sábado, 16 de abril de 2022
El cuerpo muerto de Jesús estaba envuelto en un sudario, enrollado con vendas y encerrado en un sepulcro cuya entrada estaba tapada con una piedra que solo con mucho esfuerzo podrían movervarios hombres fuertes.
El cuerpo glorioso y resucitado del Señor salió del sepulcro como había salido del vientre de santa María su cuerpo pasible y mortal: ni rasgó el sudario ni rompió las vendas, y atravesó la roca como la luz del sol atraviesa el cristal.
Cuando Nuestro Señor fue a resucitar a Lázaro, hubo que abrir la sepultura, olía a corrupción y, una vez resucitado, tuvieron que desatar sus vendas para que pudiera caminar.
Nadie tuvo que desatar a Jesús resucitado. Cuando, al amanecer del primer día de la semana hubo un terremoto y los guardias —antes de de quedar como muertos— vieron un ángel como un relámpago que se sentaba sobre la piedra, el sepulcro se abrió no para que saliera Jesús sino para que, primero las mujeres y, luego, los apóstoles, pudieran entrar en él, ver, creer y salir a anunciar lo que habían visto.
No olía a corrupción el sepulcro de Cristo, sino al mismo perfume con el que María había ungido en Betania los pies del Maestro y cuya fragancia había llenado toda la casa.
El sepulcro de Cristo se abrió para que la primera Iglesia pudiera entrar en él y llevar luego por todo el mundo, con la Buena Nueva del la Resurrección, el buen olor de Cristo.
Esto celebramos hoy con alegría.
¡Feliz Pascua!
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