lunes, 17 de agosto de 2020
Lunes de la vigésima semana del Tiempo Ordinario
Se habla mucho, incluso en la Iglesia, del problema de la pobreza pero no se habla tanto de la virtud de la pobreza.
El Evangelio no ofrece soluciones para la pobreza como problema. Más aún, cuando Jesús dice «a los pobre los tendréis siempre con vosotros» parece sugerir que con ese problema tendrá que lidiar cada generación sin que ninguna lo solucione para siempre.
Pero el mismo Evangelio es radical cuando enseña que solamente en la pobreza voluntaria es posible seguir a Cristo.
A pesar de esa radicalidad los cristianos nos encontramos a menudo en la misma situación que el joven rico. Cualquiera de nosotros sabe, como él, que el adulterio, el robo o el asesinato son incompatibles con el seguimieto de Cristo si no hay arrepentimiento y, en la medida de lo posible, reparación del daño causado por el pecado. En cambio nos sigue costando entender que la pobreza no solamente no es un mal absoluto, como el pecado, sino que, abrazada voluntariamente por el Reino de los Cielos, es una virtud que nos haría más libres y más fuertes.
El problema de la pobreza es viejo y nadie ha encontrado hasta ahora una solución para él. El problema del apego a las riquezas es también muy viejo pero para ese problema sí hay solución. El joven rico es la prueba de que un hombre que lo tiene todo no será feliz si está atado a sus bienes. Jesús, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, María, José y todos los santos, son la prueba de que la pobreza voluntaria libra el corazón de muchas ataduras y lo dispone para vivir la verdadera caridad.
Quiera Dios que nuestra devoción a la Virgen Santísima nos lleve a vivir con alegría según el modelo de pobreza que se nos ha dado en Jesús y en Ella.
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Monday, August 17th, 2020
Monday of the Twentieth Week in Ordinary Time
There is much talk, even in the Church, about the problem of poverty, but not so much about the virtue of poverty.
The Gospel does not offer solutions for poverty as a problem. Furthermore, when Jesus says "you will always have the poor with you", He seems to suggest that each generation will have to deal with this problem without any of them solving it forever.
But the same Gospel is radical when it teaches that only in voluntary poverty is it possible to follow Christ.
Despite this radicalism, Christians often find ourselves in the same situation as the rich young man. Any of us knows, like him, that adultery, theft or murder are incompatible with the following of Christ if there is no repentance and, as far as possible, reparation for the damage caused by sin. On the other hand, it continues to be difficult for us to understand that poverty is not only not an absolute evil, like sin, but that, voluntarily embraced by the Kingdom of Heaven, it is a virtue that would make us freer and stronger.
The problem of poverty is old and no one has yet found a solution for it. The problem of attachment to wealth is also very old, but for that problem there is a solution. The rich young man is proof that a man who has everything will not be happy if he is tied to his riches. Jesus, Who being rich became poor to enrich us with His poverty, Mary, Joseph and all the saints, are the proof that voluntary poverty frees the heart from many ties and disposes it to live true charity.
May God grant that our devotion to the Most Blessed Virgin leads us to live with joy according to the model of poverty that has been given to us in Jesus and in Her.
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