A menudo, cuando se habla de la admirable doctrina de la Iglesia, los amables protestantes se inquietan un poco y objetan, por ejemplo: «Vuestras doctrinas sobre María no tienen base en la Escritura».
Por lo que se refiere a la doctrina católica sobre la Bienaventurada y siempre Virgen María recomiendo mucho un libro que aún, creo, no se ha traducido del inglés pero que puede leer en el idioma original en el que ha sido escrito cualquiera que tenga unas nociones de ese lindo idioma: «Jesus and the Jewish Roots of Mary». Allí se demuestra que la doctrina católica tiene, en este y en los demás asuntos, una base escriturística más sólida de lo que pueden sospechar los protestantes y aún los católicos.
Pero a lo que vamos es a la objeción de los amables protestantes.
Esa objeción tendría sentido si los católicos creyésemos, como Lutero, que la verdad revelada por Dios se encuentra solamente en la Biblia. Pero los católicos no creemos eso. Los católicos veneramos la Revelación que conocemos por la Escritura y la Tradición.
Y, para entender qué cosa es la Tradición, pongamos una comparación.
Supongamos que encuentro en el desván de mi casa un hermoso álbum de fotos familiares y me emociono no poco.
Reconozco a algunas de las personas que están allí retratadas pero no a todas. ¿Quién es este señor gordo que está junto a mi tío Antonio? ¿Quién es esa niña flaca que va de la mano de mi madre?
Acudo a mi madre y ella me explica que el señor gordo es un hermano, a quien yo no recuerdo, de mi tío Antonio y que la niña flaca que va de su mano no es una niña flaca sino que soy yo mismo, hoy cura católico, a la edad de seis años.
Me pasmo, claro. Me pregunto: ¿cómo he podido olvidar al gordísimo hermano de mi tío Antonio? ¿Cómo he llegado a confundir mi imagen con la de una niña flaca?
Pero mi madre me tranquiliza: «No te inquietes, pequeño saltamontes. nadie puede recordar, ni aún reconocerse, si no tiene madre». Y, luego, pacientemente, me va ilustrando sobre esa foto de un señor con barbas que parece un general, y sobre esa otra foto de una señora que lleva una rosa en la mano. Y así, poco a poco y gracias a la memoria de mi madre empiezo a entenderme un poco y a saberme el álbum de fotos.
Claro que, el amable lector, me dirá. ¡Explicame la parábola! ¡No he entendido nada!
Como los deseos del amable lector son órdenes para mí, digo:
El álbum es la Escritura, la madre es la Iglesia Católica que, gracias a San Lucas y a los demás evangelistas pero, sobre todo, gracias a su prodigosa memoria, guarda en su corazón el sentido de cada gesto y palabra del Buen Jesús —la Tradición— porque lleva dos mil años meditándolo sin desfallecer en su Corazón.
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