lunes, 1 de agosto de 2022

Veamos: el peligro de las riquezas

 domingo, 31 de julio de 2022

Pero, antes, una confesión.

A veces —no todos los días, ni todas las semanas, ni siquiera todos los meses— mi amigo Wilder y yo compramos un boleto de «rasca y gana». Cuesta un euro y pueden tocarte hasta diez mil euros. ¡Gran negocio si toca! Pero nunca nos ha tocado. Alguna vez nos ha salido un premio de un euro —lo apostado— y, codiciosos, lo hemos vuelto a jugar y lo hemos perdido.

Hecha la confesión pasemos al asunto del peligro de las riquezas del que muchas veces habla Jesús.

En la parábola del pobre Lázaro —que pasaba necesidad tirado ante la puerta de un hombre rico— Jesús señala el primer peligro de las riquezas: que pueden convertir al rico en responsable de la desgracia y de la muerte del pobre. 

Pero en la parábola de este domingo —que podría llamarse «parábola del rico idiota»— se nos advierte contra un peligro más común: el peligro de que las riquezas nos vuelvan estúpidos; incapaces para comprender lo que realmente vale, incapaces para adquirir sabiduría, incapaces para participar en los bienes del Cielo. 

Muy resumidamente —Jesús lo contaba mejor— la parábola va de un rico al que le toca la lotería en forma de gran cosecha. Inmediatamente se le plantea el típico problema de rico: tiene tanto grano que no le cabe en sus graneros. Decide derribar sus graneros, construir otros más modernos y entregarse a la vida muelle. Pero ese  mismo día se  muere y Dios sentencia: «has sido un tonto». 

Bien. Este peligro nos acecha a todos. Las riquezas pueden hacer estúpido a un niño, volviéndolo malcriado, o a un joven volviéndolo petulante. Todo esto lo sé por propia experiencia. Y lo que puede hacer estúpido a un niño o a un joven también puede hacer estúpido a un cura y a un anciano. 

Es posible que a usted y a mí nunca nos haya tocado el premio del «rasca y gana» pero en eso que se llama «la lotería de la vida» hemos sido muy afortunados. 

Podemos hacer dos cosas. 

Una: dar gracias a Dios y compartir nuestra alegría con los demás. Será la prueba de que las riquezas que nos han caído del Cielo no nos han vuelto idiotas. 

Otra: no dar gracias a nadie y enredarnos con los típicos problemas de los ricos. Será la prueba de que nos hemos vuelto estúpidos. «Así —dice Jesús—los que acumulan bienes para sí y no son ricos ante Dios». 

¿Puede alguien ser rico ante Dios?. ¡Oh sí! Mirad a la Virgen María. Dios la mira y se complace en Ella. Ella es rica ante Dios porque lo ha recibido todo de Él con gratitud y nos lo ha entregado a nosotros. 

¿Algún ejemplo más? Pues sí, mirad: antes que María, el mismo Cristo que, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. 

¿Más ejemplos? Hoy, si no fuera domingo, estaríamos celebrando a San Ignacio de Loyola. Y no hay suficientes días en el año ni en la eternidad para celebrar a  los santos que, por el Reino de los Cielos, mirando a Jesús y a María y al glorioso Patriarca San José, alcanzaron, en esta vida, la sabiduría que conduce a la eterna. 

3 comentarios:

  1. Es muy difícil (y muy sacrificado) no dejarse caer en la tentación de la riqueza material de este mundo pensando en La Paz y La Felicidad de la vida eterna.

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  2. Los que no te os riquezas, no tenemos esa lucha.

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Es usted muy amable. No lo olvide.