viernes, 18 de octubre de 2024

Diario. Viernes, 18 de octubre de 2024

 San Miguel de Salinas

viernes, 18 de octubre de 2024


7:00

Decir que hace frío sería exagerado. Pero sí se puede decir sin exagerar que hoy el aire de la mañana ya no es templado. 

Abro la iglesia y salgo para el hospital. 

7:25

Preparo el altar para la misa de san Lucas. 

Hoy estrenamos el nuevo cuenco del lavamanos. Es más lindo que el otro. Me costó un euro en el chino. Una ganga. 

Oficio de lectura y laudes.

8:00

Primera misa de san Lucas. 

8:25

Recojo todo y me siento ante el sagrario.

9:15

Con mi bata de capellán y el portaviático voy a ver a FS. Está contento porque hoy le dan el alta. Vendrá a buscarlo un su sobrino. Charlamos y le doy la comunión. Voy a ver a S. Está dormida. La dejo descansar. 

9:45

Vuelvo a San Miguel.

10:10

Saludo a Joan y a David Penward y me pongo a limpiar un cáliz que he rescatado en Torremendo y que voy a llevar al hospital. 

Estoy en ello cuando llega don Javier Parreño. Al arcipreste se le olvidó decirle que no hacía falta que viniera hoy. Charlamos y lo acompaño hasta el lugar donde tiene aparcado su coche. 

11:00

Segunda misa de san Lucas. 

11:40

Viene el genealogista francés. Un individuo sumamente cortés y piadoso que habla muy bien el español. Quedamos para el lunes a las  diez y media y nos despedimos. Me despido de Joan. Voy a la casa abadía y la aseo un poco. 

12:00

Ángelus. 

Salgo para Torremendo. 

Sigo con la labor de desescombro de la sacristía. El archidiácono me trae las tres cajas de plástico que encargué en la ferretería y almaceno en ellas banderas, estandartes, manteles apolillados y otras joyas a la espera de darles un destino mejor. 

Saco dos bolsas de basura. 

13:30

Doy por terminados, por hoy, los trabajos de la sacristía de Torremendo y vuelvo a San Miguel. 

13:50

Saludo a doña Nati. Ha invitado a comer a Heidi y Armin. Como le comuniqué mi propósito de empezar la abstinencia de carnes los viernes, ha hecho arroz de pescado con un bonito que pescó José María. 

La tertulia se prolonga hasta las cuatro y media. Entonces acompaño a H&A hasta su coche y nos despedimos. 

16:45

Visita al Santísimo. 

Misterios dolorosos. 

17:15

Repaso mi librito de Patrología. 

17:45

Vísperas.

18:00

Lectura del Evangelio de San Juan. 

Lectura de «La felicidad donde no se espera»

Me pongo a actualizar el libro de misas y me da un vuelco el corazón. ¡Llego tarde a la misa en Los Montesinos!

18:20

Salgo pitando para el garaje y encomendando a san Lucas y a mi Custodio que nadie haya aparcado en la puerta. 

18:25

Salgo para Los Montesinos. 

18:41

Empieza con once minutos de retraso la tercera misa de san Lucas. Me asiste César, el diácono de allí. Hago una brevísima homilía.

19:00

Salgo para san Miguel. 

Me siento para mirar fijamente al sagrario. 

19:45

Termino mi oración y llegan de la floristería porque mañana hay boda. Trasteo en WhatsApp.

Dejo abierta la iglesia porque los del coro van a venir a ensayar para la boda.

Mando un mensaje de voz a Arquilatría en respuesta a su mensaje de voz. 

20:10

Me preparo una cena ligera sin productos cárnicos porque es viernes. 

¿No es esa una observancia legalista y farisaica? Sí, amigo mío, es una observancia legalista, farisaica y, además, rigorista… a los ojos de un cínico saduceo de toda la vida, como es usted. Iba a dejar constancia, cuando usted me ha interrumpido con su habitual impertinencia, del menú de esta noche: tabla de quesos con Fidencio de doña Nati. Ya está. 

20:45

Todavía mi IPhone 11 no ha hecho sonar esos acordes del Lullaby de Brahms que me recuerdan, cada noche, que hay que ir pensando en  desconectar. También es verdad que hago poco caso del aviso y que trasnocho más de lo que debiera. 

Me siento ante mi Mc para recapitular el día. 

21:00

Estoy escribiendo —voy por el cuento de la visita a F con mi bata de capellán— cuando mi iPhone 11 me recuerda que hay que ir desconectándose. Sigo escribiendo.

  No he contado que me ha saludado una familia portorriqueña que ha venido a San Miguel para la boda de mañana. Contarlo todo no sería recapitular sino reproducir el día. Tampoco sería conveniente contarlo todo. 

Divago. La impudicia que lo cuenta todo ¿es sinceridad? 

Recuerdo a una amable impúdica a quien conocí en la cárcel de Villena. Solía atormentar al capellán con historias escabrosísimas. Sus compañeras de prisión la escuchaban con una mezcla de desdén y aburrimiento, como se mira al pobre diablo que inventa horrores propios y ajenos para ocultar lo único que es incapaz de reconocer: su propia miseria. 

El sincero procura hablar de lo que es digno de recuerdo, calla mucho y confía solamente al sagrado de la confesión sacramental, al perdón y al olvido de Dios, sus pecados. 

Creo que si, ahora, a punto de cumplir sesenta y cuatro añitos, volviera a encontrarme con esa amable impúdica, podría vencer el miedo que me daba y —contra toda prudencia sacerdotal— abriría mis brazos para ofrecerle un abrazo. Pero esto es divagar. 

Me encantaría saber que la experiencia de la vida, sus compañeras de prisión y otros capellanes —renglones torcidos con los que la Divina Providencia escribe recto— han logrado trocar su impudicia en sinceridad y que aquella pobre mujer enjaulada vuela ahora, libre y contenta, por el ancho mundo como esos pajaritos que no caen al suelo sin que Dios sienta mucha pena y se apresure a escribir sus nombres en el libro de la Vida que leen —sin cansancio— por toda la eternidad los bienaventurados.

2 comentarios:

Es usted muy amable. No lo olvide.