domingo, 3 de mayo de 2020

Cuadragésima quinta homilía en una iglesia vacía

domingo, 3 de mayo de 2020
Domingo III de Pascua

Tres de mayo. Mañana, si Dios quiere, comenzaremos la novena a la Virgen de Fátima. En la iglesia y en nuestras casas ponemos flores y luces junto a la imagen de nuestra Madre del Cielo. Lo que es más importante: cada uno, en su corazón, le hace la ofrenda de algún trabajo. 

Y así, como quien no quiere la cosa, hemos llegado al cuarto domingo de Pascua, al domingo del Buen Pastor. 
Cuando Jesús nació, fueron unos pastores los primeros que lo adoraron. En Nazaret, donde creció, era normal ver pasar los rebaños, y a los niños les gustaba observar aquello y oír las historias que contaban los pastores. 
Observó Jesús, desde niño, que el pastor y su rebaño parecían un solo cuerpo: si el pastor caminaba, las ovejas lo seguían; donde él se detenía, también ellas se detenían. Observó que el pastor conocía a cada oveja por su nombre aunque todas son tan parecidas que es dificilísimo distinguirlas. En seguida aprendió Jesús que las ovejas también reconocían la voz del pastor entre todas las voces de los hombres. 

Llamamos a este cuarto domingo de Pascua «domingo del Buen Pastor» porque hoy empezamos a leer en el evangelio una largo discurso de Jesús en el que dijo: «Yo soy el Buen Pastor». 
Pero en la primera parte del discurso, Jesús no se compara con el pastor sino con la puerta de las ovejas: «Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos». Así nos advierte contra los que entran en la Iglesia, como entra el ladrón en el aprisco, «para robar, matar y hacer estragos».
Los que escuchaban a Jesús habían oído muchas veces esas malas noticias: «Esta noche, unos ladrones le han robado el ganado a fulano». Eran experiencias comunes y aún lo son para muchos. Hace unos días a un amigo de Torremendo que hace una miel estupenda le robaron las  colmenas. El ladrón aprovecha la oscuridad, el engaño; no pasa por la puerta sino que salta la tapia. 
Sabemos que hay ladrones que entran en la Iglesia no para robar cosas si o para robar almas. Y esas historias las oímos todos los días: «¿Te acuerdas de esa niña y de aquel niño de catequesis que eran tan simpáticos y tan listos?¿Recuerdas a ese chico y a esa chica de confirmación tan prometedores? ¿Recuerdas a aquellos hombres y a aquellas mujeres tan comprometidos con la parroquia? ¿Los recuerdas? Pues ya no están entre nosotros. Alguien ha entrado de noche en sus corazones, los han engañado y se los ha llevado».

Jesús es la puerta. El que entra y sale por esa puerta está siempre bien. En cambio, cuando no entramos y salimos por Cristo, todo va mal porque entramos en la iglesia sin salir de nosotros mismos y salimos de la iglesia sin llevar con nosotros a Jesús.
Jesús es la puerta. El que pasa por ella, cuando entra, encuentra en el sacramento de la penitencia su Corazón Misericordioso y, cuando sale, encuentra en la eucaristía el alimento de vida eterna. Quien pasa por ella, si entra es porque viene al encuentro de Cristo y de sus de sus hermanos para servir, y si sale es porque va al encuentro de los que están fuera para anunciarles el evangelio. Y entonces ¡qué bien todo!

Santa María Porta coeli! Por ti vino a nosotros el Salvador. Por tí fuimos nosotros hasta Él y, si alguna vez lo perdemos, por ti lo volveremos a encontrar. ¡Ruega por nosotros!


2020 May 3rd, Sunday
Easter Sunday III

May the Third. Tomorrow, God willing, we will begin the novena to Our Lady of Fatima. In the church and in our houses we leave flowers and lights next to the image of our Mother of Heaven. But, more important than flowers  and lights is that, each one of us, in his heart, gives Her the offering of some work or sacrifice.

Without us realising, the fourth Sunday of Easter —the Good Shepherd Sunday has arrived. 
When Jesus was born, shepherds were the first to worship Him. In Nazareth, where He grew up, it was normal to see the flocks go by, and the children liked to observe that and hear the stories that the shepherds told.
Jesus observed as a child that the shepherd and his flock seemed as one body. If the shepherd walked, the sheep followed him; where he stopped, they also stopped. He observed that the shepherd knew each sheep by name, although they are all so similar that it is very difficult to tell them apart. Very soon, Jesus learned that the sheep also recognized the shepherd's voice among all the voices of men.

We call this the Fourth Sunday of Easter "Good Shepherd Sunday" because today we begin to read in the Gospel a long speech by Jesus in which He said, "I am the Good Shepherd."
But in the first part of the speech, Jesus does not compare Himself with the shepherd but with the door of the sheep, "I am the door: whoever enters through Me will be saved and will be able to enter and leave, and will find pasture." Thus He warns us against those who enter the Church, as the thief enters the fold, "to steal, kill, and wreak havoc."
Those who listened to Jesus had heard this bad news many times, "Tonight, thieves have stolen the flock from so-and-so." They were common experiences and still are for many. A few days ago a friend from Torremendo who makes great honey, had his hives stolen. The thief takes advantage of darkness and deception; he does not go through the door but jumps the wall.
We know that there are thieves who enter the Church not to steal things but to steal souls. We hear those stories every day. Do you remember that girl and that kid who attended catechesis and were so nice and smart? Do you remember those young people that were confirmed? Do you remember those men and women so committed to the parish? Do you remember them? Well, they are no longer with us. Someone has entered their hearts at night, they have been deceived and taken away. 

Jesus is the door. Whoever goes in and out of that door is always fine. But, when we don't go in and out through Christ, everything goes wrong. Because we enter the church without leaving ourselves there and we leave the church without taking Jesus with us.
Jesus is the door. He who goes through Him, when he enters, finds in the sacrament of penance His Merciful Heart and, when he leaves, he finds in the Eucharist the food of eternal life. If he enters, it is because he returns to meet Christ and his brothers and sisters to serve, and if he leaves, it is because he goes to meet those who are outside to announce the gospel to them. How great then is everything!

Holy Mary, Porta coeli! Through You the Saviour came to us.Through You we go to Him and, if we ever lose Him, through You we will find Him again. Pray for us, Blessed Mother of God.

2 comentarios:

Es usted muy amable. No lo olvide.