lunes, 21 de septiembre de 2009

Vocación sacerdotal

Vocación sacerdotal

Me dispongo a contar una de las mejores cosas que me han pasado en la vida. 
Como estamos en el año sacerdotal voy a recordar lo que recuerdo de cómo fui, al parecer, llamado al sacerdocio. Primero mis padres, cuando se enteraron de que yo existía y de que no tardaría en nacer, rezaron diciéndole a Dios que si quería llamarme al sacerdocio ellos no se opondrían y se sentirían muy honrados. De esto, claro, no me acuerdo. Me lo contaron luego, cuando ya era sacerdote.
Luego nací y fui bautizado con los nombres de Francisco Javier -un sacerdote- y Nicolás -un obispo-. Esto último me hizo concebir esperanzas de promoción durante un tiempo. De mi nacimiento y bautismo tampoco tengo sino borrosos recuerdos pero hay fotos -del bautizo- y otros documentos y evidencias de ambas cosas.
Total que a la edad de cinco años me llevaron al colegio de Nuestra Señora de Loreto para que aprendiera a leer y adquiriera alguna otra habilidad. Aprendí a leer, en efecto, y -contra todos los pronósticos- aprendí también a escribir aunque malamente. De la catequesis para la primera comunión guardo un recuerdo muy especial: la Reverenda Madre Alcira nos dijo que pidiéramos la vocación sacerdotal a la Virgen. Supongo que a las niñas les diría otras cosas y que a los niños también nos dijo más cosas pero a mí se me quedó eso. Creo que durante un tiempo mis únicas oraciones eran esas que aprendí en la catequesis de primera comunión, a saber: antes de acostarme, "Virgen dame la vocación sacerdotal"; y, después de comulgar "Señor Jesús, gracias por venir a mi corazón, te pido por papá y por mamá, por la paz del mundo, por la iglesia y los sacerdotes, por los chinitos..." (no me acuerdo de más, pero era más larga y sigo recitándola después de cada comunión).
No tengo ni idea de cómo fue aunque recuerdo perfectamente cuándo fue. Cuando me llevaron al colegio de Nuestra Señora de las Maravillas -a los siete u ocho años- empecé a decir que quería ser sacerdote. El hermano mayor de un buen amigo me decía: eso lo dices ahora pero ya verás cómo se te pasa. Entre los ocho y los diez años seguí diciéndolo. Luego se me pasó.
Me llevaron a un colegio del Opus Dei que se llama Retamar. Allí no había monjas pero conocí a algunos de los sacerdotes más amables y buenos que he conocido en mi vida. Siempre estaban sonriendo y enseñaban cosas prácticas además de la doctrina católica. Durante esos años creo que no puse en práctica ninguna de las cosas prácticas que me enseñaron pero me enamoró la doctrina católica. Terminé COU y me matriculé en Derecho porque eso fue lo que hizo mi mejor amigo. Tendría unos dieciocho años.
Un domingo -era el día de las vocaciones sacerdotales, según creo- fui a Misa en mi parroquia -Nuestra Señora de Covadonga, sita en la plaza de Roma de Madrid- y llegué tarde. La iglesia estaba abarrotada y me quedé junto a la puerta. Un cura con barba -misionero, creo- decía que hacían falta curas. Eso creí entender, al menos. No hizo falta más. Supe que lo decía por mí. Me acerqué al confesonario de la izquierda y se lo conté todo a Don Julio. Luego volví a casa y le dije a mi padre que necesitaba hablar con él. Después de comer dimos -mi padre y yo- un largo paseo por El Retiro. En la calle de Goya esquina Velázquez -creo- le dije que quería ser cura y me preguntó que si es que no me gustaba el Derecho. Mi padre no era irónico. Luego me aconsejó que hablara con algún sacerdote que entendiera de esas cosas. Luego llamé al buen amigo por el que me había matriculado en Derecho. Quedamos en California 47. Le dije: Quiero ser cura. Y me contestó: Me casarás. En efecto, años más tarde me invitó a su boda y bendije su matrimonio en la Iglesia de Santa Bárbara, aunque me equivoqué un montón de veces.
El caso es que, siguiendo el consejo de mi padre, empecé a hablar regularmente -durante tres años- con un sacerdote al que había conocido en el colegio. Después vinieron los cinco años de estudio en la universidad de Navarra y la ordenación sacerdotal en Alicante un diecinueve de marzo de 1988. De la ordenación tengo pocos recuerdos y ningún recordatorio pero hay dos fotos -o tres- y algunas otras evidencias. ¿Por qué la gente no cree en los milagros?

domingo, 7 de junio de 2009

El GLOb cumple cien días

¿Quien es esa Señora que husmea a toda hora En mis entradas con cualquier excusa? Doña Janusa. ¿Y la que está en murciélagos versada y cuenta, emocionada, una batalla nueva cada día? Doña Lucía. Y a ese Don Juan que se hace llamar “Yo” y liga con las del la “O” ¿Quién inspira a ese ligón? Don Jaimón. ¿La sobrina misteriosa que pretende, avariciosa, sacarle pasta a mi tía? Doña María. ¿Y ese inquisidor que espía las faltas de ortografía sinuoso como meandro? Don Alejandro. ¿Y quién aquél osado aventurero famoso en el mundo entero por sus exploraciones? Indiana Jones. Dime, por fin espejito: ¿Y quién es el más bonito de este GLOB? ¿Será el Autor? ¡Sí, Magnífico Rector! (Gracias, muy amable) Me dejaba en el tintero medio GLOB, el mundo entero: las Doñas Balbi y Mariajo -de notable desparpajo- y un anónimo de El Cairo y otro que firma Don Jairo. Muchos más se quedarán pero no será Don Juan.

martes, 28 de abril de 2009

Javi

Es un misterio Javi, como todos los niños, como todos los hombres, como todos…
Es autista. Y yo –quien esto escribe- su padrino.
Si le cuentas un cuento se aburre, el pobre Javi, mortalmente y se impacienta.
Pero, en cambio, le gusta ver dibujos porque tiene memoria de elefante.
No entiende por qué lloran los niños, aunque también él llora -y tampoco lo entiende- si ve triste a su madre.
Si encuentra a alguien llorando, Javi busca en seguida a los mayores para que actúen pronto y cese el llanto incomprensible; el llanto, ese misterio… como todo.
Lucía me ha contado –es la madre de Javi- que empezamos a oír a partir de los veinte decibelios -medida del sonido que produce la brisa cuando mueve las hojas de los árboles-.
Pero el mundo de Javi está poblado de insoportables ruidos de sirenas, frenazos y chirridos… a él le basta con cinco decibelios, poco más que el silencio, para ponerse alerta. Por eso se despierta en medio de la noche y nadie sabe desde dónde ha llegado a sus oídos un rumor de pisadas… o un grito… otro misterio.
A Javi, como a todos, le viene bien salir de casa con su madre, pasear y ver cosas y aprender. Tiene tanto que aprender como todos. Por ejemplo, un ejemplo. Aún tiene que aprender que las personas no siempre son iguales a sí mismas, y que hay muchos caminos para llegar a un sitio y –pero esto es lo difícil para Javi, para todos- que somos un misterio indescifrable todos. Que somos un montón de misterios muy raros.
Más de uno, en la calle, habrá pensado al ver a Javi cuando lanza un berrido de protesta –un grito de tenor, dice Lucía-: ¡Qué niño más maleducado! No nos falta razón tampoco en eso. Con toda la razón hacemos juicios de cosas que ignoramos, de misterios.
A Javi, como a todos, le viene bien estar con gente de su altura. Lucía teme que, algún día, lo saquen de la escuela y lo lleven a algún sitio de lujo donde un grupo de expertos lo aísle para siempre de la vida. No faltarán razones, si eso ocurre. Por ahora, Javi juega, en la escuela, con niños de su altura que ya se han convertido en monitores –monitores inversos- facilísimamente. Tampoco ellos entenderán gran cosa y, sin embargo, saben.
Lucía puede interpretar los sueños y tiene, como todos, otras muchas rarezas y más habilidades. A veces sueña, como soñaban antes los profetas, con cosas que luego van y pasan, o han pasado. Por ejemplo, otro ejemplo: ha visto en sueños un bichito -un anticuerpo, dice- que bien podría ser el que andan buscando lo sabios en sus laboratorios.
¿Quién sabe? Seguro que algún día se descubre el bichito, se destapa el misterio y se cura el autismo. Pero, aún entonces, Javi… será un misterio.

martes, 21 de abril de 2009

Notas de un retiro pascual (Sábado)

Sábado 18 de abril

Sanseacabó

Toca irse. Cada mochuelo a su olivo. Nos vamos cargados de limones del huerto.
Antes de marcharme he ido a la ermita a despedirme de la Virgen. Luego he entrado en el oratorio para decirle “adiós” a Jesús. Lo último que he visto, justo en el momento en que me disponía a salir de allí, ha sido la cabeza de un angelito asomando entre el bosque de columnas salomónicas, a los pies de la Virgen, por detrás del sagrario. Daba toda la impresión de estar contento.

domingo, 19 de abril de 2009

Notas de un retiro pascual (Miércoles)

Miércoles 15 de abril.

Hoy me he confesado en una salita pequeña, pero no tanto que no quepan dos sacerdotes: uno de rodillas, en el suelo y el otro sentado y discretamente apartado –como a unos mil kilómetros- para dejar su puesto a Cristo que es quien me ha oído decir: Domine, tu omnia nosti, tu scis quia amo te. Y quien me ha dicho: Ego te absolvo.
Con misericordia eterna te quiero. Isaías 54, 5-14

Dios revela su amor incondicional, se revela a Sí mismo como Amor Incondicional. Aunque se retiren los montes y vacilen las colinas, no se retirará de ti mi misericordia, ni mi alianza de paz vacilará –dice el Señor que te quiere-. Se revela como amor incondicional sobre todo en el Sacramento de la Penitencia: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado (…) sacaste mi vida del abismo (…) cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Sellaré con vosotros alianza perpetua Isaías 55, 1-11

Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo .Los profetas sostienen la esperanza y avivan el deseo de que las promesas de Dios se cumplan. Y, así, preparan el cumplimiento de las promesas.
En sus Sermones sobre el Espíritu Santo dice San Juan de Ávila que el Espíritu Santo solo viene sobre quienes lo desean mucho.
Toca ahora enderezar los deseos hacia Dios y hacer muchos actos de esperanza. La esperanza mueve a actuar en la misma medida en que la desesperación nos rinde a la fatalidad con un “no hay nada que hacer”. Pero sí, aún hay mucho que hacer: hay que preparar la tierra para el día en que baje la lluvia. Y pedir que no tarde.

***

En un extremo del jardín hay una ermita dedicada a la Virgen de Fátima con ocasión del año santo mariano de 1988, el año de mi ordenación. He ido hasta allí rezando el Rosario para poner en sus manos algunos propósitos, trabajos e intenciones.
Por el camino he descubierto una rosaleda y un cuadro de pitas, romero, cactus y áloes florecidos. Ya en la ermita, estaba mirando atentamente la imagen, con la cara casi pegada al cristal que la protege, cuando he notado que algo extraño se movía sobre mi frente. No era el viento –que en ese momento soplaba con fuerza- sino algo más suave que se deslizaba hacia mi sien derecha: una araña.
De vuelta a casa, en el porche, he encontrado una pequeña imagen de la Virgen de los Desamparados y he encomendado a las Hermanitas. Y en la puerta de la casa he saludado a San José cuya imagen está allí, vigilante y amable, para dar la bienvenida a los que llegan en son de paz.

***

Durante la cena –crema de calabacín y soufflé de queso- me han llamado la atención las caras de alegría y de paz de mis colegas y lo atentos que están todos –aunque anden recogidos- para hacer pequeños servicios. ¿Qué cara tendré yo?

Notas de un retiro pascual (Martes II)

El paso del Mar Rojo Ex 14, 15-15,1

Dios es quien salva con su poder. Al pueblo de Israel, abriendo ante él las aguas del Mar Rojo; a todas las naciones, haciéndolas renacer por las aguas del bautismo. Después del paso del Mar Rojo, Moisés y los hijos de Israel cantaban: Mi fuerza y mi poder es el Señor, Él fue mi salvación. Por todas partes aparece el dilema: confiar o no confiar en Dios. Ahí está la clave: para nuestros primeros padres, junto al árbol de la Ciencia; para Abraham, en Moria; para Israel en el desierto… y para mí, ahora, en este retiro. Porque ahora es aquí donde tengo que dar mi respuesta.
La brisa recia de ayer se ha convertido esta noche en un ligero vendaval que agita los árboles del jardín y, a su modo, también habla del poder de Dios. Oyéndolo imagino a Jesús caminando sobre las aguas y calmando la tempestad en el lago de Galilea. Allí se puso a prueba la fe de Pedro.
Comparado con nuestros primeros padres, con Abraham, con Moisés, con Pedro… ¿quién soy yo?

domingo, 5 de abril de 2009

Nana neoyorquina


Alejandro ¡bienvenido!
Come mucho y cena poco.
Duérmete, bebé querido,
que -aunque el mundo ande algo loco
y tú estés recién nacido-
Dios es más fuerte que el Coco
y, con Él, vas protegido.
(Se ve que ya estoy muy lelo
pues se me olvidó firmar
con la emoción de cantar:
soy cura, tu tío abuelo,
no me queda mucho pelo,
y, al otro lado del mar,
puedo ver el mismo cielo
que verás tú al despertar.)

sábado, 4 de abril de 2009

Víspera del Domingo de Ramos.

La bendición de las palmas y la procesión inauguran la Semana Santa. Recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén que fue como un grito de alegría y de esperanza por el encuentro del pueblo de Dios con su Salvador.
Pero esta fiesta no es solo un recuerdo: expresa también nuestra propia esperanza -mucho más que un deseo- de salir al encuentro del Señor.
El Jueves Santo, la Iglesia recordará aquella última cena de Cristo con los suyos, la noche en que iba a ser entregado. Aquella noche, Él mismo nos regaló el sacerdocio, el mandato nuevo del amor fraterno y la Eucaristía.
El Viernes, volveremos a escuchar el relato de la Pasión y muerte de Cristo y adoraremos la Cruz: signo de victoria, de paz y de salvación.
Y, el sábado por la noche, la Iglesia se llenará de luz y de alegría celebrando la resurrección de Cristo.
La Semana Santa es nuestra gran fiesta anual; la gran fiesta del alma.
Nadie contempló jamás estos misterios tan profunda y penetrantemente como Santa María. Por eso queremos celebrarlos con ella. ¡Contigo, Madre!