jueves, 8 de mayo de 2025

Diario. Era por mayo.

 San Miguel de Salinas

jueves, 8 de mayo de 2025



A las diez se abre la puerta del confesonario. Es Bernardo:

—¿A qué hora es la misa?

—A las once.

—¿A las once?

—Sí, Bernardo. 

—¿Cuánto falta?

—Una hora. 

—¿Una hora?

—Sí.

—¿Está contento en San Miguel? 

—Muy contento. 

—Yo también. Lo quiero mucho.  


A las diez treinta y cinco se abre la puerta del confesonario. Es Joan. Que si recuerdo que hoy es jueves y que tenemos bendición. Salgo pitando para la sacristía. Andrés ya está al órgano. 


A las once estoy revestido y preparado para salir al altar cuando, de repente, recuerdo que hoy viene a celebrar el arcipreste. Vuelvo a la sacristía para despojarme de los ornamentos. 


Cuando el arcipreste termina la misa, me despido de él y salgo para Orihuela porque tengo que recoger allí a don Francisco H. Al pasar por La Aparecida observo que han florecido —¡oh!— las falsas caobas. 


A las tres ya he comido y he llegado a La Torre. Rosario por el palmeral, oración en la ermita y lectura en el sillón de la abuela Paquita. 

A las seis salgo para San Miguel y, tres cuartos de hora después, llego al aparcamiento de Más y Más y me entero —¡oh!— de que ya ha habido fumata blanca. 

Llego a la sacristía a tiempo para asistir al anuncio —habemus Papam— y darle al volteo de campanas mientras sale al balcón León XIV que nos saluda, como Cristo resucitado, con la paz.

¿Resume una locutora las primeras palabras del Papa diciendo que, que según el Papa, creer en Cristo es creer en el desarme? Sí. 


Salgo para Los Montesinos. Celebro allí la misa de ocho. Como allí es costumbre que el sacerdote predique todos los días, hago una breve homilía que comienza así: «Pedro ha hablado por boca de León». Luego hago un recorrido por la historia del papado prestando especial atención a los trece pontificados de Leones y a los principales concilios;  explico el dogma de la infalibilidad pontificia; combato esos cúmulos de herejías de que son el protestantismo, el modernismo y el americanismo; explico la doctrina de las indulgencias y la doctrina de la transustanciación y acabo así: «Todos con Pedro a Jesús por María y, así al Cielo, a la Patria que nos ha preparado el Padre». 


A las ocho cuarenta y cinco salgo para San Miguel. Detengo el coche en La Marquesa para contemplar el paisaje. 

Este humilde rincón de la provincia de Alicante debería ser declarado Patrimonio de La Humanidad o algo así. 

A esta hora —cuando el sol se está poniendo entre las palmeras— y en este mes de mayo que ha cubierto las tapias de bunganvilias y los caminos de macizos de lantanas, quiero regar esta soledad con mi silencio para que nada se pierda y para que el tiempo, que suele conducirnos suave y dulcemente hacia el olvido, quede aquí derrotado, para siempre, por el recuerdo de las flores, del sol y del «habemus Papam».

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