miércoles, 15 de abril de 2020

Martes de la Octava de Pascua en una iglesia vacía

martes, 14 de abril de 2020
Martes Santo

Seguimos, durante toda la octava de Pascua, celebrando la resurrección del Señor como si fuera el primer día de la semana. No salimos del primer día de la semana, cuando la primera iglesia todavía lloraba por la muerte del Señor. 
La imagen de María Magdalena llorando junto al sepulcro de Jesús nos habla de la desolación de la Iglesia. Una vez le preguntaron a Jesús: «Por qué tus discípulos no ayunan?». Y Él contestó que los amigos del novio no pueden ayunar cuando están con el novio pero si un día les quitan al novio, entonces ayunarán. 
La primera Iglesia ayunó y lloró durante tres días, desde el Viernes Santo a la hora de nona, cuando el Salvador muere en la Cruz, hasta el domingo por la mañana cuando una mujer enamoradísima busca lo úinco que ella piensa que puede encontrar: el cuerpo muerto de aquel a quien ella sigue considerando su Señor. Cuando le preguntan «¿qué buscas?», ella responde: «a mi Señor».
¿Qué sería la Iglesia sin Jesús? Pues una Magdalena tristísima que habría muerto de pena hace dos mil años. Herido el Pastor se habrían dispersado las ovejas. 
Pero esa Iglesia desolada desde el Viernes Santo se encuentra con Cristo en la madrugada del domingo y se llena de alegría. La Iglesia acobardada se encuentra con Jesús y se convierte en Iglesia misionera. Las ovejas dispersas se reunen de nuevo en torno al altar para celebrar la victoria de Cristo sobre la la muerte y para celebrar su memorial hasta que vuelva. 
Teresa ha leído la primera lectura que está tomada de los Hechos de los Apóstoles y allí se ve esa transformación de la Iglesia que ahora anuncia por medio de San Pedro, ya sin miedo, la resurrección de Cristo. 
Se preguntaba el cardenal Newman, ahora San Juan Enrique Newman, por qué Jesús no se apareció a todos y quiso aparecerse solamente a unos pocos —unos quinientos— y nosotros no sabemos el por qué pero sí el para qué. Jesús se aparece a unos pocos para suscitar testigos de su resurrección. La providencia de Dios ha decidido que la salvación se realice por el ministerio de la predicación. Jesús habla a María Magdalena, María a los Apóstoles, los Apóstoles al mundo entero. Y así se propaga la buena noticia de corazón a corazón. Cor ad cor loquitur, era el lema del cardenal Newman: el corazón habla al corazón. 
Ha querido Dios que la salvación se propague por la predicación, el apostolado y los sacramentos para que se vea que la obra es suya y no de la elocuencia humana o de la humana capacidad de organización.
Jesús resucitado encarga a su Iglesia que anuncie el evangelio y bautice a los que crean, que perdone los pecados en el sacramento de la penitencia, que unja a los enfermos, que celebre el memorial de su Pasión en la Eucaristía…Y promete que, cuando su Iglesia haga eso, Él estará con ella.
Unos pocos, que sin Cristo nada podrían, se hacen fuertes en la fe y se convierten en levadura que hace fermentar toda la masa, sostienen la esperanza y llenan de alegría el mundo. 
Reina del Cielo, alégrate. Que se alegren la Iglesia y el mundo entero porque, verdaderamente, ha resucitado el Señor. 

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