Madrid
lunes, 17 de noviembre de 2025
Gozosa rutina de un lunes en San Miguel.
A las ocho menos veinte estoy celebrando la misa en el hospital y luego voy a dar la unción y la comunión a Carmen G, y luego voy a levar la comunión a Ramona y resulta que también comulga su amable esposo que acaba de llegar de Holanda. Ha dejado a las niñas en Holanda así que las echamos de menos y rezamos por ellas.
Luego, conforme a la gozosa rutina de los lunes, vuelvo a San Miguel, me siento ante el sagrario, rezo el oficio de lectura y las laudes, voy al banco.
Doña Nati entra muy sonriente en la sacristía:
—¡Felicidades!— me dice.
—¿Por qué?— pregunto algo perplejo.
—Porque es mi cumpleaños— remata muriéndose de risa.
Entonces, claro, nos abrazamos y muac, muac y felicidades.
Celebro la segunda misa del día en acción de gracias por todos los años que ha vivido doña Nati desde que nació el 17 de noviembre de 1931.
…
La gozosa rutina de los lunes deja paso a la aventura del viaje.
Tengo que tomar en Orihuela el tren de las doce que me llevará a Madrid en dos horas y media. ¡Qué emoción!
En Orihuela, lo del aparcamiento no es tan fácil como yo había imaginado. Finalmente, consigo embutir mi Lamborghini entre dos furgonetas en una calle no muy alejada de la estación.
El problema es:
1. Que son las doce menos cuarto.
2. Que tengo hecha promesa de parsimonia.
3. Que tal promesa excluye cualquier carrera o gesto menos grave.
Con la máxima gravedad y parsimonia camino hacia la Estación del tren. Cuando llego son las 11:55. Parsimoniosamente me dirijo a los andenes pero:
—¡Caballero!— oigo a mis espaldas. Me doy la vuelta lentamente. El vocativo ha salido de los labios de un individuo barbudo que está despatarrado en una silla:
—¡Caballero! Tiene que poner su equipaje en la cinta.
Son las 11:57. Sé que que estoy a punto de perder el tren pero, ¿qué importa?. ¿Acaso no tenemos los parsimoniosos todo el tiempo del mundo?
Antes de poner mi equipaje en la cinta, dedico al despatarrado una amplia sonrisa como diciéndole: «no sabe usted cuánto agradezco el impagable servicio que usted me presta».
Son las 11:59 cuando vuelvo a cargar sobre mis hombros la mochila y reanudo mi camino hacia el andén. Entre el andén y yo hay un ser humano que me sonríe. Agradezco su sonrisa con una inclinación de cabeza parsimoniosa. Él me muestra un lector y sé que quiere que le muestre el código QR que me identifica como el Caballero Parsimonioso. Le ruego que me sostenga «La Europa de Dante» de Micer Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña, mientras palpo mi mochila —primero— y mi chaqueta —luego— con la esperanza de encontrar mi teléfono.
Son las 12:00 cuando el Guardián de los Andenes me identifica como el Caballero Parsimonioso. Por los altavoces se anuncia la llegada de un AVE que —procedente de Murcia— va hasta Chamartín. Reanudo mi camino hacia los andenes pero:
—¡Señor!
Me vuelvo parsimoniosamente hacia e Guardián de los Andenes que me muestra «La Europa de Dante» de Micer Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña como diciendo: «¿No es, esto, suyo?».
…
La aventura del viaje termina cuando empieza la fiesta de Madrid.
Empieza a las 14:30 cuando, con una puntualidad que envidiarían Armin y Heidy y todos mis amigos suizos y alemanes— el AVE llega a Madrid y empiezo a pasear por la capital del Imperio tocando el ala de mi sombrero mejor mientras —a mi paso— las muchachas agitan con donaire sus pañuelos.
Sería prolijo si quisiera explicar que no pude llegar en el Metro de Chamartín a Guzmán el Bueno porque la Línea 6 estaba en obras.
¡Gozosa providencia de los lunes que me obliga a apearme en Nuevos Ministerios. Dirijo mis pasos con toda parsimonia hacia un pequeño y discreto bar que yo me sé. Llego a tiempo: pido un café y un agua con gas y pregunto por el aseo. Llego a tiempo.
…
Se acaban las aventuras y las fiestas. Me pongo serio porque voy a asistir a un duelo de titanes en el CEU.
Allí me encuentro con don JCR.
A la izquierda don José Ignacio Munilla, obispo de Orihuela-Alicante. A la derecha don Miguel Ángel Quintana Paz. Entre ellos —como árbitro o moderador— don Isidro Cotela.
¡Qué emoción, la verdad!
¡Para esto he venido a Madrid!
…
A fuer de sincero he de reconocer que también he venido para cenar con don JCR.
Cenamos y charlamos. En la mesa de al lado cena y charla con una amigas doña María San Gil que, al terminar, se despide de don Juan Carlos agitando on donaire su pañuelo.
…
Después de cenar, don Juan Carlos me lleva a casa de Pupé y Jaime.
Como no sé cómo agradecerle el servicio, me limito a darle las gracias humildemente.
Pupé y Urraca ya están el cama. Jaime me abre la puerta. Le ruego que me disculpe por obligarlo a trasnochar y me voy a la cama humildemente.
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