domingo, 29 de junio de 2025

Diario. Domingo, 29 de junio de 2025

 San Miguel

domingo, 29 de junio de 2025


8:40

Abro la iglesia para rezar el oficio de lecturas y las laudes de la solemnidad de san Pedro y san Pablo. 

Me siento para mirar fijamente al sagrario. 

9:30

Voy a salir para Torremendo. Un coche bloquea la salida del garaje. Toco el claxon varias veces antes de que el dueño del coche salga de la panadería. 

10:00

MIsa en Torremendo. 

Al terminar, recuerdo al archidiácono que tenemos reunión del Consejo en San Miguel. 

11:00

De regreso a san Miguel, encuentro en la iglesia a Mari Luz que trae una elegante silla de su casa. La ofrece a la parroquia como sede. La colocamos cabe el sagrario y hago el propósito de bendecirla cuanto antes. 

11:30

Con la presencia del archidiácono, de Mari Luz, de Delia y de Belén, damos comienzo a la tercera reunión del Consejo en este curso. 

Hay que organizar la catequesis del próximo curso y —en cumplimiento del Plan Diocesano de Pastoral— hay que poner en marcha otro Consejo: el Consejo Permanente de Evangelización (COPE). 

Todos los presentes me recomiendan vivamente que hable con José Miguel y que lo invite a participar en el COPE. Tomo nota. 

12:10

Se levanta la sesión. 

Voy a la iglesia. Joan ya ha preparado todo. Veo a José Miguel. Me felicito y lo invito a pasar a la sacristía. Allí le hablo del proyecto COPE. ¿Querrá participar? Sí quiere. Estrechamos nuestras manos, le agradezco su buena disposición y me revisto para la misa. 

12:30

Empieza la misa solemne de san Pedro y san Pablo. Como no hay coro, yo me desgañito. 

No han llegado ni Gabriel —que debería ser bautizado durante la misa— ni sus padres, ni sus padrinos. No importa. 

Como no hay lectores, hago la primera lectura. Como no hay salmista proclamo el salmo. Como no hay lectores proclamo la segunda lectura. Como no hay coro, canto el Aleluya. 

Estoy proclamando el Evangelio cuando se abre la puerta de la iglesia y se produce un pequeño tumulto: están llegando Gabriel, sus padres, su abuela —que viene de Phoenix, Arizona— y su madrina. 

Termino de proclamar el Evangelio y el tumulto no cesa. Sé a qué se debe: Gabriel —ocho años viejo— padece una condición que lo agita un tantico cuando se encuentra en un ambiente no familiar y con personas muchas y extrañas. 

Termino de proclamar el Evangelio: 

—Palabra del Señor— digo. 

—Gloria a ti, Señor Jesús— contesta la congregación. Y todos se sientan. 

Algunos —curiosos— miran hacia atrás como inquiriendo por las causas del tumulto que no cesa. 

Tomo la palabra y, señalando hacia la pila bautismal destapada y hacia el cirio pascual encendido, digo: «Como veis, todo está preparado para un bautizo». 

Hago una pausa dramática. 

Luego, señalando hacia el fondo de la Iglesia, añado: «El que se agita allá al fondo es Gabriel, el bautizando, que no está cómodo. Con vuestro permiso, voy a darle la bienvenida». 

Dejo el ambón, bajo del presbiterio a la nave y —revestido con los ornamentos rojos de los mártires— recorro la Vía Sacra como una lengua de fuego. Me detengo ante la abuela de Gabriel que ha venido de Phoenix, Arizona, para obligar a sus hijos a bautizar —compelle intrare— a su nieto. Nos miramos a los ojos ella y yo y nos entendemos. Inclino un poco la cabeza ante ella  y tomo sus manos entre las mías antes de sugerir que sería mejor dejar el bautizo de Gabriel para después de la misa. Una sonrisa de Phoenix ilumina el templo. La señora hace un par de gestos que bastan para reunir a toda su parentela, toma de la mano a Gabriel, y sale al Paseo seguida de su prole. 

La misa sigue como e costumbre.

13:30

Termino de despedir —en la puerta— a la congregación reunida para la misa dominical y doy la bienvenida —en la puerta— a la sonrisa de Phoenix que trae —como el flautista de Hamelin— una congregación de niños —entre los que se encuentran Luciana y Camila— que han venido para meter a Gabriel en el agua bautismal, quiera o no quiera, para librarlo del pecado original.  

Allí mismo, en la puerta de la iglesia, hacemos las moniciones y eso. Poco a poco, como disimulando, vamos entrando en la iglesia. Poco a poco Gabriel se familiariza con el ambiente. Cuando llega el momento de derramar el agua sobre su cabeza lloriquea un poco como los niños que acaban de nacer. No pasa nada. 

Y luego presentamos a Gabriel a la Virgen del Rosario y nos despedimos dándonos muchos besos y abrazos. Y me alegran sobre todo el apretón de manos y la sonrisa que me dedica el padre de Gabriel que es un colombiano escéptico —¡oxímoron!— o algo así. 



LA TARDE


1. José María pescó antier un bonito de cuatro kilos en Alicante. Nos lo hemos zampado hoy con tomate en san Miguel. En casa de doña Nati, por más señas.

2. Tres cuartos de hora o así de siesta en honor a los santos apóstoles Pedro y Pablo. 

3. Rosarios y oraciones y lecturas. 

4. Hay que hablar con la joven vecina de san Miguel cuyo esposo sigue en el calabozo acusado —nadie sabe por quién— de haber alterado el orden durante la procesión del Corpus. 


LA NOCHE


Tengo que ir a la iglesia para cerrarla pero, antes, tengo que escribir esto. Son las 23:05 cuando acabo de escribir esto.

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