San Miguel de Salinas
sábado, 2 de agosto de 2025
I
Agenda parroquial de hoy
10:30
Confesonario
11:00
Misa de Santa María en Sábado
18:30
Funeral
19:15
Bautizo de Bernia
20:00
Misa de víspera del domingo XVIII del Tiempo Ordinario
21:00
Charla con Mari
II
El libro del Levítico ordenaba la liturgia de Israel con sus fiestas y eso. Cada siete años, un año sabático. Cada siete años sabáticos un año jubilar.
III
Sorpresa: doña Nati y yo estamos invitados a comer en casa de Irene y de Raúl. Allí encontramos a Roberto, a Óscar, a Eva y a Miguel. Luego llega María, la muchacha lituana a cuya simpatía no es insensible Roberto.
Como vamos a bautizar a Bernia, cuya familia es amiga de la familia, alguien me pregunta que qué pasa si una niña se bautiza con el nombre de una sierra como Bernia o Aitana.
Entonces Eva recuerda que durante muchos años no celebró su santo porque todos los curas a los que preguntaba le decían que Eva no fue santa y que no se conocía ninguna santa llamada Eva.
Yo no he dicho nada pero recordado que el único monaguillo de san Miguel lleva el nombre de un demonio: Samael.
Entonces Miguel me ha preguntado que si yo podría localizar a un sacerdote de Madrid que hizo la mili con él. He mandado un wasap a Juan Carlos R y me ha contestado en seguida: no solamente lo conoce él, también lo conoce mi prima MGC, porque es su párroco. Misión cumplida.
Comemos un arroz que ha hecho Roberto y que todos —excepto su padre y su hermano Óscar— elogiamos mucho.
IV
Viene don José María para celebrar el funeral. Un funeral muy concurrido.
V
También para el bautismo de Bernia se reúne un gentío y, sin embargo, no hay que lamentar víctimas.
VI
La misa de ocho empieza puntualmente y la iglesia está llena.
El evangelio del domingo pasado nos llevaba a Getsemaní, al huerto de los Olivos en el que Jesús dio a sus discípulos una catequesis sobre la oración y les enseñó el Padrenuestro.
Hoy las lecturas nos hablan de dónde debe estar puesto el corazón de los que quieren rezar el Padrenuestro.
Vanidad —dice la primera lectura— es trabajar y trabajar para que el fruto de tus sudores se lo lleve uno que nunca se esforzó por nada.
San Pablo: que pongamos el corazón en las cosas del Cielo, en lo que dura para siempre.
Al que se acerca a Jesús pidiéndole que actúe como juez de paz en un litigio que tiene con su hermano por cierta herencia, Jesús se lo quita de encima con un: «¡Hombre!».
Luego, a los que están por allí y a nosotros nos recomienda que no seamos codiciosos. Y nos cuenta una linda y verídica historia: la del hombre que tuvo una gran cosecha. Tan grande que no le cabía en sus graneros. Ese día aquel hombre se convirtió en uno de nosotros, los ricos. Ahora, sus problemas ya no eran los de esos niños de la India o de África que tienen hambre y sed, o los de esos niños de Gaza que se despiertan en un hospital y allí se enteran de que sus padres y sus hermanos han muerto. Ahora, sus problemas eran los problemas de los ricos:
—Ya no me caben más libros en mi biblioteca. Necesito una biblioteca más grande.
—Ya no me cabe más ropa en mi vestidor: necesito un vestidor más grande.
—Mi nuevo coche —un Lamborghini— ya no cabe en mi garaje. Necesito un garaje más grande.
Conforme voy predicando estas cosas, me da un poco de risa y veo que algunos de los congregados sonríen y me acuerdo de La gracia de Cristo, pero no recuerdo si don EGM comentó allí esta parábola tan graciosa.
VII
Lo mejor del día llega al final.
Había quedado con Mari para charlar después de la misa. Lo charlado no está sellado por el secreto de confesión y, si no fuera tan tarde, me pondría a transcribirlo ahora punto por punto.
Mari, treinta años, venezolana recién llegada a España tuvo una madre santa. Eso no lo dice Mari. Mari solamente cuenta su vida —una vida que a mí me habría matado y que no ha dejado en ella ni siquiera un rastro de amargura— desde sus primeros recuerdos hasta la muerte de su madre que, en ese momento y después de largos años de enfermedad y de dolor— pesaba veintisiete kilos.
VIII
A las diez menos cuarto ruego a Mari que me permita invitarla a cenar algo en el Collie. Ella acepta. ¡Qué amable!
Pide una hamburguesa que le recomiendo mucho porque a mí me la recomendó Camila.
Yo pido unas patatas camperas o algo así que me recomendó Camila.
Lo que hablamos durante la cena tampoco está sellado por el sigilo. ¡Ja! Algún día lo contaré.
Después de cenar vamos a la iglesia porque Mari ha dejado sus bártulos de manicura y pedicura en la sacristía.
Ambos rezamos en silencio durante unos minutos ante el sagrario.
Luego cerramos la iglesia. Digo «cerramos» porque, cuando voy a cerrar la falleba de la puerta, se me agarrotan las articulaciones y no puedo. Justo entonces, Mari, dice: «Déjeme a mí, padre». Y va ella y la cierra como si nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Es usted muy amable. No lo olvide.