miércoles, 16 de octubre de 2024

Diario. Miércoles, 16 de octubre de 2024

 San Miguel de Salinas

miércoles, 16 de octubre de 2024


7:00

Abro la iglesia y salgo para el hospital. 

7:20

Preparo el altar.

El doctor S me regala un billete de lotería de Navidad. ¡Gracias!

Oficio de lectura y laudes. 

8:00

Misa de santa Eduvigis. 

8:30

Estoy recogiendo todo. Voy a secar el cuenco del lavamanos. Se resbala entre mis dedos artríticos, cae al suelo y se deshace en mil y pico de pedazos. No importa, era muy feo. Lo barro todo y lo echo a la basura con el recogedor. 

8:45

Me siento para mirar fijamente al sagrario. 

9:15

Subo a la azotea, bajo hasta la salida y vuelvo a San Miguel. 

9:45

Saludo a Joan, voy a la casa abadía y vuelvo a la sacristía con mi nuevo Mc. Empiezo a hacer el inventario de la sacristía. 

Encuentro un ritual del bautismo de niños que pertenece a la parroquia de Los Montesinos. Lo aparto para llevarlo allí mañana. 

10:30

Un penitente pide confesión. Muy bien. 

Llega un feligrés de Los Montesinos y le endoso el ritual para que lo devuelva él, si es tan amable. 

11:00

Misa de santa Margarita María de Alacoque. 

11:30

Sigo con el inventario de la sacristía. 

11:59

Trasteo en WhatsApp. A me manda A Fairy Tale. Donde el original dice we forget that we have forgotten, la traducción de Ediciones Espuela de Plata dice: «nos hemos olvidado de cuanto hemos olvidado».

12:10

Ángelus. 

Voy al banco para hacer una transferencia a la librería San Jorge.

Voy a comprar un cuenco para el lavamanos del hospital y, de paso, algunas cajas para guardar los purificadores. 

Vuelvo con el inventario de la sacristía. 

13:45

Dejo el Mc en la casa abadía y voy a casa de doña Nati. Está con Eva. Eva se va y llega Raúl que se queda a comer. 

Durante el café leo —y resumo para doña Nati y Raúl— un estupendo artículo de AZ en El Español, titulado «No te fíes de quien te intente convencer de que el trabajo es un castigo». 

14:45

Visita al Santísimo. 

15:00

Noticias en Antena 3. 

15:35

Misterios gloriosos. 

16:00

Me pongo mi bata de faena para asear la casa abadía. 

17:00

Salgo para Torremendo. 

17:20

Me siento ante el sagrario de Nuestra Señora de Monserrate. 

17:50

Vacío y limpio los armarios y cajones de la sacristía. 

Llega el archidiácono que tiene que ir a Benejúzar. Coge su dalmática y se va Benejúzar. 

Sigo limpiando y encuentro, de repente, un tesoro. Se trata de un cofrecillo de madera garrapiñada en el que puede leerse: «Paula&Juanjo». Lo abro. Contiene trece pétalos de rosa y trece monedas de plata. 

Mando un wasap a Paula: «Queridos Paula y Juanjo: poniendo orden en la sacristía he encontrado las arras de vuestra boda. ¿Querréis pasar a buscarlas?». 

Respuesta de Paula: «Sí pero seguro son nuestras?». Le mando la foto de la caja y me responde con este verso tan breve como expresivo: «Ostras, sí». 

18:30

Voy a la ferretería y compro: insecticida (dos botes), repelente de mosquitos, perchas (diez de plástico y nueve de madera), limpiamuebles, una gamuza y dos cajas de madera.. Me regalan tres velas para el sagrario. ¡Dios se lo pague! Encargo tres cajas grandes de plástico para almacenar la multitud de paños, manteles y telas que ocupan los cajones de la sacristía y jamás se usan. Me dicen que vuelva a buscarlas el viernes. También me dicen que el archidiácono y su amable esposa son muy cariñosos y que se han ganado el corazón de los vecinos. Luego suspiran y recuerdan a Sheiluz que ahora vive en Torrevieja pero que aún los llama para interesarse por ellos. 

    Los venezolanos que han venido a Españita sin nada me hicieron un gran bien cuando yo mismo fui a Venezuela sin nada. Ahora van, mil gracias derramando, por Españita. Como si nada.

Vuelvo a la sacristía y sustituyo todas las perchas viejas y desiguales por perchas nuevas e iguales. 

Fumigo todo.

Pongo los purificadores en las dos cajas de madera. 

Tiro cosas viejas. Tiro muchísimas cosas viejas y costrosas. El limpiamuebles, el insecticida y el jaleo sacan de sus escondrijos una multitud de bichos que vivían confortablemente acomodados entre sedas, hilos y brocados. 

Pongo en el altar uno de los dos manteles que encargué y que están hechos a medida. Sobre el mantel pongo el cubremantel que encargué, a medida. 

Amontono en una mesa un millón o dos de manteles de todos los colores y tamaños para guardarlos en las cajas que llegarán el viernes. 

19.00

Llega Yoli y me saluda: «Bendición, Padre». Charlamos un poquito. Yo ya me estoy yendo. 

Llega la hermana de Paula y me explica que Paula no puede venir porque está trabajando pero que viene ella como hermana, representante y empoderada para llevarse las arras velis, nolis. 

Calculo que la hermana de Paula es unos veinte centímetros más alta que yo y unos cuarenta años más joven que yo. No veo en ella nada que haga sospechar que padece de artritis y, recordando oportunamente lo de «al que te pide dale», le entrego el tesoro sin resistencia. Se va muy satisfecha. Yo me quedo con mucha paz.

19:30

Salgo para San Miguel. 

19:45

Vísperas en San Miguel. 

20:00

Para cenar tengo unas patatas a lo pobre que han sobrado de la comida y que Samira me ha reservado en un convoluto. Añado una salchicha con mostaza y tomate, bendigo los alimentos y el día: Benedic, Domine, nos et haec tua dona quae de tua largitate sumus sumpturi. Per Christum Dominum nostrum. Amen.. Ad cenam vitae aeternae perducat nos, Rex aeternae gloriae. Amen. 

Samira no quiere que llamemos «patatas a lo pobre« a esas patatas deliciosas y sencillas porque opina, con razón, que los pobres de verdad darían un ojo de la cara por catarlas. Divago: «El ciento por uno —con persecuciones— y, luego, la vida eterna». Doy gracias por la cena, por Samira, por doña Nati y por el día: Agimus tibi gratias, omnipotens Deus, pro universis beneficiis tui, qui vivis et regnas in saecula saeculorum.

Hay que recapitular el día. Lo hago, con Chesterton, muy contento, como quien ha llegado  «a la casa comestible de Hansel y Gretel».

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