San Miguel
sábado, 6 de abril de 2024
La mañana ha transcurrido como de costumbre. No me quejo de la rutina que, para un sacerdote, es una bendición. Solamente un espíritu rutinario, aburrido y flojo, andará murmurando del canto gregoriano y llamándolo «monótono».
La tarde, como suele ocurrir en primavera, ha venido primaveral, prometedora y cumplidora de promesas más allá de toda esperanza.
Son las 23:28. Necesitaría otras veintitrés horas para contar las alegrías de un día que acaba con el anuncio de la visita de un amigo. Pero tengo sueño y lo resumo todo en una acción de gracias.
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