San Miguel de Salinas
jueves, 11 de abril de 2024
7:00
Suena el despertador y me despierto en La Torre. ¡Qué bien!
7:30
Oficio de lectura y laudes.
Sentado en la butaca de la abuela Paquita me concentro para meditar lo que he leído en la primera lectura del oficio: «Conozco tus obras; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto». Sé que es verdad. «Ponte en vela». Aquí estoy. «Reanima lo que te queda y está a punto de morir». ¿Cómo? «Acuérdate de cómo recibiste y oíste mi palabra: guárdala y arrepiéntete». Repito las palabras del salmo que mis abuelos escribieron en el zaguán de La Torre: «Dame, Señor, entendimiento y estudiaré tu Ley y la guardaré con todo mi corazón». Paso a la segunda lectura. Está tomada de los tratados de san Gaudencio de Brescia: «Los que acabáis de libraros del poder de Egipto y del Faraón, que es el diablo, compartid en nuestra compañía, con toda la avidez de vuestro corazón creyente, este sacrificio de la Pascua salvadora». Y me entran ganas y como avidez de celebrar la santa misa.
8:20
Voy a la cocina para hacer el café y el zumo de naranjas, calentar la leche y poner el pan en la mesa.
8:35
Justo a tiempo, aparece Pelayo. Nos saludamos y nos preguntamos si hemos dormido bien. Sí, hemos dormido bien y estamos contentos. Reanudamos la charla. Después del desayuno, Pelayo abre su equipaje —una mochila— y saca la mitad de su contenido: un termo, una calabaza forrada de cuero, un paquete de un kilo de mate y una bombilla de plata que —me explica— le regaló su amable esposa. Acto seguido me da una clase práctica de cómo se prepara la infusión de mate. En el paquete pone PU-1. PU quiere decir «para Uruguay». Si pusiera, por ejemplo, PA, querría decir «para Argentina». Porque cada país tiene su mate. El 1 hace referencia a la calidad. En este caso, de primera.
9:15
Salimos para San Miguel. Yo abro la marcha con el coche de mi propiedad y él me sigue con el suyo, alquilado en Madrid. Yo voy rezando los misterios gozosos con Benedicto XVI. Él va bebiendo mate.
10:00
Llegamos a San Miguel. Pelayo aparca donde puede, yo en el garaje de la parroquia.
10:30
Exposición del Santísimo. Andrés, desde el órgano, incoa el Pange Lingua.
11:00
Misa por las intenciones de A, de Jesús y de MCAV.
11:45
Pelayo tiene que irse a Barcelona. Nos despedimos en El Paseo con un abrazo. Ambos sabemos que la amistad no requiere de la presencia como, por ejemplo, el amor de los esposos. Pero, bien sea porque somos conscientes de que este encuentro ha sido un milagro que probablemente no se repetirá, bien sea por otras causas, después de abrazarnos, en vez de irnos cada uno por su lado, nos quedamos ahí, plantados en El Paseo, mirándonos como bobos.
«Te acompaño hasta el coche»—le digo. Y echamos a andar, despacito y charlando, hasta el lugar donde ha aparcado su coche de alquiler.
Entonces volvemos a abrazarnos y a despedirnos hasta cuando Dios quiera haciendo votos para que, si no antes, nos encontremos un día allí donde se encontrarán para siempre los bienaventurados.
12:00
Tercia.
Salgo para La Lloseta.
14:00
Salgo para Torrellano donde me espera MGC.
14:20
Comemos en el hotel Areca porque Juanito está cerrado. Charlamos largamente.
15:45
Nos despedimos y vuelvo a San Miguel cargado de regalos.
16:30
Llego a san Miguel y me aplico a la meditación con Mi secreto, un libro subtitulado José de Nazaret: esposo, padre y amigo, que me ha regalado Pelayo. La media hora de meditación se me pasa volando.
17:15
Salgo para Los Montesinos. La iglesia está cerrada. Espero en la plaza hasta que llega Mari Fina y abre. Me revisto. Llega José Antonio que me va ayudar con la exposición del Santísimo.
17:45
Expongo el Santísimo y vuelvo a San Miguel.
Vísperas.
19:00
Cincuenta y seis mensajes de WhatsApp.
Abro el correo y leo un resumen de prensa.
19:40
Wasap a Pelayo: «¿Cómo va tu viaje?». Me contesta que está esperando en una gasolinera, a las puertas de Barcelona, porque su coche alquilado es de gasolina y no puede entrar en la Ciudad Condal hasta 20:00.
20:00
Cena ligera.
Voy a casa de doña Nati para ver otro capítulo de The Crown. Lo vemos con varias interrupciones para atender a las múltiples visitas que recibe doña Nati. La última es la de Juan Antonio que viene de Torremendo y anda fascinado con el archidiácono.
21:30
Nos despedimos y voy a la iglesia. Me siento para mirar el cuadro de la Divina Misericordia. Esa representación de Nuestro Señor nunca me ha gustado: me parece un cromo. Pero algo ha cambiado en mi modo de mirarla y, desde que Wilder la colgó sobre la puerta de la sacristía, la miro, rezo y me da consuelo.
Preparo los libros para la misa de mañana.
Reparo en la pulsera de oro que perdió Jeanette y encontró Tere, la floristera. Ahí sigue, junto a la gallofa.
Preparo algunas cosas que tengo que llevar mañana al hospital.
Completas.
Cierro la iglesia y vuelvo a la casa abadía.
22:15
Desde esta mañana echo en falta mi cartera. Llevo en ella el DNI, el permiso de conducir, una tarjeta de débito y la tarjeta de la Seguridad Social. Rezo un Padre Nuestro a san Antonio e inicio la búsqueda. En la nevera: nada. En el despacho: nada. ¿En la mesita de noche? No. Vuelta al despacho: nada.
Diecisiete mensajes de WhatsApp en el grupo del coro.
Sigo buscando. Reviso la maleta: nada.
Dos llamadas perdidas de Daniel T pero ya no son horas de devolver llamadas y, además, tengo que encontrar mi cartera. Otro Padrenuestro a san Antonio. Registro,sinmucha esperanza, los bolsillos del plumífero que me regaló mi hermana y madrina Ana: nada.
Dieciséis mensajes deWhatsApp en el grupo de la familia.
Vuelvo al garaje para registrar el coche: nada.
Tres mensajes de don AFM y uno de Ana Isabel.
Por fin encuentro la cartera que buscaba y otras cosas que no buscaba en los bolsillos de un chaleco que me regaló mi hermana y madrina. ¡Gracias, san Antonio!
Doce mensajes de la Biblioteca Sacerdotal con lindsimas fotos.
Hay más mensajes pero mañana será otro día.
23.30
Escribo esta página de mi diario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Es usted muy amable. No lo olvide.