viernes, 3 de abril de 2020

Décima quinta homilía en una iglesia vacía

viernes, 3 de abril de 2020
Viernes de la V semana de Cuaresma

Hoy es primer viernes de mes.
Por otra parte, aunque la fiesta de la Virgen de los Dolores se trasladó al 15 de septiembre, este viernes de la semana de Pasión sigue siendo recordado como Viernes de Dolores.
Y tiene sentido que, a la gran meditaición sobre la Pasión del Señor  que es la Semana Santa, preceda la meditación de la compasión de la Virgen y de su propio martirio —testimonio doloroso de la fe— que comenzó cuando Simeón profetizó: «y a ti, una espada te atravesará el alma».
Decía san Bernardo, —aquel gran amador de Nuestra Señora—  que era imposible que los clavos atravesaran la carne del Hijo sin atravesar también el alma de la Madre.
Hoy quisiera tener un recuerdo especial para las chicas de la cofradía de la Virgen de los Dolores que con tanto cariño custodiais y veneráis su imagen en la parroquia durante todo el año.
Sabéis mejor que yo que en ese rostro bellísimo, bañado por las lágrimas, se refleja la compasión de la Madre de Jesús. Pero también sabéis, y mucho mejor que yo, que la compasión no es plañidera; que no se manifiesta solo ni principalmente con las lágrimas sino con el servicio al más débil. Ser compasivo como el buen samaritano es detenerse para socorrer al que está malherido al borde del camino. Ser compasivo como la Verónica es atreverse a salir del anonimato y, en medio de una multitud que se ha vuelto loca y se ensaña con el inocente, tener el coraje dar un paso adelante para enjugar su rostro. Ser compasivo como Santa María es, depués de haber acompañado a su Hijo durante toda la vida, llorar en silencio junto a la Cruz y luego esperar en vela la resurrección.
Madre Dolorosa hoy te felicitamos porque en ti se han cumplido todas las bienaventuranzas. Y, porque con tus lágrimas alumbraste nuestra alegría, te damos gracias. Madre compasiva, alcánzanos a todos la gracia de un corazón compasivo y misericordioso.  

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