domingo, 28 de marzo de 2021

Pobreza evangélica

 No hay sacerdote —creo—que no haya meditado alguna vez con la primera de las bienaventuranzas «bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos». Y muchos tenemos esquemitas o fichas de predicación agrupadas bajo el título «pobreza evangélica». 

Por «pobreza evangélica» solemos entender un estilo de vida austero, desapegado de los bienes materiales y del propio yo, ligado a la obediencia como compromiso con Cristo y su Iglesia. 

Esa pobreza evangélica, a la que nos hemos comprometido públicamente antes de recibir el sacramento del orden sacerdotal, no se diferencia esencialmente de la que compromete —sin promesas públicas— a cualquier cristiano. 

Yo la he visto encarnada en todos los laicos y sacerdotes santos a los que he conocido, que no han sido pocos.

No he conocido al cura de Ars ni a ningún sacerdote que viva la pobreza como él la vivió, pero los sacerdotes santos a los que he conocido siempre me han hablado bien del cura de Ars. 

No he conocido a san Fernando de León y Castilla ni a san Luis de Francia, pero todos los laicos santos a los que he concido me traen a la memoria el recuerdo de esos reyes. 


2 comentarios:

  1. ¡Benditos sacerdotes santos, don Javier! En esta modernidad llena de cosas sin ideas;
    ¡Quién pudiera vivir la pobreza sin red eléctrica! Abrazos fraternos.

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Es usted muy amable. No lo olvide.