miércoles, 20 de mayo de 2020
San Bernardino de Siena
6:30
Traviesos y juguetones, los vencejos saludan al sol con algarabía de tuits en la plaza. He dicho.
7:00
Como no hay transmisión de la Misa de Santa Marta, después de desayunar me voy directamente a la Iglesia y rezo con la homilía de Benedicto XVI en la fiesta de Pentecostés de 2012.
8:30
Oficio de lecturas y Laudes. San Juan advierte en su primera carta contra los anticristos que han aparecido y que niegan a Cristo. Y el salmista se pone melancólico recordando los portentos que Dios hizo por su pueblo: «Y me digo: ¡Qué pena la mía! ¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!». (Sal 76)
Escribo la homilía de hoy y mando la traducción a Joan para que la corrija, por favor.
9:30
En la fiesta de la Ascensión de 1834 Newman dice que nos conviene que Jesús se vaya pero que no sabemos por qué dado que, para interceder por nosotros, no necesitaba alejarse de nosotros. Más bien habrá que pensar que la marcha de Cristo conviene para nuestro crecimiento. Y lo mismo debemos pensar cuando se van los amigos o esos cristianos que, en nuestra opinión, podrían haber hecho aún mucho bien a la Iglesia quedándose entre nosotros. Dios se los lleva de un sitio a otro quizá porque tiene otra misión para ellos pero, en cualquier caso, su marcha conviene al avance de la Iglesia y a nuestro crecimiento personal.
Como Newman aún no es católico dice que no sabemos si los santos interceden por nosotros en el Cielo, aunque no lo descarta. Y no solo no lo descarta sino que reconoce que en el Apocalipsis, los mártires aparecen preguntando a Dios hasta cuándo retrasará el día de la justicia.
10:00
El capítulo XI del Ceremonial de los obispos trata de la antigua tradición de las procesiones.
Las más importantes entre las ordinarias son la de las candelas, la del Domingo de Ramos, la de la Vigilia Pascual y la del Corpus.
Las procesiones preceden a la Misa excepto aquellas en las que se saca el Santísimo Sacramento.
Leo en El Mundo Un presidente sin palabra y en el ABC un artículo de Israel Viana sobre las críticas de Vicente Rojo a la bandera tricolor.
Reviso mi correo y borro treinta correos no deseados.
11:00
Chateo con Joan algunas dudas sobre sus correcciones. Mil wasaps con bromas sobre las encuestas de Tezanos.
11:30
Vuelvo a la iglesia para preparar la Misa y atender el confesonario.
Tercia.
Iam surgit hora tertia,
qua Christus ascendit crucem.
Como no viene nadie a confesarse, leo De los nombres de Cristo.
Se llama también Faces o «cara» de Dios. «Y para decirlo en una palabra, decimos que Cristo hombre es faces y cara de Dios, porque, como cada uno se conoce en la cara, así Dios se nos representa en Él y se nos demuestra quién es clarísima y perfectísimamente».
«Pongamos ahora con la fe los ojos en aquel rostro divino y en aquellas figuras de Él, figuradas con el dedo del Espíritu Santo; y miremos el semblante hermoso y la postura grave y suave, y aquellos ojos y boca, ésta nadando siempre en dulzura, y aquéllos muy más claros y resplandecientes que el sol; y miremos toda la compostura del cuerpo, su estado, su movimiento, sus miembros concebidos en la misma pureza, y dotados de inestimable belleza. Mas ¿para qué voy menoscabando este bien con mis pobres palabras, pues tengo las del mismo Espíritu que le formó en el vientre de la sacratísima Virgen, que nos le pintan en el libro de los Cantares por la boca de la enamorada pastora?».
12:15
Voy a revestirme para la Misa de doce y media.
13:15
Pongo la homilía en el blog y le doy un repaso a Twitter. Decido elegir este como mejor tuit de la mañana.
14:00
Durante la comida oigo la tercera charla (empieza en el minuto 24 y va de la conversión de Carmen Laforet) de este video recomendabilísmo.
17:00
17:30
Misterios gloriosos.
17:50
Despacho parroquial.
18:30
Hay que ir al tanatorio para el entierro de Antonio que murió anoche. Debería llevar una bolsa al contenedor de vidrio y pasar por el supermercado. Allá vamos.
19:45
Capítulo 3 de La muerte de Iván Ilich
Aquí se cuenta cómo después de diecisiete años de matrimonio y cuando ya era un fiscal veterano, Iván se sintió tratado injustamente por la vida. Tenía un sueldo de tres mil quinientos rublos que a todos les parecía generoso pero a él se le antojaba escaso. Hizo gestiones y consiguió otro puesto «que lo colocaba a dos grados del escalafón por encima de sus antiguos colegas, con un sueldo de cinco mil rublos, más tres mil quinientos de remuneración por traslado. Ivan Ilich olvidó todo el enojo que sentía contra sus antiguos enemigos y contra el ministerio y quedó plenamente satisfecho». El narrador nos dice que «Eso ocurrió en 1880, año que fue el más duro en la vida de Ivan Ilich».
Iván dejó a su familia con su cuñado y fue a preparar el nuevo domicilio. Sentía que le habían quitado quince años de encima y se dedicó con entusiasmo a decorar la casa «comme il faut» imaginando la impresión que causaría a su mujer y a su hija. El resultado fue el ordinario «en las viviendas de personas que quieren hacerse pasar por ricas no siéndolo de veras y, por consiguiente, acaban pareciéndose a otras de su misma condición: había damascos, caoba, plantas, alfombras y bronces brillantes y mates... en suma, todo aquello que poseen las gentes de cierta clase a fin de asemejarse a otras de la misma clase. Y la casa de Ivan Ilich era tan semejante a las otras que no hubiera sido objeto de la menor atención; pero a él, sin embargo, se le antojaba original».
Por fin la familia se reunió y, como suele pasar, al principio todo fue entusiasmo por la novedad. Luego vino la rutina y, como suele pasar, empezaron a notar que la casa necesitaría una habitación más para ser perfecta y que al sueldo habría que añadirle otros quinientos rublos para que fuera adecuado a sus gastos y volvieron las tensiones. Después de una fiesta su mujer lo llamó «imbécil y mentecato» y él, en un arranque de cólera, mencionó el divorcio. «Pero el baile había estado muy divertido. Había asistido gente de postín e Ivan Ilich había bailado con la princesa Trufonova, hermana de la fundadora de la conocida sociedad Comparte mi aflicción». La cosa no pasó de ahí. Siguieron con sus rutinas, alejaron a los amigos de medio pelo, frecuentaron el trato de la gente distinguida y el fiscal Petrischev, rico por su casa, empezo a cortejar a Liza, la hija de Iván.
Fin del capítulo.
20:30
El reloj del campanario me recuerda que hay que rezar vísperas. Magnificat anima mea Dominum.
Llamo al arcipreste para ver cómo se halla. Se halla bien. Llamo a Lorena que va a ser recibida en el orden de los catecúmenos el domingo que viene si Dios quiere. La hallo de un humor excelente y deseando ser recibida en el orden de los catecúmenos. Llamo a don Paco Román, cura de Los Montesinos. No contesta. Llamo a doña Nati. Se corta la comunicación. Llamo a Paco, su amable esposo. No contesta. Llamo al teléfono fijo de ambos. Contesta doña Nati. Que se ha quedado sin pilas en su móvil. Y me cuenta un montón de cosas y le doy las gracias por el pollo asado que me ha preparado hoy para comer.
Y son las nueve y cuarto. En la plaza hay dos gorriones no sé si jugando o peleándose y en el cielo los vencejos aún vuelan alto. No sé si he contado que una pareja ha anidado justo encima de la puerta de la casa abadía.
Un poco de poesía con el ejemplar de Que aún me duelas —accesit del Premio Adonais 2017— que Petit me ha dedicado. Veamos.
Empieza con una Oración inicial en homenaje a Machado. Yo la recito y la copio como si fuera una oración dirigida a Dios:
SOY un pedigüeño. A ti vuelvo, a tus versos,
anhelando, herido y deshecho, sólo
para rogarte. ¡Mira a este poeta
desdichado! Dame uno de tus versos
o uno de tus significados. Ven,
maestro, y asísteme en la hora más negra
de este parco poema inacabado.
La recito y la copio y me alegro con estos versos que no concluyen nada pero dejan un eco en el Cielo y en el alma.
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Es usted muy amable. No lo olvide.