San Miguel de Salinas
jueves, 30 de mayo de 2024
Nicole B es natural de Chile. Está casada y tiene tres hijos. Llegó con su familia a Barcelona y allí tuvieron una mala experiencia. Buscaron entonces un lugar más amable y barato para vivir y recalaron en San Miguel de Salinas donde se sienten muy felices. Pero Nicole tuvo un problema con su espalda, gastaron sus escasos ahorros en una operación que ha sido un éxito y ahora, sin trabajo y sin dineros, han tenido que acudir a Cáritas. Se presentó ayer en la iglesia con una misionera evangélica que venía a recomendarla. Intercambiamos nuestros números de teléfono y por la tarde, la llamé. Según me dijo, estaba ella orando, llorando y clamando a Dios cuando sonó su teléfono y apareció mi nombre en la pantalla. Quedamos en vernos hoy a las 9:00.
Hoy, a las 9:00, como estaba previsto, me he encontrado con Nicole. Es una mujer dulce y fuerte, muy inclinada a la risa, evangélica… Al parecer ha hecho suyo el lema deTeresa Arsuaga: «no dramatices». Al preguntarle que si su esposo es también evangélico me ha respondido con una sonrisa: «No, padre Javier… ¿Puedo llamarlo así? Mi esposo todavía no conoce al Señor».
Hemos estado hablando durante una hora y media. Me he quedado con ese «todavía», con la dulzura y la risa de Nicole que me ha parecido como uno de esos gorrioncillos del campo por los que tanta simpatía sentía Jesús.
A las 10:30, como de costumbre, he expuesto el Santísimo. Como de costumbre, Andrés ha incoado el Pange lingua. Luego, a las 11:00 misa de la memoria de san Fernando. Y le he pedido a Andrés que vuelva mañana para celebrar por todo lo alto la Visitación.
Como es jueves, después de misa he salido para La Lloseta. Y he vuelto justo a tiempo para dar la bendición con el Santísimo en Los Montesinos y para celebrar allí la misa de 20:00.
De regreso a San Miguel, pasando por un paraje solitario cerca del lugar conocido como La Marquesa, me ha sorprendido —¡zas!— la revelación de un paisaje que parecía un cuadro de Jaime Lafuente Sansano. He aparcado el coche al borde de la carretera para contemplar el milagro: una vieja casa de adobe rodeada de altísimas palmeras y, al fondo, un sol poniente que incendiaba el cielo y anegaba en lágrimas mis ojos.
Ya he vuelto a casa. Ahora voy a llamar a Prado para felicitarla por su cumpleaños.
Muchas gracias D.Javier por su felicitación
ResponderEliminar:-)
EliminarMe gusta mucho eso de No dramatices.
ResponderEliminar