jueves, 2 de abril de 2020

Décima cuarta homilía en una iglesia vacía

jueves, 2 de abril de 2020
Jueves de la V semana de Cuaresma :-)

El jueves es día eucarístico y sacerdotal.
Hoy se nos habla en las lecturas de la fidelidad de Dios: «El Señor se acuerda de su Alianza eternamente». Dios no olvida las promesas que hizo a Abrahán ni la Alianza que selló con su pueblo. Y a esa fidelidad, a esa memoria de Dios debemos responder nosotros con fidelidad: «Por tu parte guarda mi alianza, tú y tus descendientes en sucesivas generaciones».
Nosotros no tenemos tan buena memoria como Dios y, fácilmente, nos olvidamos de Dios y de sus promesas. Por eso el mismo Dios nos tiene que recordar por medio de sus profetas:
«¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca».
También la Iglesia tiene como misión fundamental hacer memoria de Jesucristo resucitado de entre los muertos para que no olvidemos cuál es la raíz de nuestra esperanza.
La promesa de Dios a Abrahán «de ti haré un gran pueblo» ya se ha cumplido. Miles de millones de hombres en todo el mundo llamamos a Abrahán «nuestro padre en la fe». Pero Jesús hace una promesa aún mayor: «En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
Los que escuchan a Jesús se escandalizan porque esa promesa solamente puede hacerla el mismo Dios y, con ese escándalo, preguntan: «¿Eres tú más que Abrahán? ¿Por quién te tienes?». Y Jesús ratifica su promesa diciendo que Él es antes que Abrahán y que Abrahán vive y ha visto su día por la fe, y ha saltado de gozo.
Vamos a celebrar la Eucaristía en la que nos alimentamos con el Cuerpo glorioso de Cristo. El mismo cuerpo que pendió, muerto, en la Cruz resucito a la Gloria y así, glorioso, se nos da como alimento el que vive para siempre.
Hacemos hoy la conmemoración de san francisco de Paula, un religioso que nació a principios del siglo XV y murió a principios del XVI. Vivió casi cien años. Quería que sus hijos viviesen siempre como en Cuaresma, en una pobreza y austeridad total y entregados a la mortificación y la penitencia. Pero les decía que, más que por la penitencia, debían ser conocidos por la caridad y tomar como lema las palabras de Jesús: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros».
Otro gran santo, san Pedro Crisólogo decía: «Lo que es la lluvia para la tierra, eso mismo es la misericordia para el ayuno». Como la lluvia hace fecunda la tierra, la misericordia hará que nuestra Cuaresma dé sus frutos. Todavía estamos en tiempo de Cuaresma, de asuteridad y penitencia. Pero ser austero no significa querer menos sino querer más y, por eso mismo, estar más alegres.
Muchos de vosotros, la mayoría, no podréis comulgar. Pero todos podemos hacer ahora una comunión epiritual: «Yo quisiera, Señor, recibiros co aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra santísima madre; con el espíritu y fervor de los santos». 

4 comentarios:

  1. Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza, humildad y devoción con que te recibió tu santísima madre; con el espíritu y fervor de los santos.

    Este encierro creo que purifica mejor el deseo y comunión sacramental y asistir con más devoción a Misa, sin rutina, sin distracción...
    Abrazos fraternos.

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    1. Alguien propuso vivir el encierro con la ilusión de quien prepara su primera comunión. Y me parece una buena idea: prepararse para la primera comunión después del encierro. :-) Un abrazo.

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  2. me uno del todo al comentario previo. En Jesucristo y su Iglesia somos todos UNO.
    Gracias Don Javier

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  3. Gracias a usted:Ut omnes unum sint. :-)

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Es usted muy amable. No lo olvide.