San Miguel de Salinas
viernes, 17 de octubre de 2025
San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir
Es bueno guardar el secreto del rey,
pero las gloriosas acciones de Dios
hay que manifestarlas en público.
(Tobías 12, 7)
Después de la misa de ocho menos veinte en el hospital, he ido a Torrevieja. Tenía una cita en la notaría con doña MLHI. Como he llegado con tiempo, he rezado el oficio de lectura y las laudes caminando por el paseo marítimo y luego he desayunado en una cafetería que está conectada con el casino pero no pertenece al casino.
La notaria —doña MLHI— y yo nos hemos encontrado en el portal, nos hemos saludado…
—¿Cordialmente?
…cordialmente y hemos subido charlando…
—¿Animadamente?
…animadamente a la oficina.
El poder que yo quería otorgar ya estaba listo. Mi DNI estaba en mi coche pero en la notaría tenían una copia. Solamente faltaban dos trámites: la lectura del documento, la firma y el pago.
He firmado, doña MLHI ha firmado, me he dirigido al mostrador de pago.
—¿Cuánto es?
La amable pasante se ha vuelto hacia doña MLHI. Doña MLHI ha sonreído:
—No se preocupe, don Javier. Ya hablaremos cuando venga a formalizar una promoción inmobiliaria.
¡Qué amable ella! ¡Qué afortunado yo! No carezco de nada.
He vuelto a San Miguel rezando los misterios gozosos con BXVI. Los he ofrecido por la multitud incontable de de mis bienhechores.
LECTURAS
Hoy he terminado la lectura del libro de Tobías.
Lectura del evangelio de san Mateo.
Estoy terminado Mil ojos esconde la noche 2. Cárcel de tinieblas. Bueno, me quedan ciento y piquito de páginas. (Cada vez que escribo «piquito», el corrector escribe «Piquito», con mayúscula, y subraya en rojo la palabra).
EL ÚLTIMO ENCUENTRO
Vuelvo de Más y Más, aparco el coche en el garaje y subo a la sacristía por la secreta escala, disfrazada.
De la sacristía a la iglesia no paso por la puerta que da al presbiterio sino por la que da a la nave. A oscuras y en celada.
Una voz pura, de plata y de cristal, está cantando. Oigo el canto y pienso: «El coro está ensayando». Pero no, el coro no está ensayando y alguien ha encendido las seis velas del altar.
Yo —pasmado y cargado con las bolsas de Más y Más— me pregunto qué misterio es este.
Justo entonces la veo. Está arrodillada en el comulgatorio, cantando y mirando fijamente al sagrario.
Justo entonces me ve ella y se asusta un poco y se levanta y viene corriendo para decirme que no está haciendo nada malo, que está rezando la coronilla.
Es venezolana. Yo sabía que, cuando termina de trabajar, suele venir a la iglesia para rezar la coronilla. Lo que no sabía es que lo hace así: encendiendo las velas del altar y cantando de rodillas y mirando fijamente al sagrario.
¡Oh, últimos encuentros del día! ¡Oh, trasuntos del cielo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Es usted muy amable. No lo olvide.