En el siglo XV, mientras España terminaba la reconquista, al otro lado del Mediterráneo el Imperio Otonamano había tomado Constantinopla convirtiendo Santa Sofía en una mezquita, ocupando Grecia y los Balcanes y llegando hasta las puertas de Viena. La Cristiandad estaba amenazada y las poblaciones cristianas del litoral mediterráneo sufrían continuos ataques.
El Papa Francisco canonizó hace unos años a los ochocientos mártires de Otranto. El pueblo, situado en el tacón de la bota de Italia, fue tomado por los turcos. Durante la batalla murieron más de dos mil defensores. Tras la victoria, los turcos, siguiendo su costumbre, separaron a los vencidos: las mujeres y los niños menores de quince años, por una parte, los varones mayores de quince años, con el obispo a la cabeza, por otra. Cuando estos se negaron a abrazar el Islam, los decapitaron y se llevaron a las mujeres y a los niños como esclavos.
Cien años después el Papa san Pío V organizó una liga contra los turcos. No podía contar con la media Europa cristiana que se había hecho protestante. A la llamada del Papa acudieron Felipe II, Génova, Venecia y la Orden de Malta. Trescientas galeras salieron en buscade la flota turca. Mientras el Papa ayunaba, rezaba y convocaba a los fieles de Roma en la Basílica de Santa María la Mayor para rezar el Rosario, las flotas cristiana y musulmana se encontraron en Lepanto el 7 de octubre de 1571. La victoria cristiana acabó con la destrucción total de la flota turca. El Papa estableció entonces la fiesta de Nuestra Señora de la Victoria a la que hoy veneramos como Virgen del Rosario.
En octubre de 2002, san Juan Pablo II publicó la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, que comenzaba así: «El Rosario de la Virgen María, difundido gradualmente en el segundo Milenio bajo el soplo del Espíritu de Dios, es una oración apreciada por numerosos santos y fomentada por el Magisterio. En su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad. Se encuadra bien en el camino espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada de la novedad de los orígenes, y se siente empujado por el Espíritu de Dios a «remar mar adentro» (duc in altum!), para anunciar, más aún, 'proclamar' a Cristo al mundo como Señor y Salvador, «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn14, 6), el «fin de la historia humana, el punto en el que convergen los deseos de la historia y de la civilización».»
Los obispos de Valencia, Castellón y Orihuela-Alicante nos han convocado para rezar un rosario por la vida bajo el manto de Nuestra Señora de los Desamparados: en Valencia, el viernes 14 de octubre.
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