San Miguel de Salinas
Martes, 16 de diciembre de 2025
Hasta la hora de la misa me quedo en casa, envuelto en capas y capas de ropa de abrigo y mantas.
A las diez salgo a la calle, abro la iglesia y preparo la misa.
Después de la misa de once salgo para Torremendo porque tengo una reunión con la administradora del cementerio parroquial. Se trata de un ser humano extraordinariamente amable y eficiente. La reunión se me hace corta.
Luego vuelvo a San Miguel y aún tengo tiempo para llevar al banco las colectas del fin de semana.
Doña Nati está en Alicante. Me preparo un plato de pasta.
Hoy no hay sesión de Brahms: voy a zamparme «Lux», de Rosalinda.
Confiando en el aspecto virginal que presenta la moza en la portada del álbum, busco el videoclip de «Perla». No tardo en concluir que los encantos de la dulce Rosalinda podrían seducir a varones mucho más íntegros que yo hasta el punto de conseguir de ellos la cabeza de Juan, el Bautista. Decido entonces escuchar sin mirar y prestar atención a las letras.
Concluyo:
1. Lo menos bueno: Dios es un stalker. Aunque el título es muy bueno.
2. Lo muy bueno: el fado intitulado Memória.
3. Lo óptimo: el humor que trasciende esa música y que borra la amargura que deja en el alma la vasca Alauda Ruiz con Los Domingos… y ese milagro de cantar en lenguas.
Tengo que ir a celebrar misa en Los Montesinos. No me sostienen las piernas. El cansancio que siento hay que atribuirlo:
1. A la medicación que estoy tomando.
2. A la gripe que acabo de superar.
3. A otras causas.
Pido un taxi y un amable taxista me lleva a Los Montesinos.
Después de misa, Wilder no solamente va a buscarme a Los Montesinos sino que me acompaña a hacer la compra en Masymas, me devuelve a la casa abadía y me ayuda a subir los víveres al piso. No carezco de nada.
Mensaje al grupo de la capellanía del hospital. Que no me esperen mañana. Que iré el viernes, si Dios quiere.
Ceno un huevo duro con sal del Himalaya. Luego voy a la iglesia para rezar completas y para apagar las luces y para cerrarlo todo antes de irme a la camita pero —mira por dónde— paso ante la imagen de san José que lleva al Niño de la mano y me quedo allí un rato mirando ora al gigante san José, ora al Divino Infante y me encanta mucho que el mismo Dios nacido de María Virgen —porque para Él nada es imposible— haya querido crecer de la mano de un varón de la casa de David llamado José.
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