La Torre
lunes, 23 de junio de 2025
El sábado desayuné con Arantxa Jesús y Ana en La Torre. Luego, A, J&A, me invitaron a comer a Torrellano. ¡Qué amables!
A las seis, o así, celebramos la misa del Corpus y salí para Torremendo.
En Torremendo celebré la segunda misa del Corpus. El archidiácono sacó al Santísimo en procesión mientras yo regresaba a la Torre donde Elena, Rafa y sus amigos habían preparado una barbacoa. Arantxa, Jesús, Ana y yo, estábamos invitados. Cuando llegué, a eso de las diez, aún quedaba algo.
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El domingo volví a desayunar con Arantxa, Jesús y Ana. Los acompañé mientras recogían los bártulos para regresar a Madrid. Nos despedimos a las nueve y media.
Terminé Los muchachos de la calle Pál.
A las doce y media salí para San Miguel. Las calles del centro estaban cortadas y adornadas con las alfombras de sal que preparan los fieles para el Santísimo.
Recogí a doña Nati y fuimos a casa de Heidi y Armin donde estábamos invitados para celebrar el cumpleaños de Camila. Llegó a eso de las dos y piquito con sus padres y con Luciana. Le hicimos algunos regalos materiales, comimos, apagó las diez velas y le cantamos el Cumpleaños feliz. Fue muy emocionante.
Nos despedimos a eso de las seis. En San Miguel nos esperaban unos amigos de Wilder que quieren bautizar a un su hijo. Charlamos y quedamos para bautizarlo no sé cuándo, pero pronto.
A las ocho celebré la misa del Corpus con archidiácono, coro y todo. El archidiácono sacó al Santísimo en procesión mientras yo regresaba a La Torre.
Llegué a eso de las diez y piquito y quedé envuelto en las tinieblas de La Torre solitaria y, luego, en las otras, más densas, del sueño.
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Hoy he salido de La Torre a las seis y media. Tres cuartos de hora después aparcaba en el hospital.
He tenido tiempo para preparar el altar y rezar el oficio de lectura y laudes. Muy bien.
De vuelta a San Miguel había que abrir las puertas de la iglesia de par en par para que entrase el fresquito de la mañana. También había que recolectar los donativos de los lampadarios. Suele hacerlo Laura, pero está en Madrid.
Había que llevar al banco las colectas de la semana con los donativos de los lampadarios y apuntarlo todo. Por último, antes de la misa, había que poner una lavadora.
A las once he celebrado la segunda misa por las almas del purgatorio. En la comunión he cantado el Abide with me que, como me ha advertido Joan, es un himno protestante aunque no contiene protestas.
Luego he tenido que volver al banco.
He tendido la ropa antes de volver a Alicante.
Comida en Torrellano.
Tarde en la Torre.
Tertulia, ni breve ni aburrida, con el jardinero.
…
Hoy he empezado a leer Cosas que he aprendido de gente interesante, de Miguel Ángel Quintana Paz.
El libro me ha atrapado hasta el punto de que, para interrumpir la lectura, tenía que mantener una penosa lucha interior:
—¿Por qué diablos tengo que dejar la lectura precisamente ahora?
—Porque son las once, eres el párroco y te están esperando para la misa.
El libro me ha atrapado hasta el punto de que, para no reanudar la lectura, tenía que volver a esa penosa lucha:
—¿Por qué no puedo reanudar la lectura ahora mismo?
—Porque aún no has rezado la hora intermedia y todavía tienes que tender la ropa, volver al banco y atender a todos los que te han dejado correos, guasapes, mensajes de voz…
Nosotros, los ascetas de toda la vida, estamos preparados para vencer en estas penosas luchas. Pero ¿de qué estaba hablando yo?
—Estaba usted hablando de un libro de MAQP pero enseguida, como por arte de birlibirloque, ha vuelto usted a su tema preferido que es usted mismo.
—¿Ha quedado claro que soy un asceta y que ni los cantos de sirena ni los encantos de don MAQP pueden forzarme a leer si yo non quiero?
—Sí.
—Me alegro, buenas noches. Yo estoy bien. Aún no he cenado.
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Es usted muy amable. No lo olvide.