jueves, 20 de febrero de 2025

Diario. Jueves, 20 de febrero de 2025

 San Miguel de Salinas

jueves, 20 de febrero de 2025


2:00

Me despierto. Tengo fiebre. Me tomo un Pharmagrip. 

6:00

Me despierto. No tengo fiebre pero sí una gran congestión nasal que parece aliviarse por un momento cuando estornudo estruendosamente.

Oficio de lectura estornudado. 

Wasap de Marina para concertar un matrimonio de irladenses en octubre. Reenvío el mensaje a Teresa y anoto el matrimonio en Google Calendar. 

9:30

Me levanto. Tengo una décimas. Pharmagrip. 

Laudes.

Me llama el arcipreste para interesarse por mi salud. Se ofrece para venir a celebrar la misa. ¡Qué amable!

10:20

Voy a la iglesia para la exposición del Santísimo. Durante la misa, mientras Carmen hace la oración de los fieles, voy a la sacristía para buscar pañuelitos de papel de doble capa. 

Luego vuelvo a la casa abadía. Me pongo el termómetro. No funciona. Me acuesto. Me duermo. Me despierto. Me duermo. Intento leer algo y me duermo. Me despierto, y así.

14:16

Me despierta el teléfono. Es MGC. Habíamos quedado para comer hoy, le dije que estaba griposo y llama para interesarse por mi salud. Al oír mi voz cavernosa y nasal me conmina instantemente a hacerme una prueba de COVID y de gripe A y B porque —dice— si la infección pasa al pulmón, soy cura muerto. Me advierte de que, aún en el caso de que sobreviva, si tengo la gripe A y mantengo mi plan de ir a Madrid el sábado, puedo contagiar a toda mi familia. También me dice que me ha hecho un Bizum. ¡Qué buena!

Nos despedimos y recuerdo que tengo un test de COVID y gripe. Lo busco, lo encuentro, leo y sigo las instrucciones y me dispongo a esperar la sentencia que imagino fatal. 

El test da negativo en COVID y negativo en flu. Estoy sudando y tengo frío. Me ducho, me cambio de pijama y me acuesto. 

Me llama Christine desde Irlanda. Se aflige mucho cuando la entero de que yazgo en cama. Concertamos el bautizo de un su nieto para Abril. 

Me duermo, me despierto, y así. A ratos leo El Diario de la felicidad. A ratos leo La adoración en el centro del mundo. A ratos deshago la cama para buscar el rosario, empiezo a rezarlo y me duermo. El termómetro no funciona. 

17:58

Mensaje de Teresa. Que cómo estoy. Le pregunto si, por ventura, podría compararme un termómetro. 

Unos minutos después, Teresa me trae un termómetro mágico. Me lo pongo, pita para decirme que ya está, miro la temperatura: 35,7º C. Estoy frío como un pez. 



Leo tres veces —y con creciente emoción— las páginas 80 y 81 de El diario de la felicidad. Steindhardt habla allí de Balzac y de Dostoievski y los iguala en la compasión que ambos sienten por sus personajes sufrientes. Dice que el dolor, como espectáculo, es siempre santo. Dice también que tienes derecho a ceder ante la injusticia cuando la sufres tú  si te das cuenta de la extraordinaria bajeza de tu adversario. Dice también que, cuando no puedes rectificar la injusticia te queda siempre la posibilidad de la dimisión, o la de entrar en un monasterio, o la de suicidarte y aduce ejemplos reales de la literatura y de la vida. 

Divagando reconozco que —en algún momento de debilidad— he considerado las dos primeras opciones. 

Cuando leo estas cosas por primera vez me conmuevo un poco. Vuelvo a leerlas y me emociono un tantico más. Las releo por tercera vez y se me antoja que estoy ante una especie de cuarto Evangelio. Entonces cierro el libro y me entrego a la oración: «Señor mío, y Dios mío, creo firmemente que estás aquí…».

3 comentarios:

  1. Qué maravilla. La lectura, digo, no la fiebre. Un abrazo (virtual, de hiponcondriaco), pero fuerte.

    ResponderEliminar
  2. Cuídese, hágame el favor. Y rece por mí un tantico. Gracias!

    ResponderEliminar

Es usted muy amable. No lo olvide.