miércoles, 22 de octubre de 2025

Diario. Miércoles, 22 de octubre de 2025

 San Miguel de Salinas

miércoles, 22 de octubre de 2025


6:40

Abro la iglesia y salgo para el hospital. 

7:00

Preparo la misa y me siento para mirar fijamente al sagrario. Miro fijamente al sagrario, leo algo en Meditar con los salmo, miro fijamente al sagrario, y así. 

7:40

Misa de la memoria de san JPII. 

8:20

Después de recogerlo todo, rezo el oficio de lectura y laudes. 

8:45

Salgo para San Miguel. Es día de mercado. 

9:10

Aparco en el garaje y preparo el expediente de los novios que se van a casar el sábado. 

Juzgo que ha llegado el momento de poner orden en la escalera que va del garaje a la sacristía y al camarín de la Virgen de los Dolores. 

Llamo a Zacarías para que venga a poner orden en la escalera pero está en Torrevieja y no podrá venir hasta las doce y media. 

9:45

Voy a la casa abadía con un mantel que hay que lavar. Pongo una lavadora. Pongo a trabajar al robot aspirador. 

Me entrego al aseo de la casa con furor. 

9:30

Toca volver a ducharse y cambiarse de camisa. 

11:00

Segunda misa de la memoria de san JPII.

11:40

Joan me cuenta la bonita historia de un musulmán a quien se aparece el Señor. 

Hablamos de otras cosas y me hace un encargo. 

12:00

Rezamos el Ángelus y nos despedimos. Voy a la casa abadía.

Lectura del Evangelio de san Juan. 

Lectura de las Confesiones.

Zakarías me anuncia que llegará a las 12:40. 

Me da tiempo para abrir el correo y preparar la cartelería fina que hay que llevar a la iglesia. 

Me da tiempo para llenar una bolsa de basura destinada al contendor amarillo. 

Me da tiempo a ir al contenedor amarillo, a tirar allí la basura, a ir a la iglesia y a poner la cartelería fina en las carteleras.

12:37

Zakarías llega tres minutos antes de lo anunciado. 

Le doy una lista de encargos: 

1. Recoger todas las palmas del Domingo de Ramos que languidecen en la iglesia y en el campanario y llevarlas al garaje. 

2. Desmontar un perchero que está en la escalera, meterlo en una bolsa de basura y bajarlo al almacén. 

3. Bajar al almacén todos los cachivaches que encuentre en la escalera excepto dos paquetes de arroz y cuatro latas de paté de cerdo. 

4. Bajar al almacén todos los cachivaches que encuentre bajo los altares laterales. 

5. Comprar cinta de embalar y unas tijeras de podar. 

6. Enrollar la alfombra de fiesta, atarla con la cinta de embalar y subirla al coro. 

7. Cortar las palmas de tal modo y manera que podamos meterlas en bolsas de basura y llevarlas a La Torre para quemarlas en el huerto. 

Mientras él se afana en eso, yo termino de leer la segunda entrega de Mil ojos esconde la noche y empiezo a leer La bolición del hombre de C. S. Lewis.

13:40

Le digo a Zakarías que es hora de irse a comer y le ruego que vuelva por la tarde para terminar el trabajo. Promete volver a las tres y media. 

14:00

Comida en casa de doña Nati. 

Ha hecho migas con:

1. Chorizo y salchichón de Béjar. 

2. Uvas y granadas de Alicante. 

3. Melón de Murcia. 

14:30

Después del café nos despedimos. 

Visita al Santísimo. 

Vuelo a la casa abadía para echarme una minisiesta porque desfallezco. 

15:35

Llega Zakarías con cinco minutos de retraso. 

Misterios gloriosos. 

16.00

Me aplico al curso sobre santa Teresa de Lisieux del Padre Secundino Castro (OCD). 

16:47

Zakarías termina su trabajo. Le doy un denario, como habíamos convenido, nos despedimos y voy a la iglesia para mirar fijamente al sagrario. 

17:25

Retomo la lectura de La abolición del hombre. 

17:30

Llegan, puntualísimamente, el archidiácono, los novios del sábado y una multitud de padrinos, madrinas, damas de honor y testigos. 

Hay que anotar en el acta los nombres de los padrinos de boda y hacer la delegación para que asista a la boda el archidiácono. 

Muy bien, dejo a los novios y a la multitud de su cortejo y sigo con la lectura de La abolición del hombre. 

18:00

Se despide el archidiácono. Los novios se quedan un rato más con el cortejo. 

18:15

Nos despedimos y voy a la tienda de Isabel. 

18:45

Vuelvo a la casa abadía con la compra y preparo una ensalada de pasta con tomates, atún, corazones de alcachofa y pimiento rojo ahumado. Todo va con una salsa de yogur, mayonesa, mostaza y cebolla. 

19:20

Alfredo me pide que le pase las lecturas de las confirmaciones que se celebrarán el 29 de noviembre a las siete de la tarde en san Miguel. Las busco en la aplicación de la CE y no las hallo. 

Llamo a Estefanía porque he encontrado una llamada suya y perdida. Me da muy buenas noticias. 

19:45

Voy a la iglesia. Vísperas. 

20:00

Me dispongo a ver lo de las lecturas que me pide Alfredo. Consulto la epacta y palidezco al caer en la cuenta de que el 29 de noviembre, víspera del I Domingo de Adviento, a las seis de la tarde tenemos el Concierto de Adviento. 

Me siento en el rincón de San Miguel para reflexionar. Lo primero es encontrar un culpable. No se me ocurre nada que pueda implicar en esto a Sánchez, a Begoña, a Bolaños… a Teresa. 

La culpa es mía. Cuando negocié con el obispado la fecha de las confirmaciones no caí en la cuenta de que, desde tiempo inmemorial, en la víspera del primer Domingo de Adviento, en San Miguel se planta el Árbol de Navidad y se celebra el Concierto de Adviento. 

No importa. Nosotros, los ejecutivos de toda la vida no carecemos de solercia. Enseguida trazo un plan e, inmediatamente, lo ejecuto. 

1. Envío a Alfredo las lecturas del I Domingo de Adviento. 

2. Escribo a don Lucas —sacerdote en quien ha delegado el obispo para confirmar en San Miguel— y le explico que estoy en un apuro y que la culpa es mía —aunque no descarto que Soros y el Diablo tengan que ver con ello— y que se me ocurren algunas soluciones: a) adelantar la celebración de las confirmaciones. b) retrasar la celebración de las confirmaciones. c) celebrar las confirmaciones a la hora prevista pero en Torremendo. 

3. Me pongo a rezar Completas. 

21:10

Don Lucas me responde. Su mensaje, breve y claro, viene a decir que le parecerá bien lo que yo decida. ¡Qué amable!

Traslado el mensaje a Alfredo para que sea él —catequista— quien decida. 

Alfredo me contesta —¡qué amable!— que trasladará el mensaje a los muchachos que van a ser confirmados para que ellos decidan. 

«¡Qué linda se ve la Iglesia en sus hijos cuando se comportan con hidalguía!» (Enrique García Máiquez, Hidalguía del bajo clero, Ed. Ciruela, Cádiz 2030, tomo 3, pág. 233, folio 43 vuelto).  

Muerto de sueño, escribo esto.

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