viernes, 25 de noviembre de 2022

Noviembre: el Cielo

 «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.» 

Tomás le dice: «Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»

Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.»

Escribió san Josemaría:

Hazlo todo con desinterés, por puro Amor, como si no hubiera premio ni castigo. —Pero fomenta en tu corazón la gloriosa esperanza del cielo. (Camino, 668)

Hacer el bien pensando en el premio y evitar el mal pensando en el castigo, no vamos a decir que esté mal ¿verdad? Pero es agotador. Si pasas la vida haciendo el bien —aunque sea pensando en el premio de la fama, por ejemplo— y evitando el mal —aunque solo sea por miedo al castigo de la deshonra— mereces, por lo menos, una estatua.  Tu vida habrá estado muy bien. Pero eso es agotador. Y es agotador porque aquí, en la tierra, el bien es arduo —perdonar al que te está maltratando no es fácil— y el mal es atractivo: vengarse de quien te está maltratando da gustirrinín. Y resulta que nosotros vivimos aquí, en la tierra, donde el bien es arduo y el mal da gustirrinín. De modo que pasar por esta vida haciendo el bien, que es arduo, con la esperanza de un premio que no sabemos si llegará cansa horrrores. Y pasar por esta vida evitando el mal que da gustirrinin solo por miedo a un castigo que vaya usted a saber, cansa horrores. 

Por eso, cuando nos ponemos en plan apocalíptico para amenazar a los malvados con las penas del infierno y para animarlos al bien pintando el Cielo con arcos iris de colores y unicornios voladores, los malvados nos responden con refranes llenos de sentido común: más vale pájaro en mano que ciento volando, aquí paz y después gloria y el muerto al hoyo y el vivo al bollo. ¿De qué me hablas? ¿De perder esta vida que todos conocemos para ganar una vida que nadie sabe si existe? 

Uno preguntó a Jesús: "¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?" (Mt 19) Jesús le dio seis preceptos: evitar cuatro males y hacer dos bienes. Los cuatro males que debía evitar: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio” Los dos bienes que debía hacer: “honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo." 

A primera vista parece fácil. Pero si pensamos que el «no matarás» incluye  el no desear un mal a nadie y el no llamar a nadie «imbécil»; que el «no cometerás adulterio» incluye no mirar con deseo a la mujer del prójimo; que el «no robarás» incluye el no codiciar losbienes ajenos, entonces tendremos que reconocer que no es tan fácil. porque el bien es arduo y el mal es atractivo y da gustirrinín. 

Buscando el premio de la vida eterna y temiendo el castigo, aquel joven había guardado todos esos mandamientos pero no estaba tranquilo. Sabía que le faltaba algo: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?». Y, entonces, Jesús le dio un consejo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme.»

¿Cómo puede alguien vender todo lo que tiene —hasta su autoestima— para dárselo a los pobres si, a cambio, solamente se le promete un premio allá en el Cielo? Pero Jesús no hace eso. Le dice, sí, «tendrás un tesoro en el Cielo», pero, sobre todo, le dice: «luego ven y sígueme». 

Y aquel joven —tan formal— se fue triste porque lo de cumplir los mandamientos  le parecía fácil a primera vista pero, al encontrarse con Jesús, comprendió que le faltaba algo. Quizá entendió —como todos— que es muy fácil ser bueno si uno es rico y está bien educado pero que eso no basta para estar contento. Quizá entendió —como todos los que se encuentran con Jesús— que hacer el bien —tan arduo— y evitar el mal —tan atractivo— no tiene que ver tanto con la riqueza y la buena educación cuanto con el amor a Dios y al prójimo que a él le faltaba: Hazlo todo con desinterés, por puro Amor, como si no hubiera premio ni castigo.

Entonces ¿qué pasa? Si lo hacemos todo por puro amor, como si no hubiera premio ni castigo, ¿no podemos pensar en el Cielo ni en el infierno? Fomenta en tu corazón la gloriosa esperanza del Cielo. 

San Pedro estaba coladísimo por Cristo, enamoradísimo hasta el punto de poder decir: Señor ¿a quién iremos? Solo tú tienes palabras de vida eterna. Y, porque estaba enamorado, no solamente lo dejó todo para estar con Él sino que se atrevió a preguntarle: Nosotros, los que lo hemos dejado todo por ti ¿que recompensa tendremos? Primero es el amor que lleva a dejarlo todo por Jesús. Luego viene la esperanza del Cielo que es estar, para siempre con el amado. 

A san Pedro, que ya estaba enamorado de Cristo hasta el punto de haberlo dejado todo por Él,  Jesús le prometió casas, hermanos, hermanas y un montón de cosas buenas para esta vida y, luego, la vida eterna. 

¿La vida eterna? ¿Qué es eso?

Jesús habló alguna vez de ella comparándola con un banquete de bodas. Después de su resurrección lo explicó con más detalle: vivir para siempre, en plenitud, es volver a la Casa del Padre para estar con Él en esa Casa de muchas moradas.

Santa María, laVirgen Inmaculada, guardaba todas estas cosas en su corazón. 

Señora, más que tú solo Dios.

2 comentarios:

  1. ¿Cómo es posible que no sepamos la fecha exacta del nacimiento de Cristo? Gracias y Feliz Navidad

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  2. La culpa es de Dionisio el Exiguo. 🙂

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Es usted muy amable. No lo olvide.