomar el AVE que iba a llevarme a la estación de Chamartín de Madrid. 


Lo más notable del trayecto hasta Madrid fue una especie de profetisa que viajaba en el mismo vagón que yo. 

Primero oí su voz desde lejos. Era una voz exaltada pero no violenta; una voz de mujer pero no femenina que preguntaba: «¿Tenemos que soportar que nos pisoteen?». 

La profetisa —bastante gorda— en cada estación de su particular Vía Crucis hacía un discurso, formulaba alguna pregunta, y, sin esperar respuesta, se levantaba y se dirigía al asiento libre más próximo a ella para empezar de nuevo: «Ahora veo que alguien ha estropeado la puerta del WC. ¿Quién ha sido? ¡Vamos! ¡Que se levante el valiente ha roto la puerta del WC!». 

A mi izquierda viajaba un muchacho irlandés con el brazo izquierdo en cabestrillo. Cuando la profetisa llegó a su altura le preguntó: «¿De dónde eres, muchacho?». Él dijo la verdad y no mintió: «De Irlanda y ¡Viva san Patricio!». Y a la profetisa le entró una risa loca y —señalándome—le preguntó: «¿Vas con ese?». Y, sin esperar respuesta,, acercó su gorda cara a la mía y  gritó: «¡Esto no lo arregla ni Dios!». 


Lo más notable de mi llegada a la capital  fue lo siguiente. 

Vino a buscarme a la estación JAVP. Iba él, como es su costumbre, elegantísimo en su atuendo y en su sonrisa. 

Después de saludarnos —muac, muac y todo eso— cargó mi equipaje en el coche, me invitó a sentarme en el asiento del copiloto y puso rumbo a su casa que está no lejos de la nunciatura del Papa en Madrid. 

Muy poco después, sin perder la sonrisa, dijo con estas o semejantes palabras: «Querido tío, por el ruido colijo que llevamos una rueda pinchada». 

No lloró ni recitó versos dramáticos. Se bajó del coche, quitó la rueda pinchada y puso la de repuesto como si no hubiera hecho otra cosa en toda su vida. 

Luego, ya en su casa, me agasajó como los reyes agasajan sus tíos. 


Lo más notable de la tarde fue —claro— el bautizo de Javier. Y, después del bautizo, la visita co JAVP a casa de AVH y de JZ. Me atrevería a jurar que JZ y AV se quieren más que los peces al agua. 


Hoy, domingo, a las once de la noche, no tengo fuerzas —o ganas—para seguir contado cosas. 

Todo el día podría resumirse en una explosión de fuegos de artificio. 

He pasado la noche en Madrid sin pegar ojo. 

He desayunado con Pupé, con Jaime y con Carmen. 

Jaime, que ha dormido a pierna suelta, ha ido a jugar al padel con unos sus amigos. Entonces Pupé —qué amable— me ha llevado a Chamartín. 

He celebrado la misa del día en La Torre. Contento de estar otra vez, sano y salvo, en casa. 

Luego he vuelto a San Miguel.