viernes, 31 de enero de 2025

Diario. Viernes, 31 de enero de 2025

 San Miguel de Salinas

viernes, 31 de enero de 2025


Hoy también han venido a la misa de ocho en el hospital María José y su hijos Miguel y María. Y, otra vez, después de Misa hemos ido a la UCI para ver a Miguel Sr y para rezar un poco junto a él. Luego he invitado a María José y a sus churumbeles a tomar un café en la «cantina», como llama María José a la cafetería del hospital. 

Llevan seis días durmiendo en la puerta de la UCI. Me he acordado de la lealtad que Urías demostró al rey David, no con palabras sino, precisamente, durmiendo como un perrito fiel a las puertas de su palacio. 

Me han contado cosas bonitas de Miguel Sr y de todos los amigos que los están visitando estos días y que les llevan bollos, bizcochos, monas y otras cosas ricas. Y me ha dado alegría verlos sonreír mientras me hacían el cuento de tanto cariño. 

Miguel Sr es estucador. María José trabaja en una fábrica de Redován donde hacen uniformes para la policía y me ha dado recuerdos para Ricardo, el jefe de la Policía Local de San Miguel. Miguel Jr estudia nutrición y me ha dado consejos para no engordar. María estudia periodismo y le gustaría dedicarse a la radio. Los dos andan siempre abrazando a su madre, haciéndole caricias y dándole besos para que no esté triste. 

Los cafés, y una pulga que he pedido para mí, me han costado siete euros. Una ganga. He pagado con mi iPhone porque no tenía billetes ni monedas y me han dicho —poniéndome cara rara— que no aceptan cheques. 


Luego he ido a ver a Anabela que se está apagando poco a poco. Le he dado la absolución otra vez y me he quedado charlando con su hija —que se llama Ana María— hasta que ha llegado la doctora. 


A las once, segunda misa de la memoria de san Juan Bosco. 


A las dos habíamos quedado a comer en casa de doña Nati con el arcipreste y los diáconos. Los diáconos no han venido. El arcipreste ha llegado a las dos y media. No le hemos reprochado nada porque tenía una excusa muy buena y porque, además, traía su propia comida. Está haciendo una dieta para adelgazar. He recordado un aforismo muy bueno que se me ocurrió hace años: «Dieta de acelgazar: acelga y azar». 


A las cinco habíamos quedado en Los Montesinos para una reunión con los profesores de religión del arciprestazgo. He llegado a la cinco y media. Nadie me ha reprochado nada porque la reunión acababa de empezar. Me he comido una pasta de las que el buen arcipreste había repartido por las mesas. Él no las ha catado porque está a dieta. Éramos cuatro sacerdotes y seis profesores de religión: dos profesores y cuatro profesoras. 

Lo que más me ha gustado de la reunión ha sido la sonrisa que me ha dedicado el buen arcipreste cuando me ha pillado absorto y mirando al techo. 


De vuelta a San Miguel he oído una conferencia sobre cómo evangelizar en una sociedad líquida. Al parecer, los sabios sociólogos son unánimes: no hay nada sólido. La familia es un cadáver, todo es virtual, no hay proyectos comunes porque impera el narcisismo, el individualismo y todo eso. Yo me acordaba de María José, de su esposo, el estucador que está en la UCI, de sus hijos y de todos esos vecinos de Redován que los visitan a diario y les llevan cosas ricas. Y he caído en la cuenta de que, mientras desayunábamos en la cantina del hospital, me estaban evangelizando. 


Acaban de dar las diez en el reloj de la iglesia y todavía no he llamado al jefe de la Policía Local para darle recuerdos de María José. Mañana será otro día y otro mes. 

jueves, 30 de enero de 2025

Diario. Jueves, 30 de enero de 2025

 San Miguel de Salinas

jueves, 30 de enero de 2025


10:30

Siete velas alumbrando el sagrario. El conopeo blanco porque es jueves eucarístico y sacerdotal. Andrés al órgano. Todo está preparado para la exposición del Santísimo. 

Estos veinte minutos de adoración silenciosa son la pepita de oro de cada jueves.

Divago un poco con el recuerdo de Caminando por valles oscuros. Si no hubiera velas, ni sagrario, ni reclinatorio ni, paño humeral de seda, ni silencio; si estuviera en un campo de concentración rodeado de gente indiferente y, aún más, hostil; si tuviera que consagrar un pedacito de pan a escondidas y jugándome la vida ¿tendría yo la audacia de celebrar el santo sacrificio de la misa y de pasar veinte minutos mirando fijamente ese trozo de pan y diciendo «creo firmemente que estás aquí»?

Dejo las divagaciones: jueves eucarístico y sacerdotal. El tema no soy yo ni lo que haría o dejaría de hacer en tal o cual situación improbable. Delante de mí, a metro y medio, está expuesto el Santísimo y, detrás de mí, diez o doce personas, arrodilladas, se lo están comiendo con los ojos y le están diciendo cosas que el Padre anota en su diario. 

Algo más lejos de aquí, en un campo de concentración de Venezuela o de Nicaragua, una monja rebelde o un padre de familia audaz —inspirados por el Espíritu— escriben en sus diarios que han podido comulgar o que no han podido comulgar, que han podido comer o que —otra vez— no han podido comer, que les han dado un tortazo o que hoy no los han golpeado. Y Dios lo va anotando todo en ese diario suyo intitulado: «Pepitas de oro halladas entre los hombres  —mis hijos—por mi querido Hijo Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote». 

miércoles, 29 de enero de 2025

Diario. Miércoles, 29 de enero de 2025

 San Miguel de Salinas

miércoles, 29 de enero de 2025


Consejos de don EGM para escribir un diario: buscar pepitas de oro en el río de la vida, anotar ese haiku que se le ocurre a cualquiera al descubrir el matiz en la garganta de la tórtola… 

En tu desierto

hay más flores que frutos

tengo en mi huerto. 


…y que no parezcan seguidillas. 


Aconseja también don EGM escribir esos aforismos en los que concentramos —facilísimamente— tesoros de sabiduría…


Nada más complicado que ser, al mismo tiempo, sencillo e interesante. 


…y que no parezcan de Óscar Wilde. 


En fin, que hoy he celebrado dos misas, he dado dos absoluciones y he administrado la unción de enfermos, en la UCI, a un caballero de cincuenta años mientras, a su lado, contenían el llanto su amable esposa y sus dos hijos. Si no son cinco pepitas de oro, entonces no ha habido nada de valor, nada memorable, en este día.

martes, 28 de enero de 2025

Diario. Martes, 28 de enero de 2025

 San Miguel de Salinas

martes, 28 de enero de 2025


A las once he celebrado la misa de la memoria de Santo Tomás de Aquino y la hemos ofrecemos por Paco que murió hace once meses. 


Ricardo Calleja me da una idea: buen día para releer las tres catequesis de BXVI sobre santo Tomás. 


Y ya, para dedicarle el día, Santo Tomás, profesor universitario y Presentación de la Suma Teológica. 


¿Cómo llevar un diario? El maestro EGM ofrece aquí un breve Manuel de instrucciones para seres humanos disciplinados. 

En plan «buscador de pepitas de oro a la orilla del río de la vida» me pongo a repasar el día.

Suena el teléfono a lo lejos. Recuerdo que lo dejé en la cocina cuando estaba preparándome una cena ligera y vuelo hasta allí. Llamada perdida de un número desconocido. Vuelvo a sentarme ante mi Mc. ¿Que andaba haciendo yo? ¡Ah si: buscar pepitas de oro!

¿Qué me gustaría recordar, o no olvidar, del día? 

Mi conversación con Mohamed —Moha— en casa de doña Nati. Moha es sobrino de Samira. Ella ha ido a buscarlo al colegio y nos lo ha presentado. Tiene nueve años. Ha saludado primero a doña Nati con un beso y luego a mí tendiéndome la mano, sonriéndome y dándome la buenas tardes como un señor. Muy bien. Luego ha ido a lavarse las manos y se ha sentado en un extremo de la mesa para zamparse su bocadillo y ha confesado a doña Nati que le daba un poco de vergüenza venir porque no quiere molestar. 

Le he preguntado que si conoce a Camila y me ha dicho que por supuesto, que Camila se sienta a su lado en clase. Y a partir de ese momento ya no hemos parado de charlar. Hemos hablado de la diferencia entre los números romanos y los números árabes. Me ha dicho que él sabe contar en árabe hasta cien, pero que no sabe escribir. Hemos hablado de palabras árabes que han pasado al castellano y del peñón de Gibraltar porque le gusta mucho la geografía. Y entonces me ha hablado de una isla que es francesa y española, la isla de los Faisanes, aunque no recordaba el nombre y la imaginaba en el Mediterráneo. Hemos hablado de palabras esdrújulas en valenciano y luego se ha quedado mirando un reloj de pared, se le han iluminado los ojos y me ha dicho: «¡Mira! ¡Números árabes y números romanos!». Y a Samira se le caía la baba, orgullosa de su sobrino, tan listo. Ya somos amigos.

lunes, 27 de enero de 2025

Diario. Lunes, 27 de enero de 2025

 San Miguel de Salinas

lunes, 27 de enero de 2025


Herminia —la borrasca— me despierta silbando en el patio y sacudiendo sin consideración la persiana. Miro el reloj. Son las seis menos dos minutos. No tardarán en dar las seis en el reloj de la iglesia. En efecto: Don, don, don, don, don, don. Unos segundos después de la última campanada, suena mi despertador. Son las seis. Me levanto. 


8:00 

En el hospital, primera misa de la memoria de santa Angela de Merici. 

Luego voy a ver a Anabela y charlo un rato con Ana María. Me cuenta que trabaja de cajera y aparadora en Consum y que está muy contenta con el ambiente, con los compañeros y los jefes. Me cuenta que Consum es una cooperativa y que ella espera llegar a ser cooperativista. Al principio —dice— fue difícil: muchas horas de pie, moviendo bultos… y la tensión de todo el dinero que pasa por tus manos. La caja tiene que cuadrar. Pero luego se dio cuenta de que podía hacer bien el trabajo y recuperó la confianza en sí misma. Por su modo de espresarse, por su sonrisa y por el cariño con que trata a su madre pienso que podría ser directora de Consum y hasta del Quirón. 

10:00

De vuelta a San Miguel, visita al banco porque es lunes. 

11:00

Segunda misa de la memoria de santa Ángela de Mérici. 

12:45

Salgo para la reunión de arciprestazgo en Los Montesinos. Hoy nos visita el obispo. Somos siete presbíteros. Los diáconos no han venido porque uno está en Madrid y el otro haciendo gestiones en Torrevieja. A las doce y piquito llega el obispo sonriente y enérgico, como siempre. Ya he conocido a seis obispos titulares de esta diócesis desde que fui ordenado: don Pablo Barrachina, don Francisco Álvarez, don Victorio Oliver, don Rafael Palmero, don Jesús Murgui y el actual, don José Ignacio Munilla. 

El arcipreste nos invita a un café con unas pastas muy ricas. 

Luego hacemos una rato de oración en una capilla u oratorio que el arcipreste ha instalado en los locales parroquiales. Dirige la meditación don Aurelio.

Luego nos sentamos alrededor de una mesa para hablar con el obispo. El arcipreste le hace algunas preguntas dificilísimas que hemos preparado entre todos. El obispo va respondiendo a cada pregunta clara y brevemente. 

Para terminar, el arcipreste nos pide que, por turno, cada uno de nosotros le cuente al obispo cómo se encuentra en la parroquia y en el arciprestazgo. Somos siete, pero don Aurelio —el Vicario de zona— y don Francisco —el arcipreste— no cuentan porque el obispo ya se sabe sus vidas y andanzas. Quedamos cinco. Miro el reloj y albergo la esperanza de que los otros cuatro se alarguen en el cuento de sus aventuras apostólicas y dé la hora irse a comer antes de que me toque hablar y pueda ahorrarme mi cuento. 

Habla don Javier —mi tocayo— que acaba de incorporarse al arciprestazgo. Habla don Fernando, que acaba de ordenarse. Habla don José Antonio, que tiene un parecido extraordinario con Felipe González. Habla don (no recuerdo ahora su nombre) que tiene una historia interesantísima porque es del Camino y se ordenó en la República dominicana y es un santo. Es el turno de don Ginés que es el mayor de todos: un sacerdote venerable y doctísimo, capaz de contar la historia del mundo, de la diócesis y de cada una de sus parroquias sin titubear. Miro el reloj y me felicito: si don Ginés se pone a contar sus aventuras apostólicas dará la hora de la merienda —la de la comida ya ha llegado— y podré escaquearme. Pero don Ginés sonríe y le hace una seña al arcipreste con los ojos señalándome a mí con la mirada. Y el arcipreste le dice al obispo que es el turno de Javier que soy yo. 

Carraspeo y empiezo a hablar aturulladamente:

«¿Qué voy a decir yo? Desde que llegó don Paco a Los Montesinos mi vida es muy fácil. Colaboramos en todo. Ayer tuvimos  en San Miguel la reunión del Consejo Parroquial y todos estaban entusiasmados con las «Noches parroquiales» que organiza don Paco, con las cenas Alfa, con la visita al hospital que hicieron en Navidad —unidos— los coros de San Miguel y de Los Montesinos y que fue una experiencia estupenda. Y tengo aquí —pongo la mano en mi IPhone— un mensaje de don Paco que no voy a leer porque contiene elogios exagerados pero que tampoco voy a olvidar. Ayer por la mañana un ser humano de San Miguel hizo en el muro de FBK de la parroquia de Los Montesinos un comentario no muy simpático sobre la parroquia de San Miguel. Por la tarde, don Paco había borrado ese mensaje, había bloqueado al feligrés de San Miguel por su reincidencia y me había mandado ese mensaje que que no voy a leer ni a olvidar porque —desde que murieron mis abuelas— jamás alguien me había dicho cosas tan cariñosas y exageradas». 

Vuelvo a carraspear. Me sudan las manos y el corazón me late desaforadamente. 

Como de lejos, oigo el comentario del obispo: «Tenemos que cultivar la fortaleza y no preocuparnos mucho por lo que se diga de nosotros». Tomo nota. 

Es el turno de don Ginés. Respiro aliviado. 

Luego subimos al piso alto de los locales para comer las delicias preparadas por Fina. La conversación es muy animada. 

A eso de las tres y media el obispo se despide de todos porque tiene que asistir al funeral de un sacerdote. Nos dice que lo ha pasado muy bien con nosotros. 

Vuelvo a San Miguel. 

18:00

Vuelvo a Los Montesinos. 

18:30

Tercera Misa de la memoria de santa Ángela de Mérici. 

19:30

Vuelvo a la casa abadía —hogar dulce hogar— y me preparo una cena ligera. 

20:05

Empiezo a escribir esto y suena el timbre de la casa abadía. Son Ana Isabel y Wilder. Wilder viene con una gran sonrisa en la boca y con la TIE —Tarjeta de Identificación de extranjeros— en la mano. Lo felicito y los invito a pasar. Charlamos largamente. Me cuentan que, ahora, Wilder tiene que hacer un examen dificilísimo para conseguir la nacionalidad española y que ya están estudiando las preguntas tipo test. Les propongo que hagamos un test. Me van haciendo preguntas. Las acierto todas y les advierto de que el test está mal. Por ejemplo, un ejemplo. En el test de extranjería se proponen tres respuestas para la pregunta sobre dónde es oficial la lengua española: 1. En toda España. 2. En la Península Ibérica. 3. En toda España excepto en los lugares donde no hay otra lengua oficial. Y el test da por válidas las respuestas 1 y 2. Y les explico que no, que en Portugal, el español, que yo sepa, no es lengua oficial. 

Pasamos un buen rato y luego me acompañan a cerrar la iglesia y nos despedimos. Ellos van a visitar a doña Nati para darle la buena noticia de que Wilder ya tiene la TIE y yo vuelvo a la casa abadía para terminar de escribir esto. 

domingo, 26 de enero de 2025

Diario. Domingo, 26 de enero de 2025 (Año jubilar)

 San Miguel de Salinas

domingo, 26 de enero de 2025


10:00

Misa en Torremendo. 

11:30

Reunión del Consejo de Pastoral en los locales de San Miguel. 

12:30

Misa en San Miguel. Un penitente antes de misa. Después de misa salgo a la puerta para despedir a la congregación. Una señora muy alta y muy simpática que me ha ayudado a encender las estufas me cuenta que pasa una semana en Madrid y otra aquí y me anuncia que, cuando vuelva, me llamará para ver si puede ayudar en algo a la parroquia. Creo que se llama Sonia… o Silvia… o Sara. Le doy mi número de teléfono y le digo que su ayuda será muy bien venida. Se va muerta de risa. 

13:50

Voy con Cristián a la panadería. Compramos seis pastelitos y vamos a comer a casa de Ana Isabel, Wilder, Luciana y Camila. Ana Isabel ha preparado una comida ligera a base de frijoles, arroz, huevos fritos, plátano macho frito y una especie de beicon cuyo nombre colombiano he olvidado. Hablamos de cosas y de costumbres de Colombia y del café de allí. Yo, después de los pastelitos y del café, me quedo frito. Me disculpo explicando que anoche solamente dormí cuatro horas. Me disculpan. 

15:30

Nos despedimos. Cristián y yo paseamos hasta la iglesia y allí nos despedimos. Una parte de mí quiere echarse una siesta, la otra parte también pero pone algunas objeciones. 

Visita al Santísimo. Lo que viene a continuación solamente se puede llamar oración si el duermevela y las cabezadas ante el Santísimo vale como tal. 

16:15

Voy a la casa abadía, me siento con Mil ojos tiene la noche y me quedo frito. 

16:40

Visto que es imposible leer, me pongo a rezar los misterios gloriosos recorriendo la casa abadía de punta a cabo con grandes zancadas. 

17:00

Me lavo la cara con agua fría, me mojo el pelo y decido entregarme a la actividad frenética para salvar la tarde. Abro el buzón que está repleto de cartas: cartelería fina del obispado y notificaciones del banco. Abro el correo electrónico y lo mismo. Luego sigo con la paciente labor de ir contestando a los wasaps atrasados por el retiro. 

18:00

Voy a la iglesia para rezar vísperas y, de paso, preparo las colectas para ingresarlas mañana en el banco. 

18:45

Vuelvo a la casa abadía y me siento para ver y oír una conferencia sobre Ampurias (Emporion) en la Fundación March. Allí me entero de algo que me permite comprender mejor el pasaje bíblico en el que se cuenta que el amable Noé, tras el diluvio, soltó una paloma. Yo sabía que los Padres de la Iglesia habían prestado mucha atención a esa paloma que vuelve al arca con un ramito de olivo. Sabía que los padres de la Iglesia, con su agudísima mirada mística y su sensibilidad para entender el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo, siguiendo el aire del vuelo de esa palomica la habían visto posarse sobre Jesús en el Jordán antes de volver al cielo para llevarle al Padre lo mejor de la humanidad. Lo que no sabía —lo he aprendido del sabio conferenciante— es que los viejos marineros de los tiempos del Argos, cuando se perdían en el mar y no sabían por dónde andaba la tierra firme, soltaban algún pajarillo  y luego remaban en la dirección que él había tomado. Y he empezado a invocar y mirar a Noé como Santo Argonauta. 

20:00

Vuelvo a la iglesia para rezar Completas.

20:15

Escribo esto.

sábado, 25 de enero de 2025

Diario. Sábado, 25 de enero de 2025

 San Miguel de Salinas

sábado, 25 de enero de 2025


10:30

Terminado mi retiro, llego a la casa abadía. Hogar, dulce hogar. Nada más entrar observo que la casa huele a limpio. Un ángel ha pasado por aquí y lo ha dejado todo como los chorros del oro. En el pasillo veo una gran roza que muestra las cañerías de la ducha. Otro ángel —este del gremio de los fontaneros— ha venido a reparar la humedad de la pared en mi ausencia. En el aseo también ha habido cambios: manguera, alcachofa y grifería de la ducha nuevos y relucientes. Por último, otro ángel del gremio de los transportes se ha llevado el armario de mi habitación y ha dejado espacio suficiente como para poner una butaca y un galán de noche. 

Mi WhatsApp está atestado de mensajes. Muy bien. 

11:00

Misa. La conversión de San Pablo. 

11:40

En la sacristía hay unos cincuenta kilos de naranjas que he traído de La Torre. 

Vuelvo a la casa abadía, deshago mi maleta y me pongo a contestar mensajes de WhatsApp y a devolver las llamadas perdidas durante los días de retiro. 

El archidiácono me recuerda que esta tarde tengo que celebrar una misa de difuntos en Torremendo y me dice que lo ha dejado todo preparado y que él no podrá asistir porque tiene reunión con el obispo. 

Aunque dejé en mi blog una nota que decía «de retiro hasta el sábado», algunos fieles lectores del diario me han dejado mensajes preguntándome que si me pasaba algo. ¡Qué amables!

14:00

Voy a comer a casa de doña Nati. 

14:45

Visita al Santísimo. 

Me siento para mirar fijamente al sagrario. 

15:30

Voy a la casa abadía. Misterios gozosos. 

Preparo un esquemita para las homilías de esta tarde en Torremendo y en San Miguel. 

16:15

Salgo para Torremendo. En la rotonda de la que sale la carretera para Torremendo hay cuatro motoristas —dos guardias civiles y dos disfrazados de guardias civiles— que han cortado el tráfico. Colijo que hay carreras de bicis. Por suerte he salido con tiempo. A las cuatro y media pasan dos pelotones de ciclistas precedidos y seguidos por ambulancias, coches de la polícía, coches de apoyo y motoristas disfrazados de guardias civiles. Toman la carretera de Torremendo. 

Nos dan vía libre y me toca ir hasta Torremendo detrás de una ambulancia que va detrás de un pelotón de ciclistas. No importa, no tengo prisa. 

Dejo en la sacristía de Torremendo una bolsa de naranjas para el Archidiácono y para su numerosa prole. 

17:00

Empieza puntualmente la misa de cinco. 

17:40

Salgo para San Miguel.

18:00

Empieza puntualmente la misa de seis. 

18.40

Me despido de doña Nati y de Teresa y saludo a Carmen y a José María que han venido para la última reunión del cursillo prematrimonial. Me presentan a Carla que pregunta que si puede asistir a la reunión o debe vagar como alma en pena por las calles heladas y desiertas de San Miguel hasta que termine la fiesta. Como vengo de mi retiro y mi noble pecho alberga sentimientos de magnanimidad, la admito a la fiesta. Me cuenta el cuento —muy emocionante— de cómo se conocieron ella y Carmen. También me cuenta que vive en Barcelona, que nació en un pueblo cercano a la Ciudad Condal. Le pregunto que si habla catalán y me dice que sí, que es su lengua materna. Le digo que no se le nota ningún acento de aquella noble tierra y Carmen asiente. Ella dice que muchos se lo dicen. Lo dice sin rastro de vanidad o de autocomplacencia. También me cuenta que está contenta porque va a ser dama de honor de la novia. También esto lo dice sin rastro de vanidad. 

Les pregunto que si han oído hablar de Chesterton y les regalo un libro del obispo intitulado El fuego de la verdad.  Entonces pasamos a la preparación de la ceremonia de la boda. 

Llega el cura a la ermita de san Roque de Callosa de Segura, se reviste y se aposta en las gradas del altar. Allí saluda al novio y a la madrina —guapísimos— y se dispone a esperar a la novia que promete no hacerse esperar mucho. Son las doce. 

Llega la novia —guapísima— con sus damas de honor y todo. El sacerdote inclina la cabeza ante ella. No se sabe si ella sonríe o llora porque lleva un velo que le cubre la cara. 

El sacerdote va a la sede y la misa empieza como de costumbre. Se omite el acto penitencial porque se supone que todos los que asisten a la boda —cura y fotógrafos incluidos— se han confesado antes. 

Tras la oración colecta todos se sientan y vienen las lecturas del quinto domingo del Tiempo Ordinario: Isaías, la vocación del profeta. Dios pregunta: ¿A quien enviaré? Y los novios responden en sus corazones: «Aquí estamos, mándanos». Salmo: Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor. Los novios lo van cantando en sus corazones. 1 Cor: san Pablo recuerda que es lo que es —heraldo del Evangelio— por la gracia de Dios. Los novios entienden perfectamente que eso va por ellos y asienten. Aleluya. Venid en pos de mi. Los novios se ponen de pie de un salto como diciéndole al Buen Jesús: «¿A qué esperabas para llamarnos? ¡Deseábamos tanto este momento!». Y, al ver que los novios se han puesto de pie, toda la asamblea los imita. Lc 5, 1-11: la pesca milagrosa: Jesús le dice al novio «Rema mar adentro». Luego le dice al novio y a la novia: «Echad las redes». Ahora el cura —todos han vuelto a sentarse—  tiene que hacer una homilía breve dando las gracias a los novios por haberlo invitado a su boda y evitando cuidadosamente darles un consejo o algo que huela a consejo o —peor— a regañina. No han venido a una terapia sino a una acción de gracias y no son niños de catequesis sino ministros de Cristo ante quienes el cura ha de inclinar la cabeza. 

Entonces viene lo bueno. El cura baja por las gradas del altar y se planta ante los novios. Les ruega que se pongan en pie, inclina la cabeza ante ellos y les hace tres preguntas dificilísimas: que si vienen libremente, que si quieren quererse para siempre, que si están dispuestos a recibir de Dios a los hijos y a educarlos. 

Si dicen que sí a todo, el cura —emocionadísimo— les ruega que enlacen sus manos para dar su consentimiento, magnum sacramentum. Y viene lo mejor. Empieza José María: «Yo, José María, te quiero a ti, Carmen, como esposa y me entrego a ti» etc. ¿Qué dirá ella? ¡Qué emoción! Si dice que sí ya están casados, el novio descubre el rostro de la novia y hay que celebrarlo todo con la bendición y entrega de los anillos y las arras. Al principio todo depende del novio pero, a la fin y a la postre, todo depende de la novia. 

Luego la misa sigue, como de costumbre hasta su cumbre —que es la consagración— y hasta el Padrenuestro que nuestra forma de responder a tanta maravilla. 

Después del Padrenuestro los novios se arrodillan para recibir la bendición nupcial y la dama de honor los vela cubriendo los hombros del novio y la cabeza de la novia con un lindo y ligero velo. Con esto se quiere decir que el novio se compromete a llevar la cruz —ligera y suave—sobre los hombros y que la novia se compromete a cargarla sobre su cabeza. 

Y luego la misa sigue como de costumbre hasta el momento de la comunión que los esposos hacen bajo las dos especies como hacen a diario los sacerdotes. 

20:30

Nos despedimos. Estamos contentos. 

Voy a Más y Más y a la farmacia. 

Vuelvo a la casa abadía que aún huele a limpio y a visita de ángeles y me preparo una cena ligera. 

El WhatsApp sigue atestado. Otro entierro, mañana, en Torremendo. 

Voy a la iglesia. Vísperas. 

Vuelvo a la casa abadía y me pongo a escribir esto. 

22:30

Vuelvo a la iglesia para rezar completas. 

Vuelvo a la casa abadía para terminar el día escribiendo esto.