San Miguel
jueves, 2 de enero de 2025
BERNARDO
—«¡San Francisco Javier, no se vaya nunca de San Miguel».
Interrumpo mi meditativa meditación para saludar a Bernardo:
—«Buenos días, Bernardo. Y ¡feliz Año Nuevo!»
—«Feliz Año Nuevo, sí. Para mí todos los años son iguales pero Dios es muy poderoso. ¿Verdad que es muy poderoso? Yo le tengo mucha fe. Deme la bendición».
Pide la bendición haciendo una señal de bendición con la mano. Obedezco:
—«Que el Señor nos bendiga y nos guarde. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos dé su Paz. ¿Estás contento?».
—«Él es muy poderoso».
Dice esto y se va.
Más tarde, desayunando en el JJ, vuelvo a encontrarlo. Se acoda en la barra, cabe mí:
—«No se fíe de la gente que es muy mala».
Lo dice sin mirarme, murmurando.
PABLO
Como en casa de doña Nati con doña Nati, con Samira, con Eva, con Miguel y con Pablo.
Pablo nos cuenta que ha hecho un estudio sobre si el conocimiento es una fuente de dicha o de desdicha. Ha examinado los testimonios de algunos sabios que se lamentan porque lo que han aprendido les impide disfrutar de las cosas como disfrutaban cuando no sabían nada de las cosas. Ha examinado también los testimonios de otros sabios que aseguran que el estudio —ardua labor— es compensado con creces por dicha de aprender. Él se pone de parte de los últimos aunque reconoce que esto lo ha descubierto hace poco porque durante sus años de escolar estudiaba de memoria —tiene un expediente académico brillantísimo— y no se hacía muchas preguntas. Concluye con sencillez no fingida: «Creo que soy un poco tonto».
Samira, después de intentar inútilmente sabotear la conversación se despide.
La abuela de Pablo, los padres de Pablo y el cura acuerdan:
1. Que Pablo no tiene un pelo de tonto. Su madre aporta el dato objetivo de las matrículas que obtuvo en la universidad. No son pocas.
2. Que hay gente que es feliz sin tener estudios porque es gente buena, pero que la gente buena, cuando estudia, incluso en el caso de que no entienda mucho, se alegra al comprobar que las cosas, cuanto más se estudian, más maravillan.
3. Que si unos amigos están disfrutando de una buena conversación junto al fuego y uno de ellos —un biólogo— se echa a llorar y declara que, desde que descubrió cómo funciona la dopamina en el celebro, ya no le ve la gracia a nada, los demás juzgarán que ha bebido demasiado o que, por el contrario, hay que invitarlo a beber un poco más porque lo que está claro es que al tal biólogo se le han cruzado los cables y que, por mucho que sepa sobre la dopamina no tiene ni idea de lo que es la vida buena.
Pablo, entonces, declara —aunque todos lo sabemos y él sabe que lo sabemos— que dejó de creer en Dios cuando empezó a estudiar lo de la evolución, lo de la dopamina y todo eso. Pero añade —con admiración— que Sergio —el tipo más listo de su clase en el Instituto— suele decir que cuanto más sabe más cree y que, cuanto más cree más ganas tiene de saber.
Entonces la conversación deriva hacia el asunto de la fe. A Pablo, que es muy bueno y no tiene un pelo de tonto pero que tuvo una catequesis, por así decirlo, inadecuada, el descubrimiento de la dopamina, de la evolución y eso, no lo ha alejado de Dios. No se ha endiosado, no mira por encima del hombro a su abuela, a sus padres y al cura. No va de listo aunque lo es. Está muy cerca de Dios y, terminando la tertulia, dice con sencillez no fingida:
—«A lo mejor acabo creyendo en Dios».
Y me pregunta:
—«¿Crees que uno puede pasar de creer a no creer o de no creer a creer?».
Y le digo que yo creo desde mi más tierna infancia todo lo que Dios ha revelado y la Iglesia nos enseña pero que no se fíe mucho de mí porque podría ocurrir que el cura de San Miguel —que no es tan listo ni tan bueno como él— decidiese mañana interesarse por la dopamina y pasar al estudio del Tantrismo y la experiencia de la Alquimia Sexual y que quien crea estar firme, fuera de Dios, está a un paso de caer.
Nos despedimos con ganas de volver a vernos.
ORACIÓN DE LA TARDE
San Pablo, ruega por nosotros.
Santos Basilio y Gregorio, rogad por nosotros.
San Bernardo, ruega por nosotros.
De los sermones de san Gregorio Nacianceno, obispo:
«En consecuencia, ¿qué sucedió? Que fue casi el único, entre todos los estudiantes que se encontraban en Atenas, que sobrepasaba el nivel común, y el único que había conseguido un honor mayor que el que parece corresponder a un principiante. Este fue el preludio de nuestra amistad; esta la chispa de nuestra intimidad, así fue como el mutuo amor prendió entre nosotros».