domingo, 16 de febrero de 2025

Diario. Domingo, 16 de febrero de 2025

 San Miguel de Salinas

domingo, 16 de febrero de 2025


La primera misa del domingo, en Torremendo, a las diez. 

A las once y media en punto empezaba el Consejo de Pastoral y a las doce y diez ya estaba hablando con Sonia en el rincón de san Miguel. Se ha ofrecido a llevar las RR SS de la parroquia y a preparar una catequesis para los niños comentando pasajes bíblicos desde la creación. Muy bien. Y aún he tenido tiempo para oír dos confesiones antes de la misa de doce y media que ha empezado con unos minutos de retraso. 

He comido en Los Montesinos con Mariano Bas —flauta— y con Guillermo —guitarra— para preparar la tercera edición del concierto de junio en La Torre. 

De vuelta a San Miguel he quedado con Zakaría para entregarle los víveres. He trasladado la imagen de san José, el jarrón con las calas y el lampadario al altar de la Virgen del Carmen donde estará hasta el domingo que viene. Entonces ha venido Teresa para organizar el concierto de Semana Santa. Nos hemos despedido y he ido a bendecir la casa de Cristian. Entonces he quedado libre para entregarme a mis devociones obligatorias y a leer un poco. 

Antes de cerrar la iglesia me he detenido ante el altar de la Virgen del Carmen donde para la imagen de San José hasta el domingo que viene. He encomendado a Pedro —que tuvo una buena muerte— a su hermano José y a su madre que, mientras podía hacerlo, recorría kilómetros caminando y sonriendo para traer las calas de su huerto. Ahora que ya no puede caminar sola, las trae José por ella. 

¡Harto hace el caballero / que guarda lo encomendado!

Vienen los dos a misa cada domingo y, cuando salgo a la puerta para despedir a la congregación, ella me besa la mano derecha en silencio y sonriendo porque es sorda. Yo, claro, me inclino para besar sus dos manos sonriendo y bastante emocionado y en silencio. 


Los progres suelen odiar los besamanos porque —dicen— todos somos iguales. ¡Pobres! Los conservadores de toda la vida besamos las manos de las señoras y de los obispos y del Papa —si se dejan— en un plan tan condescendiente y ritual y engreído que damos pábulo al odio de los progres. Por mi parte, cuando alguien besa mis manos, recuerdo el besamanos de mi primera misa y el momento en que mis padres —muy emocionados— se acercaron a la sede donde yo estaba sentado para besar mis manos. Yo, claro, me puse de pie ante ellos, dejé que besaran mis manos porque sabía que nada deseaban más en el mundo. Luego los abracé y los cubrí de besos un poco emocionado, como cuando beso las manos de la señora de las calas.

4 comentarios:

  1. Esas, sus manos Padre, son manos consagradas, tocan a nuestro Señor. Qué hermoso que cada que son besadas, lo llevan a ese recuerdo de su besamanos. Aquí en mi familia seguimos saludando a nuestro párroco así. Gracias por compartir. Dios lo bendiga.

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  2. Dios la bendiga también a usted, mi doña, cuyas manos beso si se deja.

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Es usted muy amable. No lo olvide.