lunes, 15 de septiembre de 2025

Diario. Lunes, 15 de septiembre de 2025

San Miguel de Salinas

lunes, 15 de septiembre de 2025


7:00

Abro la iglesia, enciendo la luces y me dispongo a salir para el hospital. Una furgoneta bloquea la salida del garaje. Encuentro al conductor en la panadería. 

7:40

Primera misa de la Virgen de los Dolores. La ofrezco en sufragio por el alma del primo JLA de cuya muerte me enteré anoche.

Luego mando un mensaje de pésame a TP y otro a MCA. 

Luego envío un mensaje al nuevo párroco de Los Montesinos: que si nos tomamos un café esta mañana. 

9:00

De vuelta a San Miguel, después de recitar el oficio de lectura y las laudes, me siento ante el sagrario. 

El nuevo párroco de Los Montesinos me contesta: que sí. 

10:00

Llega Joan y me ayuda a recoger las moneditas de los lampadarios. Tiene una mala noticia: la carcoma se está zampando el comulgatorio. Después de una inspección que confirma su diagnóstico, me ayuda sosteniendo el candil eléctrico de su móvil mientras yo enveneno el comulgatorio con Carcomín. Luego encendemos una velita ante la reliquia del Padre Pío porque estamos en el segundo día de su novena. Aun me da tiempo a ingresar las moneditas en el banco y a sentarme en el confesonario antes de la misa. 

Tercia. 

11:00

Segunda misa de la Virgen de los Dolores. 

En la sacristía, Joan saca un cojín del armario. Era el cojín que usaba Josefa para sentarse. Hay que devolvérselo a sus hijos. 

De camino al despacho parroquial, un caballero me aborda y me dice que cuando hablo desde la sede se me entiende perfectamente pero que, cuando hablo desde el ambón, todo retumba y no se entiende nada. Recuerdo que Andrés me dijo lo contrario el otro día, pero al caballero le agradezco la información y le pregunto que de dónde es. Es de Puerto Llano, Ciudad Real. Nos hacemos amigos. 

En el despacho parroquial abro el libro de defunciones y anoto la partida de Josefa. 

11.58

Salgo para Los Montesinos. 

12:15

Don Isidro me recibe, sonriente y hospitalario, en la casa abadía. Vamos a tomar un café en el centro de la tercera edad donde ya nos sentimos en nuestra salsa. 

Hablamos un poco de enfermedades y bastante de nuestras parroquias y de cómo vamos a organizarnos. 

Me invita a comer en la casa abadía de Los Montesinos siempre que quiera porque él cocina todos los días y —por sierto— muy bien. Me invita especialmente a comer allí el próximo sábado con sus hermanas y cuñados que van a reunirse para conocer la casa. 

13:15

Nos despedimos. 

Vuelvo a San Miguel y aún tengo tiempo de leer el último capítulo del segundo libro de las Crónicas, antes de ir a comer a casa de doña Nati.

14:05

En casa de doña Nati encuentro a Gracia y a José María. Hablamos un poco de mis enfermedades y luego de otras cosas. 

15:00

Nos despedimos y voy a la iglesia para hacer la visita al Santísimo. 

Acto seguido me instalo en la salita de la casa abadía para oir a Brahms: Sonata para piano nº 2 en fa sostenido menor

16:00

Misterios gozosos. 

16:20

Hay que limpiar la nevera y deshacerse de todo lo que presenta signos de podredumbre. 

16:50

Lectura de las Confesiones. 

17:00

Hay que poner una lavadora con el alba que traje ayer de Torremendo y seguir con la limpieza de la cocina. 

17:30

Me aseo un poco y empiezo a leer Riesgos y derivas de la vida religiosa, de Dom Dimas de Lassus, superior general de los cartujos. 

18:15

Escribo esto. 



18:45

Voy a la iglesia para mirar fijamente al sagrario meditando la catequesis de BXVI sobre san Cipriano

19:15

Vísperas. 

19:40

Llega a la iglesia Wilder tranquilamente porque tiene una semana de vacaciones. Charlamos. Le pregunto que si le apetece tomar un agua con gas y se le abren los ojos como platos y dice: «¡Sí».

Vamos con mi Lamborghini a cierto sitio y el pide un agua con gas —se la sirven con hielo y limón— y yo pido una clara. No hablamos de enfermedades. En realidad, casi no hablamos. Él sonríe y yo voy rascándome la lepra. 

Luego Wilder me acompaña a Más y Más. Hago la compra y lo dejo en su casa. 

Vuelvo a la iglesia y rezo completas y cierro la iglesia. 

Voy a la casa abadía y ceno un poco y me enredo en las redes y dan las 23:30 cuando acabo de escribir esto. 

domingo, 14 de septiembre de 2025

Diario. Domingo, 14 de septiembre de 2025

 San Miguel de Salinas

domingo, 14 de septiembre de 2025


9:15

Salgo para Rojales. Como no me pierdo, lego en quince minutos. Saludo a la familia de Josefa y me revisto. 

10:15

Termina el responso, me despido y salgo para Torremendo. Voy muy bien de tiempo hasta que…

Hay una especie de carrera ciclista y han cortado la carretera. Un policía local me dice que tengo dos opciones: dar media vuelta y buscar otro camino o esperar a que pasen los ciclistas. Calcula que pasarán en diez minutos. Decido esperar y no tengo que esperar mucho porque. Inmediatamente, pasan el pelotón, los rezagados, la ambulancia y los motoristas que cierran la cosa. 

10:45

Llego a Torremendo con tiempo de sobra para saludar a Gerardo, revestirme y empezar con la ofrenda de flores. 

11:45

Ha terminado la misa de la fiesta y me despido hasta la procesión que será por la tarde.

12:10

Llego a San Miguel con tiempo de sobra para revestirme, atender a un penitente y empezar puntualmente la misa de doce y media. Me ayuda Samael que ha vuelto de un largo veraneo. Lo veo un poco más gordito, pero no le digo nada. 

También ha vuelto el coro. Muy bien.

Durante la comunión llega una señora llorando y se arrodilla en el comulgatorio. Tiene los dos ojos morados. Le doy la comunión y allí se queda, arrodillada y llorando. 

Sigo distribuyendo la comunión y, cuando termino, ella sigue allí, de rodillas y llorando. Le digo en voz bajita que si quiere, podemos hablar después de misa. 

Al terminar la misa salgo a la puerta para despedir a los feligreses: feliz domingo, happy Sunday, bon dimanche… 

—Bonita misa, Padre. 

El que habla es un joven de unos veintitantos años. Lo acompaña una joven que parece rusa y un joven que parece muy fuerte. 

Les pregunto que de donde vienen y el primer joven me mira como asombrado, me dice que viven en San Miguel y que la joven es su novia ucraniana. Entonces caigo en la cuenta de que estoy hablando con Antonio. Lo veo más gordito pero no se lo digo. Saludo a su novia ucraniana que habla un poco de español y al fornido hermano de su novia que llegó la semana pasada y no habla ni patata. 

Sale, más tranquila, la señora de los ojos morados. Le pregunto qué le ha pasado, me sonríe, dice que ha tenido un accidente y se va. 

Me está esperando una señora de San Pedro del Pinatar que necesita un certificado de confirmación para su hija. Termino de despedir a la congregación, felicito al coro y voy al despacho con la pinatarense. 

Encuentro la partida de bautismo de su hija. Una nota marginal certifica que fue confirmada. Hago el certificado en mi Mc, lo imprimo, lo firmo, lo sello y se lo entrego en un lindo sobre blanco. Se va muy contenta y agradecida. 

Aún tengo tiempo de cambiarme la camisa y de asearme un poco antes de ir a comer a casa de doña Nati. 

14:00

En casa de doña Nati encuentro a Irene que nos cuenta la siguiente historia. 

Pasando por el Collie, una señora la ha saludado: «¿Eres Irene?». Ella ha dicho la verdad: «Irene soy». Y la otra: «Yo soy F». Y,  viendo que Irene no la reconocía, le ha dicho: «Ahora me vas a reconocer». Se ha quitado las gafas y le ha mostrado sus dos ojos morados. Entonces Irene la ha reconocido. 

¿De qué conocía Irene a F? Nos hemos enterado en la segunda parte del cuento de Irene.

Resulta que hace unos días, hubo un accidente en la puerta de su casa. F salió con su moto de una calle lateral y, un joven que tenía preferencia, se la llevó por delante con su coche. Irene salió a la calle, vio a la motorista tendida en el suelo, se sentó a su lado, llamó a una ambulancia y se dedicó a darle conversación y a vigilar para que nadie tratase de moverla hasta que llegaran los sanitarios. Así conoció Irene a F y así se explica el misterio de las lágrimas en el comulgatorio que ha conmovido a la congregación. 

Después de comer hago la visita al Santísimo y luego me siento en la casa abadía. Voy a terminar de ver Perfect Days. 

17:30

Vuelvo a la iglesia y me siento para mirar fijamente al sagrario. 

18:10

Vuelvo a la casa abadía para escuchar algo de Brahms. La Sonata para piano n.º 1 en do mayor.

18.45

Me entrego a la lectura de la segunda parte de Mil ojos esconde la noche. 

19:30

Escribo esto.



20:00

Salgo para Torremendo. 

20:30

Empieza la procesión —volteo de campanas, banda y todo— y empiezo a recitar vísperas. Luego el oficio de lectura. Estamos saliendo de la plaza cuando llego a eso de «Insensatos gálatas, ¿quién os ha embrujado?». 

En la calle Meca empiezo a rezar los misterios gozosos.

En la calle de los Luceros ataco los misterios gozosos.

De la calle de los Luceros salimos a la carretera en dirección a Orihuela en la esquina del restaurante Dolce Vita, pero, en llegando al bar Desiree, la cabecera de la procesión da media vuelta de modo que, durante un rato, los que vamos y los que vuelven nos vemos las caras. 

Al pasar por segunda vez ante el Dolce Vita, empiezo a recitar los misterios gloriosos. 

De nuevo en la plaza, volteo de campanas, castigo de fuegos artificiales y todo. 

Han terminado las fiestas patronales de Torremendo. No ha habido que lamentar víctimas.

22:00

Vuelvo a San Miguel. Rezo completas, cierro la iglesia vuelvo a la casa abadía, tomo una cena ligerísima y escribo esto. 

sábado, 13 de septiembre de 2025

Diario. Sábado, 13 de septiembre de 2025

 San Miguel de Salinas

sábado, 13 de septiembre de 2025


A las cinco de la madrugada ya he rezado el oficio de lectura y me he vuelto a acostar. Como no consigo dormirme, leo cosas en X. 

Leo, por ejemplo, algunas páginas del diario de @alvarofmt. ¡Qué buenas! ¡Qué bien y que limpiamente escritas! ¡Qué divertidas! 

Como no consigo dormirme sigo leyendo y encuentro un tesoro. Es la reseña de una película. La reseña es de tal calidad que la guardo en la carpeta donde atesoro textos para la predicación. La reseña es de tal calidad que ardo en deseos de ver la película intitulada Perfect Days

He visto como treinta minutos de esa fascinante película cuando suena el despertador. Son las seis. Apago el despertador y miro al techo de mi dormitorio imaginando que soy el protagonista de Perfect Days. ¿Por qué estoy tan alegre? No puede ser cosa del diablo porque el diablo es triste. Tampoco puede ser fruto de una noche de descanso porque creo que no he dormido más de tres horas. Rezar el oficio de lectura ha sido un gran consuelo pero no, no estoy alegre por eso. ¿El protagonista de Perfect Days? Sí, creo que él me ha puesto del excelente humor que me impulsa a levantarme y a arrastrar mi dolorido cuerpo hasta el aseo para afeitarme allí ante el espejo con la seguridad de que el Dios de Abraham me mira fijamente mientras su Madre me dice que han desaparecido el hongo de la barba y la lepra de la oreja. 


A las diez ya:

1. He desayunado.

2. He aseado la casa abadía. 

3. He recibido la triste, aunque esperada, noticia de la muerte de Josefa. 

4. He hablado con Jose, el hijo de Josefa, para darle el pésame. 

5. He puesto una lavadora y he tendido la ropa. 

6. He rezado laudes paseando por los altares laterales de la iglesia.

7. He meditado sobre el misterio de la Santa Cruz mirando fijamente la Cruz que está erigida en el presbiterio, a la derecha del altar. 

8. He hablado con los del tanatorio y hemos quedado en que celebraré el funeral de Josefa mañana, a las diez, en Rojales. 

9. He puesto la esquela en FBK. 

10. He dado el toque de campanas «Difuntos mujer». 

11. He atendido a los curiosos que, atraídos por el toque de difuntos, han venido a la iglesia preguntando: «¿Quién se ha muerto?».

12. He charlado c on Joan que me ha contado un sueño que ha tenido y me ha encargado una misa. 



A las doce ya he celebrado la misa de once y he recitado la  Salve ante la imagen de la Virgen del Rosario y  he salido para  el tanatorio de Rojales.


A las doce y media ya me he perdido en el laberinto de Rojales y ya he salido de él gracias a la Señora de los ángeles 


A la una ya he dado el pésame a la familia de Josefa cuyo cadáver aún está siendo amortajado. 


A las tres ya he comido en Crevillente con los amigos de Ramón que celebra su cumpleaños y a quien han preparado una fiesta sorpresa. 

A las cinco ya he vuelto a San Miguel y he visitado a doña Nati que no me ha invitado a tomar café porque se le ha roto la cafetera.


A las diez ya he celebrado la misa de la Exaltación dela Santa  Cruz y ya he predicado en Los Montesinos y en San Miguel. 


Son las 23:43 cuando termino de escribir esto y aún me dura la alegría de un día perfecto y bendecido.

viernes, 12 de septiembre de 2025

Diario. Viernes, 12 de septiembre de 2025

 San Miguel de Salinas

viernes, 12 de septiembre de 2025


6:45

Abro la iglesia, enciendo las luces y salgo para el hospital. 

7:10

Preparo el altar para la memoria del Dulce Nombre de María. 

Laudes. 

7:40

Primera misa de la memoria del Dulce Nombre de María. 

8:30

Salgo para San Miguel. 

9:00

Me siento para mirar fijamente al sagrario. 

Oficio de lectura. 

10:55

Un penitente pide confesión justo cuando me dispongo a empezar la misa. Muy bien. 

11:04

Empieza la misa de once con cuatro minutos de retraso. 

11:45

Había quedado con unos novios pra terminar su expediente. Como no ha llegado, voy a la casa abadía.

12:00

Me llama la novia. Que ya ha llegado, pero que está esperando a un testigo. 

12:15

Llega el otro testigo y comienza el interrogatorio. 

12:45

Nos despedimos. 

Sexta.

Lectura del segundo libro de las Crónicas.

Lectura de las Confesiones. 

Me pongo a felicitar a las Marías. 

De Torremendo: que los del cementerio no han retirado las coronas del nicho de Conchita y que la semana que viene van a poner la lápida y tiene que estar todo limpio.

Llamo a Manolo: que hay una queja. Manolo me explica que limpian el cementerio cada quince días, que lo limpiaron la semana pasada y que toca limpiarlo la semana que viene. ¡Qué bien!

Me llama Pepe: que su madre está peor. 

Llamo a doña Nati: que no me espere porque voy a ver a Josefa y comeré cuando termine. 

Voy a ver a Josefa. Ya soy amigo de los perros aunque hoy solamente viene uno a chuparme. 

Espero a que la enfermera termine su trabajo. Luego hago la recomendación del alma. Las paredes de la habitación de Josefa están cubiertas de estampas y uno tiene la sensación de estar en el cielo. 

14:40

Llego a casa de doña Nati. Aún no ha comido: ha preferido esperarme. 



Todavía tengo que celebrar dos misas por la tarde: a las seis en Torremendo y a las ocho en Los Montesinos. 

En Los Montesinos predico: 

Tu palabra, Señor, es la verdad. Santifícanos en la verdad. 

Aroa —que, por cierto, ejem, ejem, no ha venido hoy— me pidió ayer que celebrara la misa en sufragio por el alma de Charlie Kirk. 

Charlie era, hasta ayer, bastante conocido en los EEUU de América. Ahora es conocido en todo el mundo porque lo han matado. Al asesino, un chico de veintipocos años, ya lo han detenido. 

Charlie era protestante, pero no mucho. Estaba casado con una católica. Se dedicaba a visitar las universidades de los EEUU de América diciendo ese tipo de verdades que hoy no se pueden decir. 

Se sentaba en una silla e invitaba a los estudiantes a charlar. Les decía: «si creéis que estoy equivocado, por favor, dadme argumentos que me saquen de mi error». 

Luego empezaba a decir verdades sencillas como esta: «La criatura que está formándose en el seno de una mujer no es una parte del cuerpo de la mujer, ni una col, ni un perro sino un ser humano». 

Algunos aplaudían, otros discutían y, a menudo, otros, sin argumentos, insultaban. 

Otras veces, la verdad sencilla de la que hablaba lo llevaban a decir que las relaciones homosexuales son contrarias a la Ley de Dios que está inscrita en nuestra naturaleza. 

Algunos asentían, otros discutían y, a menudo, alguno intentó abofetearlo. 

¿Os acordáis de Jesús? El sumo sacerdote lo interrogaba acerca de su enseñanza y Jesús le dijo: «Siempre he enseñado abiertamente. Pregunta a los que me han oído y te dirán lo que he dicho». Entonces un esbirro del sumo Sacerdote dio una bofetada a Jesús. Jesús se volvió hacia el abofeteador y lo miró de tal modo y manera que aquel chulo de gimnasio se hizo pis encima. Jesús le dijo en voz bajita: «Si he hablado mal, muéstrame en qué. Y si no, ¿por qué me pegas?». 

Estas palabras podrían muy bien haber sido la respuesta de Charlie Kirk al pobre diablo que ayer lo mató cobardemente. Ya lo han detenido. Por lo visto no es un muchacho brillante. Quiero decir: no es un Einstein ni un Beethoven. Es un tipo más bien vulgar, como yo. 

Y ahora todos nosotros tendríamos que preguntarnos si preferimos abrazar la verdad aunque duela o librarnos del dolor vendiendo nuestra alma al diablo. 

Podemos preguntarlo de otro modo. ¿Estaremos junto a la Cruz de Cristo como la Virgen María —bendito sea su dulcísimo nombre— o como los miserables que, después de crucificarlo, andaban repartiéndose sus ropas?

Mirad, no hay término medio. Es una pena, pero es así. Ante la verdad solamente cabe un sí que es sí o un no que es no. 

Me pongo a murmurar sin maldad, solo para desahogarme un poquito. No pasa nada. Compro ese periódico que informa de la muerte de Cristo con este titular: «Agitador galileo muere en un tiroteo». No pasa nada. Voto a ese partido que dice que, en sus filas, no caben los pro vida. No pasa nada. Comulgo en pecado mortal y no pasa nada porque, además, el cura de mi parroquia no cree en la presencia real de Cristo en la eucaristía y no pasa nada porque, además, el obispo de la diócesis… 

Y, mientras yo digo que no pasa nada y que no pasa nada, a un Cristo lo matan de un tiro dejando viuda e hijos. Y el Cristo me mira y me pregunta: «¿Volverás a crucificarme para salvar el pellejo?».

Jesús: tú sabes que soy cobarde y débil. También sabes que te quiero.