viernes, 7 de noviembre de 2025

Diario. Jueves, 6 de noviembre de 2025

 San Miguel de Salinas

jueves, 6 de noviembre de 2025


La luminosa rutina del jueves se oscurece con las noticias que llegan del dicasterio para la doctrina de la fe. No importa. 

A eso de las diez y cuarto estoy sentado ante el sagrario cuando Gloria me pide que ofrezca la misa por su marido y por su cuñado difuntos. 

A eso de las diez y media un penitente pide confesión. A eso de las diez cuarenta y cinco, con quince minutos de retraso, empieza la luminosa exposición del Santísimo. A eso de las once y cinco, con cinco minutos de retraso, acaba la exposición. A eso de las once y diez, con diez minutos de retraso empieza la luminosa misa de la memoria de Pedro Poveda —que hizo voto de martirio en 1926 y en 1932 por la proclamación de los dogmas marianos de la Asunción y de María Corredentora—, Inocencio de la inmaculada y compañeros mártires. 



A eso de las doce y cincuenta —con diez minutos de retraso— llego a La Lloseta. 



A eso de las cinco y media estoy de vuelta en San Miguel, sentado ante el sagrario y mirándolo fijamente. Media hora después pongo en los altavoces los misterio luminosos rezados por BXVI y —paseando por los altares laterales— me uno al coro de los orantes. Estoy terminando cuando una joven me pide:

1. Perdón por interrumpirme.

2. Que le bendiga el agua de cuatro botellitas. 

La perdono, bendigo el agua, me da las gracias, le digo «de nada» y sigo rezando. 

Cuando termino el rosario, la joven me pregunta que si podemos hablar. Nos sentamos en el rincón de san Miguel y charlamos largamente. Luego vamos al altar de santa Rita para hacer una oración de sanación. 

Son las siete cuando nos despedimos. Un mensaje de Ana Isabel: me invita a cenar en su casa a las 7:45. 

Voy a la casa abadía para hacer gárgaras con agua tibia y sal. Luego meto en una bolsa tres ajos y una bolsita de chuches para perros y voy a Más y Más. Allí compro una botella de vino, queso curado y un ambientador. 

Estoy aparcando en la puerta de la casa de Ana Isabel y de Wilder cuando veo que llega Luciana con un galgo al que llama «Duma». Nos saludamos y nos disponemos a subir las escaleras. Cierro la puerta tras de mí y oigo la voz de Camila: 

—Padre, no me cierre. 

Abro la puerta y entra Camila con Óliver, que es nombre del Yorkshire Terrier al que ellos llaman «Lolita». 

Mientras subimos las escaleras me cuentan que unos amigos les han dejado a Duma para que lo cuiden mientras ellos están de viaje. También me cuentan que Duma y Óliver se llevan muy bien. 

Saludo a Ana Isabel y le regalo los ajos, el queso curado, el ambientador y el vino. Luego reparto chuches entre los perros que, inmediatamente, se muestran sensibles a mi simpatía. 

Cenamos todos menos Wilder que ha decidido tomar solamente una infusión. 

Luego vemos un video de chistes malos de marcianos. Nos reímos mucho. 

Luego me despido y me voy. 

Son las nueve cuando, completadas las completas, apagadas las luces y cerradas las puertas de la iglesia, llego a la casa abadía dispuesto a acostarme.

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