L'amor che move il sole e l'altre stelle.
En el siglo XV el sentimiento del amor cortés —que inspiró a los trovadores provenzales trescientos años antes— seguía alentando a los poetas. Esta querella de Jorge Manrique con el dios de amor es prueba de ello.
El poema empieza así de bien:
I
¡Oh, muy alto Dios de amor
por quien mi vida se guía!
¿Cómo sufres tú, señor,
siendo justo juzgador,
en tu ley tal herejía?
¿Que se pierda el que sirvió,
que se olvide lo servido,
que viva quien engañó,
que muera quien bien amó,
que valga el amor fingido?
El poeta no reclama nada a la mujer a la que ama. Eso sería de pésima educación. Sabe muy bien que, ante la dama, el enamorado no tiene derechos sino, únicamente, obligaciones. Si no se desespera es porque confía ciegamente en el dios de amor que puede tornar el corazón de piedra de la amada en corazón de carne. Porque confía en él, no puede entender que se pierda el que sirvió / que se olvide lo servido / que viva quien engañó / que muera quien bien amó / que valga el amor fingido y, en resumen, ni reclama nada a la dama ni pretende pelearse con el esposo de ella pero osa enfrentarse con el dios de amor.
Pero ¿es que Manrique andaba enamorado de la mujer de otro? Puede que sí y puede que no. Nada indica que lo estuviera. Estamos hablando de amor cortés y de poesía o, si se quiere, de las revistas del corazón del siglo XV que tenían más mérito literario y no menos interés informativo que las de hoy.
Lo que es seguro es que, en Marique, como en todos los poetas cristianos de la religión del amor cortés, había un sentimiento de desgarro o de contradicción por aquello de que nadie puede servir a dos señores y, aún menos, adorar a dos dioses.
Todo el poema tiene la forma de una alegato contra el dios de amor o, por decirlo de otro de modo, de una protesta de amor contra el dios de amor que no solamente lo ha defraudado sino que, además, lo ha enemistado con Dios.
El mismo dios de amor reconoce — en la estrofa VI— que hay otro Dios sobre él: otro Dios hay sobre mí /que te pueda remediar, / y a mí también castigar / si mala sentencia di.
Y, Manrique, atribulado, se pregunta cómo podrá apelar a Dios, al único Dios, cuando lo ha abandonado por seguir al dios del amor cortés.
VIII
En ti solo tuve fe
después que te conocí;
pues ¿cómo pareceré
ante el Dios a quien erré
quejando del que serví?
Que me dirá, con razón,
que me valga cuyo so,
y que pida el galardón
a quien tuve el afición,
que él nunca me conoció.
El drama acaba bien porque ya Dante, doscientos años antes, había conciliado la religión del amor cortés con el Amor que mueve el sol y las otras estrellas.
Aquí va el poema entero:
I
¡Oh, muy alto Dios de amor
por quien mi vida se guía!
¿Cómo sufres tú, señor,
siendo justo juzgador,
en tu ley tal herejía?
¿Que se pierda el que sirvió,
que se olvide lo servido,
que viva quien engañó,
que muera quien bien amó,
que valga el amor fingido?
II
Pues que tales sinrazones
consientes pasar así,
suplícote que perdones
mi lengua, si con pasiones
dijere males de ti.
Que no soy yo el que lo digo,
sino tú, que me hiciste
las obras como enemigo:
teniéndote por amigo
me trocaste y me vendiste.
III
Si eres Dios de verdad,
¿por qué consientes mentiras?
Si tienen en ti bondad,
¿por qué sufres tal maldad?
¿O qué aprovechan tus iras,
tus sañas tan espantosas
con que castigas y hieres?
Tus fuerzas tan poderosas
-pues comportas tales cosas-
di, ¿para cuándo las quieres?
IV
RESPONDE EL DIOS AMOR
Amador: Sabe que Ausencia
te acusó y te condenó,
que si fuera en tu presencia,
no se diera la sentencia
injusta como se dio;
ni pienses que me ha placido
por haberte condenado,
porque bien he conocido
que perdí en lo perdido
y pierdo en lo que he ganado.
V
REPLICA EL AQUEJADO
¡Qué inicio tan bien dado,
qué justicia y qué dolor,
condenar al apartado,
nunca oído ni llamado
él ni su procurador!
Así que por disculparte,
lo que pones por excusa,
lo que dices por salvarte
es para más condenarte
porque ello mismo te acusa.
VI
RESPONDE EL DIOS DE AMOR
Amansa tu turbación,
recoge tu seso un poco,
no quieras dar ocasión
a tu gran alteración
que te pueda tornar loco;
que bien puedes apelar,
que otro Dios hay sobre mí
que te pueda remediar,
y a mí también castigar
si mala sentencia di.
VII
REPLICA EL AQUEJADO
Ese Dios alto sin cuento,
bien sé yo que es el mayor;
mas, con mi gran desatiento,
le tengo muy descontento
por servir a ti, traidor,
que con tu ley halaguera
me engañaste, y has traído
a dejar la verdadera,
y seguirte en la manera
que sabes que te he seguido.
VIII
En ti solo tuve fe
después que te conocí;
pues ¿cómo pareceré
ante el Dios a quien erré
quejando del que serví?
Que me dirá, con razón,
que me valga cuyo so,
y que pida el galardón
a quien tuve el afición,
que él nunca me conoció.
IX
Mas, pues no fue justamente
esa tu sentencia dada
contra mí, por ser ausente,
ahora que estoy presente
revócala, pues fue errada,
Y dame plazo y traslado
que diga de mi derecho;
y si no fuese culpado,
tú serás el condenado,
yo quedaré satisfecho.
X
RESPONDE EL DIOS DE AMOR
Aunque mucho te agraviaste,
no sería Dios constante
si mi sentencia mudaste,
por eso cumple que pase
como va, y vaya delante.
Y pues más no puede ser,
mira qué quieres en pago,
que cuanto pueda hacer,
haré por satisfacer
el agravio que te hago.
XI
REPLICA EL AQUEJADO
Ni por tu gran señorío
nunca tal conseguiré,
ni tienes tal poderío
para quitarme lo mío
sin razón y sin porqué.
Porque si bienes me diste,
sabes que los merecía;
mas el mal que me hiciste
sólo fue porque quisiste,
pero no por culpa mía.
XII
Que aunque seas poderoso,
haslo de ser en lo justo;
pero no voluntarioso,
criminoso y achacoso,
haciendo lo que es injusto.
Si guardares igualdad,
todos te obedeceremos;
si usares voluntad,
no nos pidas lealtad
porque no te la daremos.
XIII
RESPONDE EL DIOS DE AMOR
No te puedo ya sufrir
porque mucho te me atreves;
sabes que habré de reñir
y aun podrá ser que herir,
pues no guardas lo que debes.
Y pues eres mi vasallo,
no te hagas mi señor,
que no puedo comportallo;
ni presumas porque callo
que lo hago por temor.
XIV
REPLICA EL AQUEJADO
No cures de amenazarme
ni estar mucho bravacando, (sic)
que tú no puedes dañarme
en nada más que en matarme,
pues esto yo lo demando:
ni pienses que he de callar
por esto que babeaste,
ni me puedes amansar
si no me tornas a dar
lo mismo que me quitaste.
XV
RESPONDE EL DIOS DE AMOR
Pues sabes que no lo habrás
de mí jamás en tu vida,
veamos qué me darás,
o qué cobro te harás
sin mí para tu herida;
y bien sé que has de venir,
las rodillas por el suelo,
a suplicarme y pedir
que te quiera recibir
y poner algún consuelo.
XVI
REPLICA EL AQUEJADO
Quiero moverte un partido,
escúchame sin enojos:
si me das lo que te pido,
de rodillas y aun rendido
te serviré, y aun de ojos;
pero sin esto no entiendas
que yo me contentaré,
ni quiero sino contiendas:
porque todo el mundo en prendas
que me des, no tomaré.
XVII
RESPONDE EL DIOS DE AMOR
Y ACABA
Por tu buen conocimiento
en te dar a quien te diste,
por tu firme pensamiento,
por las penas y tormento
que por amores sufriste,
te torno y te restituyo
en lo que tanto deseas,
y te doy todo lo tuyo,
y por bendición concluyo
que jamás en tal te veas.
Pater, ¿Qué es bravacar? ¿qué entiende por bravacando en el XIV?
ResponderEliminarAbrazos fraternos.
Me da que es bravuconear.
ResponderEliminarMe da que es bravuconear.
ResponderEliminarMe da que es bravuconear.
ResponderEliminarGracias, gracias y gracias; muy agradecido.
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