viernes, 5 de agosto de 2022

Pedir perdón: remedio o buen ejemplo de cortesía

 A veces no hay  más remedio que pedir perdón. 

Uno ha recibido la bendición de unos padres excelentes y de unos hermanos que han sido la gloria de  sus padres. Pero resulta que uno, oveja negra de la familia, ha hecho sufrir a todos. En este caso no hay  más remedio que arrojarse --llorando-- a los pies  de la parentela para suplicar su perdón.

Así yo mismo, si tuviera valor, me arrojaría a los pies de mis padres y de mis hermanos y de  mis amigos. En cierto modo lo hago cada vez que empiezo la Misa diciendo: Yo confieso ante Dios Todopoderoso  y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho etc.

Otras veces el pedir perdón no remedia nada pero es un buen ejemplo de cortesía y de cristiana caridad. 

Uno, sin querer, empuja a otro y le dice: ¡Perdón, caballero! 

¿Se ve la diferencia?

Al grano.

Cuando yo confieso mis pecados y  pido perdón por ellos, Dios los remedia. Cuando los amables Papas piden perdón por los atropellos de la Iglesia besando la mano de los tataranietos del atropellado  están diciendo: ¡Perdón, caballero! Y entonces se  ve si el tataranieto del atropellado es un caballero o un bandido. 

Conclusión: Por  bandidos que sean el atropellado y su tataranieto, siempre hay que pedir perdón. Quizá no remedie nada a corto  plazo pero, a la larga, ese empeño del caballero cristiano civiliza y, lo más importante, puede salvar  -o, al menos, hacer pensar- al tataranieto del atropellado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Es usted muy amable. No lo olvide.