viernes, 9 de mayo de 2025

Diario. Viernes, 9 de mayo de 2025

 La Torre

viernes, 9 de mayo de 2025


6:00

Ya las aves empiezan a dar con sus voces señales del alba. 

7:00

Voy saliendo del pueblo y: ¡Oh! ¿Veis ese sol que veo yo?

Como voy con tiempo, detengo mi Lamborghini en medio de la campiña y para contemplar y fotografiar la cosa en sí. 

8:00

Ya está, ya he celebrado la primera misa del día y —¡viva Uruguay!— he exultado con el doctor G por el habemus Papam

Por cierto, el doctor G me pregunta: «¿Sabes quién me dijo ayer por la mañana que el elegido iba a ser Prevost?». Y al poner yo cara de no saber, añade: «El doctor B». Y entonces recuerdo que antier encontré al doctor B en el hospital y estuvimos charlando y me contó su peregrinación por las siete basílicas romanas. Pero de Prevost no me dijo nada. 


10:00

Me siento en el confesonario de San Miguel. 


11:30

Ya está, ya he celebrado la misa de once. 

¿Con una breve homilía?

Sí. Empezaba asina: «¿Eres cristiano?». Hacia el final preguntaba con fingido escándalo: «¡Cómo! ¿Dices que eres cristiano y no tienes en casa un catecismo?». 

Entonces una señora se ha levantado y se ha ido. 


16:00

Salgo para Torremendo. He quedado con un niño y una niña que harán su primera comunión mañana. Los encuentro con sus madres y con Yoli, su catequista. Ensayamos la ceremonia. Muy bien. Se confiesan. Muy bien. Los dejo con sus madres y con Yoli preparando flores, velas, telas y otras delicadezas de amor para la fiesta. 


20:00 (o así)

Llego a La Torre y me preparo una cena ligera. Luego paseo un poco disfrutando de la última luz del día, de la brisa y de las adelfas que —tímidamente— empiezan a florecer. 


«¿Restaurará León XIV las libertades que Francisco abolió con Traditionis custodes?», preguntan las adelfas. 

«¿Protegerá el carisma que el mal aconsejado Francisco puso en peligro con Ad charisma tuendum?», canta la brisa. 


Con la última luz del día mando callar al viento y a las flores.

jueves, 8 de mayo de 2025

Diario. Era por mayo.

 San Miguel de Salinas

jueves, 8 de mayo de 2025



A las diez se abre la puerta del confesonario. Es Bernardo:

—¿A qué hora es la misa?

—A las once.

—¿A las once?

—Sí, Bernardo. 

—¿Cuánto falta?

—Una hora. 

—¿Una hora?

—Sí.

—¿Está contento en San Miguel? 

—Muy contento. 

—Yo también. Lo quiero mucho.  


A las diez treinta y cinco se abre la puerta del confesonario. Es Joan. Que si recuerdo que hoy es jueves y que tenemos bendición. Salgo pitando para la sacristía. Andrés ya está al órgano. 


A las once estoy revestido y preparado para salir al altar cuando, de repente, recuerdo que hoy viene a celebrar el arcipreste. Vuelvo a la sacristía para despojarme de los ornamentos. 


Cuando el arcipreste termina la misa, me despido de él y salgo para Orihuela porque tengo que recoger allí a don Francisco H. Al pasar por La Aparecida observo que han florecido —¡oh!— las falsas caobas. 


A las tres ya he comido y he llegado a La Torre. Rosario por el palmeral, oración en la ermita y lectura en el sillón de la abuela Paquita. 

A las seis salgo para San Miguel y, tres cuartos de hora después, llego al aparcamiento de Más y Más y me entero —¡oh!— de que ya ha habido fumata blanca. 

Llego a la sacristía a tiempo para asistir al anuncio —habemus Papam— y darle al volteo de campanas mientras sale al balcón León XIV que nos saluda, como Cristo resucitado, con la paz.

¿Resume una locutora las primeras palabras del Papa diciendo que, que según el Papa, creer en Cristo es creer en el desarme? Sí. 


Salgo para Los Montesinos. Celebro allí la misa de ocho. Como allí es costumbre que el sacerdote predique todos los días, hago una breve homilía que comienza así: «Pedro ha hablado por boca de León». Luego hago un recorrido por la historia del papado prestando especial atención a los trece pontificados de Leones y a los principales concilios;  explico el dogma de la infalibilidad pontificia; combato esos cúmulos de herejías de que son el protestantismo, el modernismo y el americanismo; explico la doctrina de las indulgencias y la doctrina de la transustanciación y acabo así: «Todos con Pedro a Jesús por María y, así al Cielo, a la Patria que nos ha preparado el Padre». 


A las ocho cuarenta y cinco salgo para San Miguel. Detengo el coche en La Marquesa para contemplar el paisaje. 

Este humilde rincón de la provincia de Alicante debería ser declarado Patrimonio de La Humanidad o algo así. 

A esta hora —cuando el sol se está poniendo entre las palmeras— y en este mes de mayo que ha cubierto las tapias de bunganvilias y los caminos de macizos de lantanas, quiero regar esta soledad con mi silencio para que nada se pierda y para que el tiempo, que suele conducirnos suave y dulcemente hacia el olvido, quede aquí derrotado, para siempre, por el recuerdo de las flores, del sol y del «habemus Papam».

miércoles, 7 de mayo de 2025

Diario. Miércoles, 7 de mayo de 2025

 San Miguel de Salinas

miércoles, 7 de mayo de 2025 


10:00

He vuelto del hospital donde he celebrado una misa pro pontifice eligendo y me he sentado en el rincón de San Miguel. 

Llega Joan y me habla en un susurro: «Ha venido la dama china con su hermosa sonrisa. Está encendiendo velas y ha dejado una limosna en la bandeja». 


11:00

Segunda misa pro pontifice eligendo. Iba a celebrarla el arcipreste pero han ingresado a su hermana y él tiene que quedarse con su madre. 


20:00

Tercera misa pro pontifice eligendo. A esta hora ya sí, los cardenales están encerrados. Daría cualquier cosa por saber qué les ha dicho Cantalamesa. En el absurdo caso de que el fervorín me lo hubieran encargado a mí, habría glosado brevemente un texto que he leído en El diario de la felicidad. Si la meditación de ese texto me ha hecho bien a mí, ¿cómo no desear que ese bien alcance a los ciento treinta y cinco cardenales encerrados? Sus lindas vestiduras rojas —especialmente allí, en la capilla Sixtina— no pueden dejar de recordarles que, para ellos, la alternativa al martirio solamente puede ser el infierno.

lunes, 5 de mayo de 2025

Diario. Lunes, 5 de mayo de 2025

 San Miguel de Salinas

lunes, 5 de mayo de 2025


A las ocho abro la iglesia y me entrego a mis oraciones. 


A las nueve, los de la oficina de Caja Rural tienen el honor de recibir a su primer cliente del día: yo. Entro humildemente en la oficina y todo se ilumina. 


Ali, su mujer, su hija Ramona, su yerno y sus dos nietas han anunciado que han llegado de Holanda que vendrán a misa de once. Ramona está malita. Después de la misa ella y yo nos sentamos en el rincón de San Miguel para charlar largamente. 

A las doce y media nos despedimos y salgo para el hospital donde me espera Andrés, el organista, porque vamos a celebrar un funeral por el Papa. 

Llego a comer a casa de doña Nati a las tres. Me ha esperado en ayunas. ¡Qué amable!

Visita al Santísimo. Veo un largo programa sobre el cónclave. Voy a la iglesia y me siento para mirar fijamente al sagrario. 

Dan las seis y voy al garaje donde me espera Wilder que se va a llevar el coche de La Torre para lavarlo. 

De vuelta a la casa abadía me encuentro con Analía y charlamos. Luego me detiene Román y me invita a sentarme con él en una mesa de la terraza del JJ porque tiene graves asuntos que tratar conmigo. Le digo que no tomaré nada. Señala a su hijo que está correteando por El Paseo: hay que bautizarlo. Luego me presenta a su hija Sarai y me recuerda que la bauticé hace tres años: está en edad de hacer la primera comunión. Le pido su número de teléfono y mando la información a Teresa para que hable con Román. 

Hago un par de llamadas y escribo esto. 


Vísperas. 

Son las siete y once: vuelvo al garaje para ver si el coche está listo porque tengo que salir para Los Montesinos. Llevo conmigo el tomo cuarto de los Sermones parroquiales de Newman. 

Está lloviznando. Wilder no ha vuelto. Abro el garaje y paseo leyendo la introducción al tomo cuarto. 

A las siete y treinta y cinco, llega Wilder con el coche como nuevo aunque remojado. 

Salgo para Los Montesinos y deja de llover. ¿La verde campiña se extiende hasta las salinas rosadas bajo la juguetona luz del cielo arrebolado? Sí. 

Tercera misa del día. 

Extiendo las manos para hacer la oración colecta y no puedo dejar de fijarme en una araña que pende del micrófono y se balancea sobre el libro de la sede. Al terminar la oración, conforme a las rúbricas, junto las manos y —disimuladamente— atrapo a la araña. Entonces, disimuladamente, me froto las manos. 

Antes de sentarme en la sede con las palmas sobre las rodillas como manda el buen gusto litúrgico, sacudo mis manos para deshacerme del cadáver y asegurarme de que no quedará pegado a la  blanquísima casulla.


De vuelta a San Miguel aparco en el garaje de Más y Más. Mi Lamborghini ya no está allí. Reviso mi WhatsApp y sí, tengo un mensaje de Bruno: que se ha llevado el coche y que puedo pasar mañana a recogerlo. Me felicito. 


Hago la compra y vuelvo a la iglesia. Encuentro allí a una joven vecina de San Miguel. Sentada en el primer banco y sonriente, parece estar escuchando algún tipo de música o mensaje celestial. Intento no hacer ruido y pasar inadvertido. 


Cena ligera en la casa abadía. 


He prometido a doña Nati:

1. Que hoy mismo le devolveré todas las fiambreras —Samira dice que son cinco y yo digo que son dos pero Samira porfía— que me he llevado de su casa. 

2. Que, antes de irme a la camita, pasaré por su casa para besar sus manos. 


Son las nueve y media cuando me pongo a escribir esto y me dispongo a visitar a doña Nati.

sábado, 3 de mayo de 2025

Diario. Sábado, 3 de mayo de 2025

 San Miguel de Salinas

sábado, 3 de mayo de 2025


8:00

Abro la iglesia. 

Oficio de lectura y laudes. 

Me siento para mirar fijamente al sagrario. 


9:00

Me llama Óscar, que viene a verme. 

Lo espero en el rincón de San Miguel. 

Llega y charlamos largamente. Inma me comunica que su padre acaba de morir. Quieren que el entierro sea mañana a las 17:30. 

10:00

Me despido de Óscar y voy a la casa abadía y, mientras pongo una lavadora y me preparo un café con leche pongo algunos anuncios en Fbk. 

Tercia. 

Leo las lecturas del domingo y el comentario de Vanhoye. 

Lectura de I Samuel. 

Lectura del Evangelio. 

Me llama Bruno. Que ha desmontado el mecanismo de la llave de contacto de mi Lamborghini, que no puede hacer un puente, que va a dejar el coche en Más y Más y va mandar la pieza al concesionario. 

Mensaje a Rosario: Que pasaré esta tarde por La Torre para traerme un coche de allí. 


11:10

Me llama Joan. Voy a la Iglesia. 


12:00

Primera comunión de Irene, con coro y todo. 

Entre sus amigas veo —imposible no reparar en esa sonrisa— a Camila. 


13:00

Tiendo la ropa.

Llamo a Wilder para pedirle que me lleve a La Torre esta tarde. 

Lectura del Diario de la Felicidad. 


14:00

Como con doña Nati, Eva, Irene y Raúl. Miguel no ha venido porque está celebrando el día con los quintos. 

Raúl ha traído unas patatas hervidas con su piel y todo que son un prodigio. 

¿Hablamos del apagón? Sí. 

También hablo con el tanatorio de Torrevieja y con el archidiácono porque hay otro entierro mañana a las 18:30. 


15:00

Visita al Santísimo. 

Recojo algunos libros en la casa abadía y voy al garaje de Más y Más para sacar de mi coche el carnet de conducir y las llaves de La Torre. Voy a casa de Wilder.


15:30

Aparecen Wilder y Ana Isabel y salimos para La Torre. 

Aprovecho el viaje para comprar billetes de tren. Ida y vuelta a Madrid en AVE el 27 de mayo, en coche silencioso: 43, 20 euros. Una ganga. 


16:15

Dejo en La Torre los libros que he traído, saludo a Jacobo y a Juan que se están preparando para volver a Madrid, me despido de ellos, y tomo posesión de un pequeño Ford Fiesta que tiene unos treinta años y solamente 120.000 kms. Ideal para mí. Wilder promete que lo limpiará esta semana. Me felicito. Me despido de Wilder y de Ana Isabel porque ellos van a aprovechar para pasear por el puerto y yo tengo que volver a San Miguel. 


16:45

Salgo para San Miguel. 

Misterios gozosos con BXVI. 


17:30

Llego a la gasolinera de San Miguel y lleno el depósito con gasolina de 65 octanos. A continuación, como todas las calles están cortadas porque hay una carrera de bicis, busco un aparcamiento a la intemperie. Hallo uno no lejos de la casa abadía. Me felicito. 


17:45

Voy a la casa abadía y trasteo en las RR SS.


18:00

Me llama Carmen. Que si no hay misa. Que sí, que a las 20:00 porque ha empezado el horario de verano. Qué ah, que pensaba que el horario de verano empezaba el sábado que viene. 

Voy a la iglesia.

Vísperas. 

Me siento para mirar fijamente al sagrario. 


18:50

Vuelvo a la casa abadía.

Empiezo a leer Figurantes de Javier Aranguren

«Cuando era adolescente nos pidieron en el colegio que leyéramos un libro de Azorín». 

Cierro los ojos y evoco el colegio en el que estudiamos Javier Aranguren y yo. 

«Se titulaba Memorias de un joven filósofo… la edición era mala y las páginas se despegaban al pasarlas ».

Cierro los ojos y veo el librito azul de Austral: Las confesiones de un pequeño filósofo. Y recuerdo que, en efecto, aunque uno tratase el libro con delicadeza, era imposible leerlo sin desencuadernarlo todo. 


19:30

Suenan las campanas. Colijo que Teresa ha llegado a la iglesia. 


20:00

Misa de la víspera del tercer domingo de Pascua. 

La lectura del Evangelio es una maravilla de emoción y de misterio y solamente me pregunto por qué le han cortado esa escena maravillosa en la que san Pedro va paseando por la playa con Jesús y ve que el discípulo amado va detrás de ellos y pregunta a Jesús en plan coleguita: «¿Qué hacemos con este?». Justo entonces Jesús —que no era papista ni clerical— lo pone en su sitio: «¿Y a ti qué te importa?». 


21:00

Como la carrera de bicis ha terminado voy a recoger mi Ford Fiesta. Aprovecho para hacer una compra en Más y Más donde solamente se habla del Lamborghini del cura que está varado en el aparcamiento. 

Hago mi compra humildemente y voy repartiendo bendiciones claras y explicaciones confusas. 

Y luego aparco el FF en el garaje de la parroquia, apago las luces y cierro las puertas de la iglesia, vuelvo a la casa abadía, preparo una cena ligera, la bendigo con la fórmula de Camila, me la zampo y escribo esto.