viernes, 25 de octubre de 2024

Diario. Viernes, 25 de octubre de 2024

San Miguel de Salinas

viernes, 25 de octubre de 2024


7:00

Abro la iglesia y salgo para el hospital. 

7:25

Preparo el altar para la misa por los cristianos perseguidos 

8:00

Primera misa por los cristianos perseguidos. 

8:35

Recojo todo y preparo los libros para la misa del lunes. 

8:45

Me siento ante el sagrario. 

9:15

Subo a la azotea del hospital, bajo hasta la salida y me encuentro con Irene que ha venido a hacerse unos análisis. Charlamos. Salgo para San Miguel. 

Atascazo en Torrevieja. 

9:45

Llego a San Miguel y voy a la casa abadía. Pongo una lavadora, aseo un poco la casa y me siento ante mi Mc para asistir a la charla de don Juan Luis Lorda sobre Yves Congar. 

10:45

De pronto oigo el segundo toque de campanas. Se me ha hecho tarde. Vuelo a la iglesia. 

En la puerta de la iglesia me encuentro con Teresa que me dice que no pude quedarse a Misa porque tiene que volver al médico y me recuerda que debo enviarle unos documentos por correo electrónico. 

11:00

Segunda misa por los cristianos perseguidos.

Al terminar, Joan me invita a tomar un café en el Collie con ella, con Laura y con Alejandro. Le digo que tengo que mandar un correo a Teresa y que luego volveré al Collie para tomar ese café con ellos, si es que siguen allí. 

Voy a la casa abadía para mandarle el correo a Teresa.

12:00

Ángelus. Vuelvo al Collie. Allí siguen Joan, Laura y Alejandro. Pido un café con leche y llamo a Tien21 para preguntarle a Ismael que si tienen máquinas de afeitar. Sí tienen. 

12:30

Voy a Tien21. Desde hace un par de días, mi máquina de afeitar se detiene en mitad del afeitado como si estuviera muy cansada. 

Ismael me ofrece una Philips Serie 5000. Me la llevo y vuelvo a la casa abadía. La desempaqueto y la estreno terminando el afeitado que esta mañana quedó a medias. 

Sexta. 

13:30

Limpio cuidadosamente el teclado y la pantalla de mi nuevo Mc. 

Limpio la mesa de mi despacho.

Pongo a trabajar el Ra.

14:00

Voy a casa de doña Nati. La hallo sentada: con un pañuelo y un hielo está tratando de evitar que le salga un chichón. Samira le está dando mucho besos. Me cuenta que acaba de darse un golpe con la puerta de un armario de la cocina. Lo cuenta como si el golpe no lo hubiera recibido ella sino otra persona y como si no le doliera nada.

Doña Nati, Samira y yo comemos observando la abstinencia de carne porque es viernes. 

14:45

Cuando nos despedimos observo que doña Nati tiene un moratón en la frente. 

Visita al Santísimo. 

15:00

Noticias en Antena 3. 

15:30

Misterios dolorosos. 

16:10

Voy a la iglesia para sentarme ante el sagrario.

16:45

Llega Teresa. Nos saludamos. Ella se queda para la catequesis y yo me voy  a la casa abadía. En la puerta echo de menos mis llaves. Las he dejado colgadas en un gancho del banco donde he estado rezando. Vuelvo a la iglesia. Delante de mí entra Miguel Ángel —ocho años— que viene a la catequesis. Como Teresa ha entrado en la sacristía y los otros niños aún no han llegado— aprovecho para charlar con él. Mantenemos una conversación muy interesante. 

16:51

Vuelvo a la casa abadía.

17:00

El reloj de la iglesia da las cinco cuando me siento ante mi Mc para asistir a la charla de don Juan Luis Lorda sobre Romano Guardini y tomar algunas notas.  

17:39

Mando un wasap a Analía y ella me llama por teléfono. Charlamos y quedamos para mañana a las 9:00

Vísperas con DivineOffice, un sitio que cabo de descubrir y en el que cantan los himnos —muy bellos—en inglés. 

17:57

Hay que trastear en WhastApp y, de paso, enviar un par de minicatequesis a Carmen y a José María.

18:10

Ya está.

Me zampo una galleta y un vaso de leche. 

18:25

Lectura del Evangelio de san Juan. 

Lectura de Dilexit nos. 

18.50

Voy a la tienda de Isabel. 

19:15

Vuelvo a la casa abadía. No cierro la iglesia porque el coro va a venir a ensayar. 

Esta mañana he leído un tuit de C Irisarri que cita a Ortiz Echagüe e invita a comparar las arquitecturas de Mies y de Saarinen para entender dos modos de hacer arquitectura. Acepto el reto y trasteo en busca de información sobre Eeros Saarinen que no me suena de nada. La primera agradable sorpresa que me llevo es que ya conocía dos de sus obras: el Arco Gateway, un poco loco, de San Luis y el edificio de la TWA en el JFK de Nueva York. ¿Quién no ha oído hablar de Mies Van Der Rohe? Trasteo un poco y vuelvo a disfrutar de la famosa foto en la que aparece fumándose un puro. Finalmente comparo la casa Miller de Saarinen con la casa Farnsworth de Mies y concluyo que sería más feliz viviendo en la segunda. Confieso que no entiendo muy bien el modo de hacer arquitectura de Saarinen, sobre todo algunos cuernos y agujas que sobresalen de sus edificios. Tomo nota: preguntar a un sabio qué lección de arquitectura se puede extraer de la comparación de estos dos arquitectos. 

20:00

No tengo hambre. Es porque me he comido una galleta a las seis y diez. Pero si no ceno no me entrará el sueño. Y si no me entra el sueño, trasnocharé. No quiero trasnochar. Me preparo una cena ligera. Sin faisán, porque es viernes. 

20:25

Después de recoger la cocina y de hablar con doña Nati que me ha llamado para decir que han dejado un paquete para mí en su casa,  me siento ante mi Mc para recapitular el día. 

Lo primero que recuerdo es que no he sacado la ropa de la lavadora. 

Me levanto —venciendo un primer movimiento de pereza— y tiendo la ropa.

Luego vuelvo a sentarme ante mi Mc. De la devoción al Sagrado Corazón de Jesús me gusta todo excepto las imágenes, con excepciones. 

    Cuando iba acostumbrándome a las más típicas —que son las que he encontrado en las parroquias donde he sido tan feliz— las parroquias empezaron a llenarse de imágenes de la Divina Misericordia que son imágenes del Sagrado Corazón de Jesús especialmente amaneradas o, por decirlo como lo siento, chuscas. 

    Hace unos meses, sin embargo, Zvignev, un feligrés polaco con voz de tenor, regaló a la parroquia de San Miguel una de esas imágenes de la Divina Misericordia y Wilder lo colgó sobre la puerta de la sacristía. Desde entonces he empezado a reconciliarme con la Divina Misericordia. Creo que tiene algo que ver con mi corazón: cuando la veo me acuerdo de Zvignev, el polaco con voz de tenor. También tiene algo que ver con la estética: no es una laminita sino un cuadro tan grande —casi— como la puerta de la sacristía. 

Creo que esa imagen que ha regalado Zvignev a la parroquia —sin yo saberlo— me estaba preparando para leer la encíclica Dilexit nos. 

    Me da la impresión —contra lo que algunos creen— de que el Papa Francisco no pretende cambiar la dogmática de la Iglesia sino su poética. Copio un párrafo de la encíclica: «Hacer brotar sonrisas con una broma, calcar un dibujo al contraluz de una ventana, jugar el primer partido de fútbol con una pelota de trapo, cuidar gusanillos en una caja de zapatos, secar una flor entre las páginas de un libro, cuidar un pajarillo que se ha caído del nido, pedir un deseo al deshojar un a margarita». 

Así, de entrada, leer esto en una encíclica me produce el efecto que me produciría si lo leyera en un tratado de medicina o en una de las Epístolas de San Pablo o en el Evangelio de San Juan o, incluso, en El Señor de Romano Guardini o en cualquiera de las obras de Yves Congar. 

No digo que sea un efecto desagradable, digo que me causa perplejidad y me mueve a seguir leyendo Dilexit nos y a seguir contemplando la imagen de la Divina Misericordia que ha regalado a la parroquia Zvignev como un niño que —al igual que los cristianos perseguidos— no sabe nada de poesía, de pintura, de arquitectura, de teología ni de su propio  corazón y que, por eso mismo, no se cansa de repetir: «Sagrado Corazón de Jesus, en Vos confío».

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