lunes, 28 de noviembre de 2011

El iPad en la misa: ¿sí o no?

Entrevista a un especialista.

Mi tía Janusa se ha interesado por mi opinión. Pero resulta que no tengo una opinión formada sobre el asunto porque ni tengo iPad ni sé cómo funciona. Cuando tenga una tabletilla de esas y sepa usarla y eso, pues entonces ya veremos. Los que saben dicen que es muy útil. 
Para empezar el chisme pesa poco y esta es una ventaja no desdeñable sobre todo si uno va de viaje. Yo, por ejemplo, la semana que viene me voy a Madrid y tendré que meter en la maleta, entre otras cosas, un misal que pesa varios kilos y un leccionario cuyas dimensiones son -aproximadamente- las de un campo de fútbol. 
Pero es que, además, los libros litúrgicos que antes cambiaban cada cien años, ahora cambian cada diez días. Aquellos viejos libros litúrgicos eran verdaderas obras de arte y aún da gusto verlos y tocarlos. Este, por ejemplo, que no es tan antiguo, lo tasan por ahi a 400 dólares.
Todo eso de las grandes letras iniciales, de los colores, de las dobles columnas ajustadas, de los grabados y de las cintas de seda ha desaparecido. En Españita, al menos, los misales son una birria y cada vez que coges una cinta o una pestaña para pasar página se rasga la página, se va al garete la pestaña y se despega la cinta. Y como cada vez hay más santos, pues resulta que los misales nunca están actualizados. A más a más, cada familia religiosa y cada diócesis necesita un misal distinto o, al menos, un apéndice para sus fiestas propias. 
Otra cosa. Mañana, a las dos de la tarde, tengo en San Miguel un funeral en inglés. Tendré que usar mi misalito (published by John F. Neale) y decir la Misa con lupa. En cuanto a las lecturas -espero que el pastor Scargill cumpla con su promesa de mandármelas por correo- tendré que proclamarlas usando folios impresos en mi Cannon.
En fin, que nos son pocas las ventajas del iPad sobre el misal y los leccionarios. 
Por otra parte, todos sabemos que en nuestras amables parroquias, además del misal y el leccionario se utilizan otros "subsidios litúrgicos" -no se rían ustedes, así los llaman los sabios- en forma de fotocopias, hojas volanderas;  post it con nombres de difuntos y avisos,
partituras, instrucciones del maestro del coro al celebrante... de modo que el altar parece más bien, no pocas veces, el escritorio del Tostado. Entre esos subsidios litúrgicos hay uno muy necesario que es el libro de la sede. Para  mí sería una liberación deshacerme de él. Está plagado de preces que comienzan para que la Iglesia, en estos días de renovación -se refiere a los días del Concilio Vaticano II- se ponga a la escucha del Espíritu... y así. Todos esos papeles, papelitos, papelines y papelotes podrían desaparecer. 
Creo que el iPad ya puede ser usado sin mayor problema como subsidio litúrgico único sustituyendo al libro de la sede, al cantoral y a los post it.
Lo de usarlo habitualmente en vez del misal y de los leccionarios habría que estudiarlo un poco mejor pues, en efecto, esos libros están especialmente dedicados al culto. Alguien me preguntó hace poco que si no me molestaría besar un iPad en vez del evangeliario y me callé, pero pensé que si el iPad hubiera servido para proclamar el Evangelio no tendría reparo alguno en besarlo.