lunes, 25 de mayo de 2020

Parroquia en fase 1 (14)

lunes, 25 de mayo de 2020
Santa María Magdalena de Pazzi

Para todo el día:
«Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo». (Jn 16, 33)

Para la Misa: 
Hoy celebramos los cumpleaños de Blanca V.C., de Cari (1947) y de Michael Sheridan (1947). 
Hay que celebrar la Misa pro populo de Torremendo. 
Y la memoria de santa Magdalena de Pazzi que vio a su madre feliz y contenta en el purgatorio. ¡Qué bien!
Misa de doce y media en San Miguel:
Hemos sido nueve. Han venido Joan, Teresa, Carmela, Gloria, Isabel, Michael (que cumple setenta y tres años), Carmen y un ser humano extranjero al que no conozco. No ha venido Jeanette, qué raro. 
He predicado porque es Pascua. 

Hoy doña Nati ha preparado la comida para Simon y para mí. Además, Teresa me ha regalado una tapa generosa de pulpo al vino. 

Había quedado en llamar a Patricia las cuatro. La he llamado a las cuatro y dos minutos y ma ha saludado diciendo que daba por supuesto que se me habría olvidado llamarla. Que Pablo está en Villalba y que Ignacio ha terminado su curso en el Conservatorio. 
A las cuatro y media nos hemos despedido porque han llegado los de Vega Fibra para arreglarme el wifi. 
A las cinco Decenario al Espíritu Santo: el fruto de la Paciencia. 
A las seis había quedado con Simon. Ha venido a la seis y media y nos hemos ido en mi lujoso Seat León a comprar un saco de cemento-cola blanco para pisicinas a Cash & Carry. Nuestro gozo en un pozo. Cierran a las seis. 
Hay que hacer algunas llamadas:
Aurelia ha salido hoy del hospital pero van a seguir yendo a su casa para atenderla allí. 
Jeanette no contesta. 
Cita con Newman:
Lunes de la Octava de Pentecostés de 1835. 
La expansión de los reinos humanos la dirige la prudencia pero la realiza la espada y suele ir acompañada de hechos culpables: usurpación, invasión, conquista y tiranía. La misma sabiduría del mundo que despreció a los apóstoles debe reconocer ahora que ellos solos no habría podido ser los artífices de la maravillosa propagación de la Iglesia. 
En medio del mayor Imperio jamás conocido surgieron miles de comunidades que profesaban la misma fe y aceptaban una misma disciplina. El hermano, el hijo, la madre, la esposa, el amigo se alistaban en el nuevo ejército que iba cubriendo la tierra y que, después de bautizar a los últimos emperadores, enterró el Imperio «tomó su lugar, se ganó a los invasores, sometió a sus reyes y, por último, reinó con poder supremo. (…) Y hasta hoy dura esa dinastía inaugurada por los apóstoles». 
Cristo y sus apóstoles previeron todo esto con una mezcla de alegría y de tristeza, como presagiando las corrupciones que se darían en la misma Iglesia, las que «todos los  cristianos hemos permitido que tengan lugar».
Esto bastaría «para obligar al crítico más exigente a creer en la divinidad del Cristianismo». El sermón acaba con estas palabras: «Pero mañana, si Dios quiere, añadiremos algo más». 

Y un poco de Twardowsky:

¡Oh Dios, infinitamente santo, poderoso y risueño;
que has creado al papagayo, a la víbora y a la rayada cebra;
que has dado la vida a la ardilla y al hipopótamo;
que con los bigotes del abejorro haces cosquillas a los teólogos!

Hoy, sintiéndome triste, angustiado y a oscuras,
quisiera despertar en Ti una sonrisa.

22:12
Por fin contesta Jeannete. Ha estado mal. Se encuentra mejor. Espera poder venir mañana a Misa. 

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