domingo, 8 de noviembre de 2020

Las vírgenes prudentes y la necias

    «¿Qué es una lámpara de aceite?» pregunta el cura a los niños que están en Misa con los ojos muy abiertos y deseando aprender algo práctico. Y añade: «Pues una lámpara de aceite es como estas velas que están sobre el altar. Vemos las llamas pero no vemos el aceite que las alimenta».  

Ved al cura mostrando a los niños una lámpara de aceite (o de parafina) y oídle decir:

«Lo que vemos, la llama, ilumina. Pero lo que no vemos, el aceite, es lo que alimenta la llama. Si se acaba el aceite se apaga la llama». 

Ahora los niños han aprendido algo práctico: esas velas que están sobre el altar no arden por arte de birlibirloque. Ahora los niños empiezan a sospechar que lo que no se ve puede explicar lo que se ve. 

Ahora los niños están tan preparados como el Papa y como santo Tomás de Aquino para entender la parábola de las vírgenes prudentes y las necias y el cura sigue:

«Las diez muchachas de las que nos habla Jesús en la parábola tenían sus lámparas de aceite encendidas. Pero cinco de ellas eran muy listas y pensaban en el aceite que no se ve y llevaron aceite de repuesto y las otras cinco eran un poco atolondradas y solamente pensaban en la llama que se ve y se olvidaron del aceite que no se ve». 

Los niños asienten y el cura sigue: 

«A mí me parece que Jesús llama necios a los que nos olvidamos de lo que no se ve: a los que nos olvidamos de Dios que es el aceite. Y me parece que Jesús nos está diciendo que, si nos olvidamos de Dios, nos apagaremos como esas velas que ya no tienen aceite».


«Os han dicho que hay que compartir».

Esto lo dice el cura mirando a los niños como si fueran adultos. 

Racapacita y sigue:

«Suponed que Teresa, vuestra catequista, nos da un chocolate a cada uno. Yo me lo zampo enterito y luego voy a cada uno de vosotros y os digo que hay que compartir. Me he comido el mío sin compartirlo y ahora os digo que tenéis que compartir el vuestro. Os estoy engañando porque, al final, os habré quitado medio chocolate a cada uno de vosotros y yo me habré atiborrado de chocolates». 

Ved a los niños mondándose de risa en señal de que han  entendido al cura. Y el cura añade:

«Los necios hablamos de compartir cuando se nos apaga la lámpara. Hemos pasado la vida olvidando a Dios y, cuando se nos apaga la lámpara de la vida (que no arde sin Dios) queremos que los santos nos regalen sus oraciones y sacrificios. ¡Hay que compartir! ¡Dadnos un poco de vuestro aceite! Pero, entonces, los santos nos dirán que no pueden compartir sus méritos con nosotros porque ni sus méritos son suyos ni nunca hemos compartido con ellos los sufrimientos de Cristo. Pero nos dirán algo más. Nos dirán que vayamos a la  tienda del encuentro con Dios que es el sacramento de la Penitencia para que Dios, cuando venga a visitarnos, nos encuentre con las lámparas encendidas». 



Santa María, Virgen prudentísima, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte para que vivamos y muramos llenos de ese amor de Dios que ilumina y da calor. 

4 comentarios:

  1. De la mano de Mamá María en el Rosario es imposible olvidarse de Dios, que nos hace ver. Abrazos fraternos.

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  2. ¡Qué bien explica usted las cosas a los niños!

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    1. Cuando escribí «Ved al cura mostrando a los niños una lámpara de aceite» veía yo a don Rafael, un sacerdote santo que hablaba a los niños con respeto y con cariño. Se lo agradecíamos mucho.

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Es usted muy amable. No lo olvide.