La Torre
sábado, 4 de octubre de 2025
8:00
Misa en La Torre con Ignacio y sus amigos: Ángela—a quien llamo Lourdes—, Claudia y Manu —a quien llamo Antonio—. Muy bien.
11:00
San Miguel de Salinas.
Segunda misa de la memoria de san Francisco de Asís. Vienen doña Nati, Gracia, José María y Raúl. Ofrecemos la misa por Paco.
Después de misa viene Zakaría para seguir retirando flores mustias y vaciando el agua maloliente de los jarrones. Llena seis bolsas de basura grandes y barre la iglesia. Muy bien.
Entre tanto preparo todo lo necesario para la misa de la tarde que celebrará don RB ayudado por el archidiácono. También mando al archidiácono un largo mensaje —fotos incluidas— para recordarle lo que debe hacer y para mostrarle dónde están las cosas que va a necesitar.
13:30
Vuelvo a La Torre.
Ignacio y sus amigos —Ángela, Claudia y Manu— me invitan a comer una pasta con boloñesa que ha hecho Manu. Muy buena.
Hablamos de San Miguel de Salinas, de Torremendo y del hospital porque me pregunta por eso.
Hablamos también de Villanueva, de la Carlos III, de la UFV y de otra universidad cuyo nombre no recuerdo. Hablamos de esas universidades porque Ignacio y sus amigos estudian en esas universidades.
Hablamos del padre Patxi Bronchalo porque Manu nos cuenta que en la Carlos III no hay capilla pero que, cabe la universidad, hay una parroquia a la que acuden el mismo Manu y otros universitarios. Cuando Manu pronuncia el nombre de don Patxi Bronchalo, Ignacio dice «¿Qué?», Claudia dice «¿Don Patxi?», Ángela dice «¿El padre Bronchalo?» y yo digo «¿El famoso don Patxi Bronchalo?». Y Manu confiesa que sabía que el padre PB era famoso, pero no imaginaba que fuera tan famoso.
También hablamos de lo que han hecho durante el día. Ellos me cuentan lo que han hecho durante el día y la narración trae a mi memoria un poema de Borges. Les ruego que me permitan recitarlo y, con su permiso, lo recito:
Cuántas cosas. Lucano que amoneda
el verso y aquel otro la sentencia.
La mezquita y el arco. La cadencia
del agua del Islam en la alameda.
Los toros de la tarde. la bravía
música que también es delicada.
La buena tradición de no hacer nada.
Los cabalistas de la judería.
Rafael de la anoche y de las largas
mesas de la amistad. Góngora de oro.
De las Indias el ávido tesoro.
Las naves, los aceros, las adargas.
Cuántas voces y cuánta bizarría
y una sola palabra. Andalucía.
Como me han invitado a comer, me han tratado bien —incluso me han dejado recitar un poema— y me han caído bien les ruego que me permitan invitarlos a cenar. Me lo lo permiten. ¡Qué amables!
Reservo una mesa para cinco, a las ocho, en La Posada, y voy a rezar el rosario por el palmeral. Ellos —me entero luego— se van a dormir la siesta. Muy buena esa buena tradición de no hacer nada.
A las ocho menos cuarto, Ignacio, Ángela, Claudia y Manu vienen a buscarme. Se han vestido como para una fiesta informal en el palacio de Marivent donde, por fin, el protocolo admite la guayabera. Van todos elegantísimos.
Salimos para Torrellano. Vamos en mi coche porque es el más lujoso. Conduzco yo y llegamos sanos y salvos.
Durante la cena hablamos:
1. De lo jóvenes y amables que son los camareros.
2. De lo buenas que están las croquetas de la casa, la pata de pulpo y los arroces.
3. De Dios.
4. Del Papa.
5. De la pandemia, del volcán, de la nevada en Madrid, de la DANA y del apagón.
De postre pido una copa de Magno después de una breve negociación con Ignacio:
— Amable sobrino: Si pido una copa de Magno, ¿conducirás tú y nos devolverás a La Torre sanos y salvos?».
—Sí, querido tío.
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