San Miguel de Salinas
domingo, 28 de diciembre de 2025
6:00
Me despierto en La Torre. El piso está caldeado y no da miedo salir de la camita. Envuelto en mi bata azul me dirijo parsimoniosamente a la cocina donde anoche dejé preparado todo para el desayuno. Solamente hay que tostar el pan, hacer el café, añadirle una nube de crema y cortar el queso. ¡Oh!
6:45
Oficio de lectura y laudes paseando por el piso caldeado,
7:10
Me siento en el sillón de la abuela Paquita, me cubro las piernas con una manta no porque haga frío sino para verme como un anciano jubilado y jubiloso. En las manos sostengo un libro falso. Está forrado de terciopelo rojo y decorado con una estrella de Navidad. Al abrirlo no aparecen páginas impresas. Bueno, sí; a la izquierda hay una página impresa en la que puede leerse:
Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador, que es el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
A la derecha, empero, en vez de páginas hay un minibelén en relieve: la Sagrada Familia, un corderito y —al fondo— un arco roto y un cielo estrellado.
Empiezo a hacer mi oración. Este año, la fiesta de la Sagrada Familia —domingo dentro de la octava de Navidad— cae en 28 de dciembre, día de los santos Inocentes.
El evangelio de la misa nos habla precisamente del segundo, tercer y cuarto sueño de José.
En el primero se le reveló el misterio de la encarnación: No temas recibir a María porque lo que ha concebido viene del Espíritu Santo. Y José, contento.
El segundo es un aviso y una orden: Herodes quiere matar al Niño. Huye. Y José se levanta en la noche… ¡Menuda noche!
Jesús aparece aquí como el nuevo Moisés. ¿No hubo malvado faraón que mandó arrojar al Nilo a los bebés de los hebreos? Ved aquí a otro tiranillo —Herodes— drecretando la muerte de todos los niños nacidos en Belén y en los alrededores.
La tiranía comunista china prohibía a las mujeres —hasta hace poco— tener más de un hijo. Si después de dar a luz a un hijo se quedaban embarazadas se las obligaba —si era necesario llevándolas a rastras— a abortar. Esto no ocurrió en tiempos lejanos sino que ha ocurrido entre nosotros, a la vista de todos. Un holocausto conocido por todos. ¿Protestó la ONU? ¿Protestaban las feministas? ¿Protestaban los reyes de la tierra? ¿Protestaba Amnistía Internacional? ¡Raza de víboras!
En Españita hubo un tiempo en que la paternidad y la maternidad se valoraba. Las familias numerosas recibían, no solamente ayudas económicas, sino honores.
De la noche a la mañana, sin que se sepa cómo, el ambiente cambió en Españita. A las mujeres que tenían más de dos hijos, las vecinas las llamaban «conejas»; el diario El País —dirigido por un antiguo falangista revenido en socialista— se burlaba de ellas sugiriendo que pertenecían a alguna secta y los curas afeminados las llamaban «irresponsables».
Vuelvo a recordar a esa madre de ocho hijos que me contaba que su ginecólogo, cuando la reconoció en su tercer embarazo, la amenazó: si vuelves a quedarte embarazada no te atenderé. Volvió a quedarse embarazada y a dar a luz cinco veces más. Cambió de ginecólogo, claro.
Ríete tú de los faraones y de los comunistas chinos. Un paleto al que le dan una bata de médico, puede creerse que es Dios y que es capaz de decirle a una mujer cuántos hijos puede tener. Una Charo cualquiera puede ser ministra y decir —dos ministras socialistas lo han dicho— que lo concebido en el seno de una mujer ni es humano ni está vivo.
¿Ocurrieron estas cosas en Troya, cuando Aquiles? No, sino entre nosotros, en la era de Sarah Santaolalla; en plena Charocracia, cuando las feministas —sin argumentos— gritan más que nunca pero nunca para defender a la madre y, menos que nunca, para defender a la madre de familia numerosa.
Todo esto se me ocurre mientras contemplo el Nacimiento de mi libro falso.
Lo miro más atenta, más intensa y más amorosamente y se me figura que aparecen allí mis hermosos padres: José Antonio y Ana María. Y entiendo que, al mandamiento de honrar al padre y a la madre, lo hayan llamado los santos el dulce precepto.
Y estoy encandilado con eso cuando recuerdo a B. Es un amigo que me abrió su alma tal día como hoy pero de hace seis o siete años. Me había oído predicar el dulce precepto en la fiesta de la Sagrada Familia. Vino a verme y me dijo con estas o semejantes palabras:
«¿Cómo puedo yo honrar a mi padre? Ha sido siempre un tirano. Ha maltratado mucho a mi madre. Mis hermanos y yo hemos visto cómo le daba palizas y la dejaba, luego, encerrada y sin comer durante días”.
No me costó nada tranquilizarlo porque el padre de B no puede dar un paso sin ayuda y son sus hijos y su amable y sufrida esposa los que lo ayudan a caminar y a vivir.
Pero sigue costándome mucho explicar a los feligreses que ser santo no es decir cosas bonitas sino hacer cosas bellísimas.
10:00
Misa en Torremendo.
11:00
Funeral en Torremendo.
12:30
Misa en San Miguel.
17:00
Fiesta de catequesis en San Miguel.
La verdad: ¡qué linda fiesta!
Empieza en los locales parroquiales donde las catequistas y los padres de los catecúmenos han preparado bizcocho, mona y chocolate.
Sigue en El Paseo donde Manola —catequista y belenista— catequiza a los niños hablándoles de Herodes y de todo eso.
…
Odio ser prolijo.
Sería prolijo si me empeñase en convertir mi diario en un informe.
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