sábado, 8 de agosto de 2020
Santo Domingo de Guzmán
El gran santo Domingo de Guzmán, contemporáneo de san Francisco de Asís, vivió a caballo entre los siglos XII y XIII, desde 1170 hasta 1221.
Los reinos de España estaban empeñados en la reconquista y en toda Europa la Iglesia necesitaba una profunda reforma.
Los obispos, el alto clero y las antiguas órdenes monásticas se habían mundanizano y el pueblo, empobrecido por las guerras, estaba abandonado. En este ambiente surgió en la localidad francesa de Albi una secta revolucionaria, los albigenses, que desvirtuaba el evangelio pero resultaba muy atractiva por su denuncia de la riqueza y de la mundanidad del clero.
Domingo de Guzmán había estudiado en Palencia y ya allí había dado ejemplo de pobreza entre sus compañeros cuando vendió sus libros diciendo «no puedo estudiar en pieles muertas mientras mis hermanos se mueren de hambre». Comprendiendo la necesidad de acompañar la predicación con el ejemplo predicó entre los albigenses exhortando a los obispos y a los monjes a vivir según el espíritu del Evangelio. Cuando un obispo se presentó rodeado de criados y de hombres armados le recordó que las armas del cristiano son la fe y la Palabra de Dios. Y, cuando el Papa mandó una cruzada contra los albigenses él siguió insistiendo en que el evangelio debía extenderse por el ministerio de la predcación.
Como el Papa había prohibido la fundación de nuevas órdenas Domingo organizó a sus predicadores según la antigua Regla de san Agustín intoduciendo algunas modificaciones. Los dominicos o frailes predicadores serían una orden mendicante: no debían tener rentas, vivirían de las limosnas que quisieran dar los fieles. En seguida dispersó a sus hijos enviándolos a estudiar a París, a Bolonia y a Roma. «El trigo amontonado» —decía— «se pudre. Solamente cuando se esparce da fruto».
Creó así una orden de frailes doctos, entregados y bien preparados para anunciar el evangelio sin falsificaciones a la que pertenecería, con el tiempo, el mayor teólogo de todos los tiempos: santo Tomás de Aquino.
A menudo, en tiempos de crisis, aparece la tentación de reformar la Iglesia desde fuera, rompiendo la comunión. Santo Domingo contribuyó a esa verdadera reforma que el Espíritu Santo promueve permanente en su Iglesia desde dentro, por medio de sus santos.
La Virgen María se le había aparecido con un rosario en la mano y le había prometido que esa oración sería un intrumento eficaz para lograr la conversión de los corazones. Desde entonces la Iglesia no ha dejado de recomendar el rezo diario del santo Rosario. Quiera Dios que la Virgen nos enseñe también a nosotros el valor de esa oración.
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Saturday, August 8th, 2020
Santo Domingo de Guzman
The great Saint Dominic de Guzmán, contemporary of Saint Francis of Assisi, lived between the 12th and 13th centuries, from 1170 to 1221.
The kingdoms of Spain were engaged on the Reconquest and throughout Europe the Church needed a profound reform.
The bishops, the high clergy and the old monastic orders had become worldly and the people, impoverished by the wars, were abandoned. In this environment, a revolutionary sect, the Albigensians, arose in the French town of Albi. They distorted the Gospel but were very attractive because of its denunciation of the wealth and worldliness of the clergy.
Domingo de Guzmán had studied in Palencia and had already set an example of poverty among his classmates when he sold his books saying "I can't study in dead skins while my brothers are starving." Understanding the need to accompany preaching by example, he preached among the Albigensians, exhorting bishops and monks to live according to the spirit of the Gospel. When a bishop appeared surrounded by servants and armed men, he reminded him that the Christian's weapons are faith and the Word of God. Even when the Pope commanded a crusade against the Albigensians, he continued to insist that the Gospel should be spread through the ministry of preaching.
As the Pope had forbidden the foundation of new orders, Dominic organized his preachers according to the old Rule of Saint Augustine, introducing some modifications. The Dominicans or "preacher friars" would be a mendicant order: they should not have riches, they would live off the alms that the faithful wanted to give. He immediately dispersed his children by sending them to study in Paris, Bologna and Rome. 'Piled up wheat,' he said, 'rots. Only when it is spread does it bear fruit.
Thus he created an order of learned friars, dedicated and well prepared to proclaim the gospel without falsifications, to which, in time, the greatest theologian of all time would belong: Saint Thomas Aquinas.
Often, in times of crisis, the temptation appears to reform the Church from the outside, breaking communion. Santo Domingo contributed to the true reform that the Holy Spirit promotes permanently in his Church from within, through his saints.
The Virgin Mary had appeared to him with a rosary in Her hand and had promised that this prayer would be an effective instrument to achieve the conversion of hearts. Since then the Church has not stopped recommending the daily recitation of the Holy Rosary. May God let Our Lady to teach us also the value of this prayer.
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