Me decía un amigo:
-Tus pecados no son originales.
Y yo, muy enfadado, confesaba:
-He matado a mi abuelita.
Y él, sin inmutarse:
-Otros muchos y mejores que tú han matado a su abuelas antes que tú.
Y yo, muy deprimido:
-He atracado una gasolinera.
Y él, mondándose de risa:
-Oculta compensación. Todos lo hacemos cuando podemos aplicando lo de "quien roba a un ladrón". Es pecado, pero no es original.
Y yo, estrujándome el cerebro:
-He dicho una mentira gordísma.
Y él, impacientándose:
-Tampoco en eso has sido el primero.
Y yo:
-Soy impaciente.
Y él:
-Yo también, no somos originales ni en eso.
Y yo, rendido.
-¿A qué le llama usted pecado original?
Y él, gallego:
-¿Crees en Dios?
Y yo, incauto:
-Sí, claro, algo habrá.
Y él:
-¿Por qué no vas a Misa los domingos?
Y yo dando razones muy originales. Y él muriéndose de risa:
-Eres un tipo de lo más vulgar razón por la cual puedo absolverte de todos tus pecados si te arrepientes de ellos.
Y yo:
-Pues claro, me arrepiento.
Y él:
-Lo de tu abuelita no tienen remedio pero es grave y deberás rezar un rosario por su alma cada día hasta que mueras. Lo de la gasolinera no tiene importancia pero debes restituir lo robado. Por las mentiras y la impaciencia di todos los días del mes de junio: Sagrado Corazón, en Vos Confío. Y, por creerte original cuando pecas te impongo la penitencia de leerte -enterito- el Catecismo para Párrocos de Trento.
Y yo, muy contento:
-Claro, claro.